La estrategia inicial de Podemos los llevó a la España del vaso campaniforme

Pablo Iglesias, secretario general de Podemos.
Pablo Iglesias, secretario general de Podemos.

Cuando un lobo quiere revestirse de cordero se queda en campo de nadie, a tiro de todos. Podemos baja porque los lobos pierden el rastro, irreconocible debido a los cambios.

La estrategia inicial de Podemos los llevó a la España del vaso campaniforme

Cuando un lobo quiere revestirse de cordero se queda en campo de nadie, a tiro de todos. Podemos baja porque los lobos pierden el rastro, irreconocible debido a los cambios.

Pecaría de soberbio si este artículo escondiera la maldad de influir en el voto del ocasional lector. Mi faceta docente a lo largo de cuarenta años, me incita a ofrecer material para una reposada reflexión; nada más. Analizando hechos y fenómenos próximos a nosotros, podemos llegar al conocimiento y con él a la discriminación de los diferentes extremos. Nada empaña mi conciencia, por otro lado, de cuanto valiera añadirse sobre hipotéticos o pretendidos objetivos distintos al mencionado. Nunca estuve adscrito a partido ni sindicato alguno; pues el impulso liberal y ecléctico que me caracteriza hace que rechace las ruedas de molino. Las pocas veces que voté, nunca fue por convencimiento u obediencia. Mis razones se acercaron más a la víscera que al juicio. Cuando la sospecha de fiasco dio paso al cotejo, el sentido común alumbró la abstención. Y en estas me encuentro. Dejo para conciudadanos ahítos de fe o de fervor que extraigan el gobierno equivocado, al decir de la oposición. A veces aciertan; pero siempre, frente a los gobiernos de derechas, se “montan” reacciones callejeras que ponen en cuarentena la soberanía popular. Si los políticos no creen en ella, ¿por qué he de hacerlo yo? 

Las circunstancias actuales, el marco angustioso que refleja la crisis general, ha traído -al parecer- una terna lenitiva: Vox, Ciudadanos y Podemos. Al primero, escuálido, casi anémico, le niegan el pan y la sal en los medios. Es, por desgracia para ella, una sigla desgajada, sosias, del PP; por tanto, enmudecida. Como dijo el (in)noble Duguesclín: “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Luego, sorpresas ulteriores pasan factura a las felonías. Ciudadanos aumenta sus expectativas en progresión geométrica. Cada día, distintos y variados medios ofrecen sus diales a Albert Rivera, divisando en él buen cobijo. Su ascenso es sustancial y sostenible. Podemos disfrutaba de un trato preferencial, reverendo, por aquellos medios que se disputan las esencias progres. Ocupados ahora en un retiro prudente, táctico, terapéutico, quedo confundido al constatar que Intereconomía, Mediaset (Berlusconi) y Atresmedia (Lara) fueran los padres putativos de Podemos. Me produce un sentimiento parecido al que me ocasionaría el nacimiento de un bebé negro cuyos padres fueran una pareja sueca, verbigracia. Muy alejadas de mi temperamento e imaginación quedan cuantas maniobras maquiavélicas hayan intervenido en tan esotérico proceso, y que suelen apuntarse por determinados conductos audiovisuales.

Advierto que la crisis generalizada, en ayuntamiento oportuno con una sagacidad artera, propició -allá por los albores de dos mil catorce- la gestación de Podemos. Pablo Iglesias, en estado mórula tras los primeros días de la conjunción, daba sus primeros pasos en los púlpitos televisivos. Tras él llegaron los blastómeros (Monedero, Errejón, etc.). Más tarde, y rotas las cadencias temporales, aparecieron, valga la expresión, los tíos del saco (amniótico y vitelino). Es decir, Luis Alegre, Carolina Bescansa y adláteres adscritos al club ganador de la asamblea otoñal. Desde entonces, Echenique y Lola Sánchez han cosechado un mutis sorprendente. ¿Depuración? Si así fuera, significaría la prueba indiscutible de habérnoslas con una casta particular, sibilina, extraordinaria. Como contrapartida, las virtudes de ambos dejan de ser dominio público, pero también sus presuntas inclinaciones contra la ética social. No es nada frustrante quedarse a cubierto -aun de forma involuntaria- de la vorágine perversa que se mezcla con la novedad. Subsisten inmunizados para mejor ocasión.

Podemos, hasta ahora, encarnaba las fuerzas de los ídolos precristianos. Su estrategia inicial los llevó a la España del vaso campaniforme, del tótem benefactor. Alejados de las lacras humanas -pese a sus evocaciones, casi invocaciones, democráticas- el actor primigenio (al menos el auriga mediático) atesoró una fama, contrapuesta a su encarnadura ideológica, gracias a ciertas televisiones que congeniaron con el personaje o siguieron un guión perfectamente planificado. Sea como fuere, Pablo Iglesias aprovechó sus dotes para labrarse un liderazgo indiscutible. Tanto que la amenaza de abandono, si sus propuestas eran derrotadas, hizo tambalear los codiciosos cimientos de la heterogénea comparsa. Principios y coherencia fueron humillados por el pragmatismo pecuniario. Han construido el camino directo al caudillaje, a conculcar derechos y entusiasmos individuales e incluso a la tiranía. Cronos demostrará el acierto o error de alimentar tan chocante y atípica hueste.

Basaron su peana, el trampolín del éxito, en etiquetas muy atractivas pero tan vanas y efímeras como pompas de jabón. “Casta”, “puertas giratorias” y “quitar a los ricos para repartir a los pobres” prorrogan el indigente programa. Salarios básicos, nacionalizaciones e impago de la deuda se convirtieron en acompañamiento floral cautivador. Ahora, cristalizados en políticos al uso, abandonado el original carácter apócrifo, asomando la patita por debajo de la puerta (aunque sea fija), exhiben un material similar al de aquellos que tanto vapulearon. Más aun, dejan entrever una conducta fanática, ciega, agresiva, con quienes piensan diferente. Provocan la ruina económica mientras intentan la sumisión del individuo. No pueden negar su pasado y presente universitario, su pertenencia a la casta académica y su actitud belicosa, antidemocrática e intransigente. Quisieran borrar del currículum su proximidad doctrinal y estratégica al marxismo venezolano, así como su pretérito asesoramiento a la arbitrariedad chavista. A fuer de bien remunerados, constituye una terrible e imborrable nota. Pobres. Deben prescindir de su pulcritud para zambullirse en la inmundicia.

Cuando un lobo quiere revestirse de cordero se queda en campo de nadie, a tiro de todos. Podemos baja en las encuestas porque los lobos van perdiendo su rastro, irreconocible debido a los cambios. Los corderos, más numerosos, ahora que lo tienen cercano pueden examinarlo mejor. Aprecian unas fauces poco tranquilizadoras y le huyen. Al final, los revestidos constituirán un grupúsculo que quiso medrar abandonando su hábitat familiar, verdadero. Quedarán reducidos a un instante antojadizo de la Historia que se burla de quienes confunden neciamente ética y altanería, democracia y populismo, prójimo y siervo. La casta, como el poder, no se retroalimenta, ni tiene celebrantes. Existen porque el individuo, la multitud, lo transige; jamás por propia postulación o surgimiento.

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