Latinoamérica y Europa, contrastes para los partidos populistas

Viktor Orbán, líder conservador y primer ministro de Hungría.
Viktor Orbán, líder conservador y primer ministro de Hungría.

Mientras en Europa los movimientos extremistas empiezan a colarse en las instituciones, en América la población empieza, por fin, a darles la espalda.

Latinoamérica y Europa, contrastes para los partidos populistas

No se lo digan a nadie, pero aquí en América hay muchos que cuando piensan, bueno, pensamos, en desarrollo, justicia y educación, pensamos en Europa. El Viejo Continente tiende a ser nuestro modelo de lo que deberíamos ser al momento de gobernarnos o cuando menos al momento de elegir a quienes nos van a gobernar. Aunque visto los últimos acontecimientos en ambos lados del Océano Atlántico va a resultar que esos tiempos de admiración deberán terminar antes de que imitemos de este lado las nuevas, o resucitadas, tendencias de "aquel".

La reelección del ultraconservador y xenófobo Viktor Orbán como primer ministro de Hungría para un tercer mandato consecutivo ilustra nuevamente que los movimientos populistas de extrema derecha siguen al auge en Europa mientras en la Unión Europea se van quedando sin fuerzas a medidas que este tipo de políticos entran en las instituciones de los distintos Estados que las componen. Y por  "entran" se entiende que lo hacen por la puerta de enfrente, en todo su esplendor, avalados por los mismos europeos.

Italia, Francia, España, Austria y hasta la guapa Alemania han aupado este tipo de movimientos en sus respectivas elecciones mientras en América, gracias al cielo, empiezan a recibir calabazas. Para ejemplo de ello, las elecciones en Costa Rica. Los ticos fueron a las urnas hace una semana y dieron la espalda a Fabricio Alvarado, quien aspiraba a la presidencia con un discurso puramente religioso. Su plan de Gobierno consistía en prohibir el matrimonio igualitario y lo demás dejarlo en manos de Dios para ver qué pasaba.

El revés sufrido por Alvarado en las presidenciales del pequeño país centroamericano ilustra que en América el populismo empieza a desvanecerse. Pasó en 2015 también en Guatemala, con la derrota de Manuel Baldizón, en Argentina en su momento con la derrota del kirchnerismo (ya si haber votado a Mauricio Macri fue lo mejor es otra historia) y así la lista va extendiéndose.

El tema de todo esto es que el populismo empieza a desfallecer en América Latina, una región en donde los escándalos de corrupción son un virus del que no se salva ningún Gobierno. A las puertas de salida, ojalá para siempre, en muchos países, los siguientes en poner a prueba esta resistencia serán México y Brasil con sus respectivas elecciones. Esto no quiere decir que los políticos electos sean mejores que sus predecesores, pero cuando menos es la primera seña que los países están desplazándose a un lugar distinto del que se negaban a moverse.

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