Andalucía votó cambio y en consecuencia la política española abre un nuevo ciclo

Susana Díaz y Pedro Sánchez en un acto de su partido en campaña.
Susana Díaz y Pedro Sánchez en un acto de su partido.

Se trata de una comunidad autónoma muy grande, la quinta parte de España. Sus resultados cambian las tendencias de la política española. No tiene sentido criticar el voto de los electores. Toca entender sus razones y actuar en consecuencia.

Andalucía votó cambio y en consecuencia la política española abre un nuevo ciclo

Evitemos el catastrofismo. Andalucía votó cambio, simplemente, luego de 37 años de gobierno socialista continuado que si incluimos la preautonomía se elevan a 40 años. Tiempo más que suficiente para conformar una forma de vivir la política, de ordenar la economía y de influir en las instituciones de todo tipo. Lo que hayan logrado es su mérito histórico. Lo que no hayan logrado es el motivo de la derrota relativa, pues siguen siendo los más votados. Hasta aquí la normalidad democrática.

Las elecciones también han revelado otra novedad que permite hablar de cambio de ciclo. El electorado conservador, antaño representado por el PP, se ha fraccionado en tres tendencias, una de las cuales, Vox, es considerada unánimemente como extrema, aunque no faltan los calificativos de fascista. Ni las apelaciones a hacer un cordón sanitario para excluirlos de la vida política. Lo ha dicho, en una intervención penosa, Susana Díaz, que ha apelado al PP y Ciudadanos para retener el gobierno, y lo ha dicho Pablo Iglesias, con toda su grandilocuencia vacua. Sería prudente comenzar a considerarlos parte del paisaje político y darles la batalla en las elecciones y en las instituciones dejando la retórica de hace décadas que sólo consigue no entender la realidad.

Toca cambio, porque es el común denominador de los resultados. El PSOE debería de anunciar cuanto antes que pasa a la oposición, único camino para regenerarse. Y dejar que el voto de los andaluces permita formar un gobierno al que habrá que juzgar por sus hechos y no por apriorismos.

Andalucía es muy grande, la quinta parte de España. Sus resultados cambian las tendencias de la política española. Son resultados que hacen inviable el superdomingo electoral de mayo, sumando las elecciones generales a las demás convocatorias ya previstas. Sería una derrota simultánea en todos los frentes. Por el contrario, apuntan la conveniencia de adelantar las elecciones generales cuanto antes para evitar que el resultado del domingo se consolide, salvo que el resultado andaluz haya servido para que nacionalistas y Podemos revisen su postura sobre los presupuestos, permitiendo que la legislatura llegue a otoño.

Los resultados, una vez más, dejan en muy mal lugar a los organismos que hacen encuestas, incapaces de detectar los datos principales. Parece que sus muestras y técnicas de análisis se han quedado obsoletos. Mención aparte merece el CIS cuya predicción ha sido escandalosamente errónea. Ha merecido la crítica generalizada, pero no sabemos si el Gobierno la cree, en cuyo caso tiene un problema muy serio.

En realidad, salvo para Vox, los resultados son malos. Para el PSOE y el PP porque retroceden notablemente. Para Ciudadanos porque aun creciendo sigue siendo tercero, si bien alejado de Podemos que también retrocede.

No tenemos datos suficientes para valorar los motivos del fuerte crecimiento de Vox, focalizado en Almería, Cádiz, Málaga y Sevilla. La inmigración irregular podría ser uno de ellos, con la llegada masiva de unas 50.000 personas, en su mayor parte a las costas andaluzas. Podría ocurrir que algunos problemas, orillados del debate político por los grandes partidos, fuesen percibidos de forma distinta por los electores.

No estamos en el tiempo de los fascismos, sino en el de las derechas desacomplejadas, lideradas por Trump, Orban, Salvini, Erdogan, y personajes similares. Que hayan llegado a España no es motivo de sorpresa, pues tienen representación parlamentaria en la mayor parte de los países europeos. Traerán nuevos debates, pero sobre todo llaman la atención sobre los problemas que la política tradicional no ha querido o no ha sabido abordar.  No tiene sentido criticar el voto de los electores. Toca entender sus razones y actuar en consecuencia para que reconsideren su opción electoral. @mundiario

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