España estaba abúlica pero esta semana se vio que está viva

Felipe VI. / Casa de S.M. el Rey
Felipe VI. / Casa de S.M. el Rey

Apareció el sentimiento español, el seny catalán, se desplegaron banderas españolas y catalanas, sin miedo, sin vergüenza, sin temor a ser calificados de fachas.

España estaba abúlica pero esta semana se vio que está viva

A principios del siglo XX hubo un grupo de conocidos escritores y pensadores que trató, con preocupación, los incipientes nacionalismos vasco, catalán y gallego. Entre ellos, Doña Emilia Pardo Bazán, que decía: “... el nacionalismo catalán ha pasado de regionalismo a separatismo, por los errores de los gobiernos de la época”.

¿Qué pensaría hoy Doña Emilia, ingenua comentarista política para algunos?

Habrá tantos planteamientos acerca de las causas que nos han conducido a la situación actual, como españoles; una situación sobre todo ilegal, más aún de desprecio a la ley; pero también irracional y encabritada.

No somos pocos los que pensamos que la transferencia de competencias educativas, con dejación de la función de control de contenidos prevista en la legislación,   ha sido la herramienta  idónea con la que  iluminados e ¿ignorantes o embusteros? han ido moldeando durante treinta años el pensamiento de niños y jóvenes, en función de una historia que sólo existe en sus mentes; en suma, una historia falsa, generadora de resentimiento y rechazo a lo español. Ya me referí más ampliamente a ello en otro de mis comentarios.

La generalizada presunción  de que el nacionalismo, de forma especial el catalán, era, solamente, un asunto económico, también ha sido fundamental.  Y por ello, en aras del pragmatismo de unos y otros –tú me das los votos y yo te los pago-, con la herramienta de una ley electoral absurda, que concede a los partidos nacionalistas una representación desproporcionada en el parlamento del Estado, los partidos de ámbito nacional han venido pasteleando con los nacionalismos durante años, para conseguir investiduras y aprobar presupuestos y otras leyes.  Escuchar hoy a algunos de los líderes políticos de ayer que dieron alas  al nacionalismo de trueque, resulta, cuando menos, sorprendente.

¿Dónde se han escondido la burguesía empresarial catalana y el reconocido “seny”, mientras el viento independentista se transformaba en tormenta hasta convertirse en tempestad?

¿Dónde estaba la sociedad civil española?; pues, muchos, en la ciudad alegre y confiada que mira para otro lado, porque aquí nunca pasa nada.

Primero fue el Rey quien, en solo seis minutos, puso sobre la mesa, con claridad, la situación. Después, los españoles de a pie –los que siempre votan, los que no lo hacen nunca y los que votan en blanco-, los que habitualmente evitan “meterse en líos”, quienes dijeron hasta aquí hemos llegado y desplegaron en calles y balcones las banderas española y catalana sin vergüenza, con sano orgullo, arrostrando, sin miedo, la posibilidad de que los calificaran de “fachas”.

Las empresas catalanas, encabezadas por los bancos, dieron un paso adelante y dejaron clara su postura con el simbólico hecho, de momento, del cambio de domicilio.

¡Que lo vivido nos aleccione! Primero el cumplimiento de la ley y la aplicación de las medidas previstas para  su incumplimiento; después, analizar los cambios convenientes en las reglas de convivencia.

Un periódico de ámbito nacional publicaba este domingo una foto que debería haber hecho pensar al actual gobierno catalán: Companys y los miembros de su gobierno tras las rejas de la cárcel Modelo de Barcelona, por deslealtad a la República, hace ahora 83 años.

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