En la administración de la desescalada hay al menos ocho aparentes errores graves

El ministro Salvador Illa, con Pedro Sánchez, presidente de Gobierno. / RR SS
Pedro Sánchez, presidente de Gobierno, con el ministro Salvador Illa. / RR SS
El presidente Sánchez y su ministro Illa continúan demostrando que no eran las personas adecuadas para combatir la pandemia. El plan de desescalada incurre en equivocaciones difíciles de entender. En este análisis para MUNDIARIO se aborda, caso a caso, la situación creada.
En la administración de la desescalada hay al menos ocho aparentes errores graves

Antes de ponerme a escribir este análisis para MUNDIARIO, me decía: el Presidente del Gobierno llegó al cénit por algo; los ministros ocupan sus puestos por méritos; cuentan con expertos en cada materia; los ministerios están plagados de especialistas… ¿Qué tendrás que decir tú de este plan de desescalada tras el que se esconde tanta neurona bien adiestrada? Y sin embargo, no dejo de detectar lo que me parecen errores graves para los que no encuentro una justificación racional. Se lo cuento y ustedes ya discurrirán lo que le parezca…  

Error número 1: MUNDIARIO ya lo avanzó en otro análisis titulado Este país necesita un buen chute de dignidad (y de calma)haber centralizado la gestión de la pandemia en un mando único representa un error mayúsculo, tanto en términos políticos como prácticos. Se menoscaba la validez del Estado de las Autonomías, lo primero, y se desprecia uno de los grandes beneficios de la descentralización, el denominado principio de subsidiariedad: cuanto más cerca de los problemas, más eficaces serán las soluciones. Si la materia a gestionar resulta ser la sanidad, competencia en manos de las comunidades autónomas desde hace unos veinte años, la centralización impuesta se convierte en un error dramático. Por ese motivo principalmente cabe solicitar la dimisión de Pedro Sánchez. No me refería, como alguien entendió, a la convocatoria de elecciones. Creo que Sánchez debe dimitir al término de la crisis y ser sustituido por un/a candidato/a del PSOE que no haya participado de las equivocaciones en la gestión de la pandemia (mi candidata sería Cristina Narbona, pero eso es otra historia).

Error número 2: el estado de alarma supuso el confinamiento de los/as ciudadanos/as y la limitación de desplazamientos. ¿Qué es lo permite esa decisión? Gestionar por unidades territoriales pequeñas. No hay traslados y, por tanto, no hay transmisión del virus entre territorios. Cada núcleo poblacional es una realidad distinta lo que permitiría una gestión individualizada por núcleo. Así pues, el Gobierno central tendría suficiente con emitir criterios de actuación, que las comunidades autónomas trasladarían a instrucciones concretas ejecutadas por los ayuntamientos. De esta manera, cada territorio adaptaría su funcionamiento a su situación específica. Aplicar el mismo tratamiento a Bilbao, por ejemplo, que a Villanueva de Gormaz parece algo poco lógico, cuando menos.

Error número 3: juro que cuando escuché que el plan de desescalada se organizaría por provincias, pensé que se trataba de uno de los cientos de bulos que circulan por las redes. Al confirmar la veracidad de la noticia, me quedé sin palabras. Continúo sumido en la más profunda perplejidad. Este hecho de recurrir a un esquema del siglo XIX para intentar resolver una crisis del siglo XXI hace que pierda definitivamente la poca confianza que me quedaba en Sánchez e Illa. Las provincias representan una delimitación caduca e inútil que debería haber desaparecido con la creación de las comunidades autónomas. La discusión de este asunto alargaría demasiado el artículo, así que pasamos al error siguiente.

Error número 4: había que presentar algo con aspecto de plan, de modo que se crearon varias fases y se colocaron tareas en cada una de ellas; hala, ya tenían un plan. El problema es la incoherencia múltiple del mismo. Primera incoherencia y, posiblemente, la más gorda: el escenario cambia cada día, cada hora, cada minuto. Es una equivocación manifiesta decidir hoy lo que se hará dentro de un mes porque no tenemos ni idea de lo que pasará dentro de un mes. De nuevo, a mayor extensión, menor precisión. No tenemos ni idea de cómo estará España pero sí podríamos confiar en un pronóstico sobre cómo estarán, por citar un par de lugares encantadores, Morella o Campo Lameiro. No pretendan determinarlo todo como si tuvieran una varita mágica; fijen criterios lógicos y permitan que las comunidades autónomas y los ayuntamientos apliquen medidas en cada momento en función de cada situación.

Error número 5: siguen ignorando la tecnología. Al menos, no recibimos –ciudadanos y ciudadanas de este país– instrucción alguna para mejorar la administración de la pandemia. Un par de ejemplos: estoy convencido de que estudiando los casos positivos de las últimas semanas, se podrían definir varios perfiles en los cuáles se concentran los mayores índices de riesgo de contagio; ¿se ha hecho? A la vista de las medidas expuestas, no lo parece. Segundo ejemplo: hoy en día es posible disponer de una aplicación que nos permita conocer, en caso de necesidad, en dónde estuvo cada persona y cerca de quién. Con ello, se podría conocer al instante las personas en riesgo cada vez que se detecta un positivo. Y hay fórmulas, obviamente tecnológicas, para no interferir en la privacidad personal. Con la tecnología, nuestra vida sería más fácil y el control de la pandemia también.

Error número 6: esto de las franjas horarias, de verdad, ¿lo han pensado detenidamente? Dicen que es para evitar aglomeraciones pero ¿no se dan cuenta de que consiguen el efecto contrario? En números redondos y aproximados: hay 20 millones de hogares en España. Como se puede salir una hora al día, suponiendo que se sale durante 20 horas, sería un potencial medio de un millón de unidades familiares en la calle en cada momento. Al repartir las salidas por tramos y grupos sociales, ese potencial medio será mayor en unas franjas (mayor riesgo) y menor en otras. Pero además de eso, en los momentos de confluencia (10.00 h., 12.00 h., 19.00 h., 20.00 h.) se encontrarán un grupo que entra con otro que sale. Todo ello con el estrés que marcan las agujas del reloj, con la arbitrariedad del clima, con la policía vigilando, etcétera. ¿Se lo han pensado bien?

Error número 7: las condiciones de apertura de comercios y establecimientos de hostelería imposibilitan la explotación de los negocios en términos de rentabilidad. ¿Es que no resulta evidente? ¿Han hablado, antes de lanzar el plan, con algún representante de estos sectores? ¿Entienden lo que implica condenar a una empresa a facturar el 33% de sus ingresos habituales? Estudien otras soluciones porque esta, se lo digo rotundamente, no vale.

Error número 8: su comunicación sigue siendo en el tono “ordeno y mando”. Aquí no se da una explicación, no se expone un motivo, no se argumenta una razón. Se notifican las instrucciones igual que un profe de primaria emite sus ordenanzas a un alumnado de, pongamos, diez años. Pero bueno, hasta los críos quieren entender el porqué de las cosas. De hecho, en eso se basa la educación. Digan por qué no se ha podido hacer algo de deporte en España hasta ahora cuando en el resto del mundo sí ha sido posible; por ejemplo. Y por qué hemos de elegir entre madrugón o últimas horas para sacar la bicicleta. Si nos lo explican, tal vez lo entenderemos mejor.

En general, se mantiene la idea de que las autoridades continúan ahí lanzando instrucciones desde su atalaya, que nosotros, el pueblo, ya estamos aquí abajo para obedecer. De repente he pensado que Pedro Sánchez está dirigiendo esta historia como lo habría hecho alguien en nombre del PP. @mundiario

Comentarios