Con tres años de retraso Núñez Feijóo es elegido para dirigir el Partido Popular

Alberto Núñez Feijoo, Isabel Díaz Ayuso, Pablo Casado y Juanma Moreno, en la convención nacional del PP en Valencia. / Twitter
Alberto Núñez Feijoo, Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno –derecha– pactan para sustituir a Pablo Casado.

La defenestración atropellada de Pablo Casado resuelve la fallida sucesión de Mariano Rajoy abordada con más emocionalidad que estrategia.

Con tres años de retraso Núñez Feijóo es elegido para dirigir el Partido Popular

Aunque Díaz Ayuso ha sido la espoleta para hacer explotar la bomba, provocando a los dirigentes del PP con el nada disimulado objetivo de sustituirlos, la rápida reacción de los Presidentes autonómicos, coordinados para un golpe de mano palaciego ha logrado como resultado un nuevo reparto del poder. Feijóo dirigirá el PP en España y Ayuso en su Comunidad. Por el camino la firmeza de Casado les ha hecho comprender a todos que era más conveniente un proceso ajustado a los Estatutos de la organización que la expulsión con nocturnidad de quien hasta ayer era la alternativa para dirigir España. Ahora una dirección pactada e interina organizará un Congreso que formalizará lo que ya fue decidido a espaldas de todos los afiliados. Se trata de otorgar legitimidad a quien ya tiene autoridad.

Lo que en su momento Feijóo no obtuvo, una elección por aclamación frustrada por las divisiones internas, lo obtiene ahora cerrando el paso a Ayuso, lideresa en la calle pero observada con recelo por sus pares, conscientes de que su discurso no es generalizable. El carácter metropolitano de Madrid, el efecto capital, el dinamismo empresarial y social así como el peso mediático no son replicables en otros territorios. Si la rebelión interna no ha suscitado otras reacciones trae causa del resultado de las elecciones de Castilla-León donde la victoria pírrica muestra una doble amenaza: a izquierda y derecha no suscita nuevas adhesiones. A partir de ahora Feijóo vivirá con el riesgo de perder ante el PSOE, asumible para cualquier político que mire al futuro pero también con el riesgo de sorpasso de Vox, éste inasumible por definición.

El proceso deja dos flancos abiertos. De un lado la evidencia de que Casado fue el único dirigente que denunció un presunto tráfico de influencias, lo que ya ha comenzado a ser explotado por el PSOE. De otro la actitud de Vox que no ha dudado en filtrar su mayor comodidad con el nuevo dirigente al que consideran complementario y no rival directo como podría ser la Presidenta madrileña.

Previsiblemente Feijóo no renunciará de momento a la Presidencia de Galicia. Si bien la simultaneidad de responsabilidades es insostenible en el tiempo, a corto plazo resuelve más problemas de los que crea. Le permite mantener su principal fortaleza, el poder institucional, frente a la capacidad desestabilizadora de Ayuso, fuertemente apoyada en algunos medios madrileños. Le permite además ganar tiempo para reordenar las piezas principales del aparato popular, una organización extensa que acoge muy diferentes sensibilidades. Finalmente le permite organizar sin precipitación la sucesión al frente de la Xunta de Galicia.

Feijóo deberá enfrentarse pronto a varios problemas urgentes. Sin duda la crisis ucraniana, donde no cabe sino respaldar la decisión del Gobierno español como miembro de la OTAN y aliado de Estados Unidos. Pero el conflicto es imprevisible y puede abrir otros frentes: precios de la energía y repercusión sobre la inflación, consecuencias del régimen de sanciones a Rusia en la agricultura y otros sectores, tensiones en otros conflictos en los que participa Rusia como el África occidental, etc. De inmediato deberá adoptar decisiones sobre el Gobierno de Castilla-León que definirán la relación con Vox. Por otra parte la prensa madrileña no será el coro adulador de la prensa gallega, donde no hay voces discrepantes.

Al mismo tiempo tiene ante sí la gran oportunidad de centrar al PP en el objetivo de llegar al Gobierno con una estrategia no por más moderada menos eficaz, esto es, con menos antisanchismo y más capacidad propositiva, pasando de ser un partido obstruccionista a una organización capaz de introducir temas en el debate público. Si además consigue una mirada menos madrileña sobre el problema catalán lo que viniendo de Galicia no es difícil, podrá recuperar terreno electoral abandonado.

Consecuencias en Galicia

Durante sus años de Gobierno Feijóo ha evitado cuidadosamente la aparición de dirigentes con proyección pública, tanto en la Xunta como en los Ayuntamientos. En consecuencia el banquillo de posibles sustitutos está casi vacío y los que más se citan carecen de perfil propio. Ante las futuras elecciones autonómicas significa que sus nombres no sumarán a la marca popular, con el riesgo de que resten. En otros términos necesitarían un largo tiempo de ejercicio de la Presidencia antes de los comicios. Además cualquiera que sea el sucesor, afrontará las primeras elecciones, municipales en 2023 con escasas perspectivas de éxito en el voto urbano.

Por otra parte la oposición gallega explotará sus frecuentes ausencias de Galicia para minar la capacidad de gobernar de quien siempre ha puesto en valor su capacidad de estar pegado al terreno. Un conjunto de factores que aconsejarán no alargar la duplicidad de funciones más allá de lo imprescindible.

Sin duda la oposición recibe un balón de oxígeno con la partida de Feijóo. Cualquiera que sea la persona que le suceda, tardará mucho tiempo en construirse una imagen lo que facilitará una mayor visibilidad de la oposición. Por una vez en el mundo político, todos contentos. @mundiario

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