Para genealogistas franceses, los Borbones pertenecen a la estirpe de David

La Familia Real española en Marivent, el verano de 2013.
La Familia Real española en Marivent, el verano de 2013.

La estirpe de David es la de Jesucristo. Por tanto, según esta teoría, serían parientes directos de Dios y podrían reclamar su derecho a reinar como tales.

Para genealogistas franceses, los Borbones pertenecen a la estirpe de David

Dos principios políticos formales se contraponen entre monarquía y democracia: la representación y la identidad. Se vincula monarquía a unidad política, pero su fundamentación es la religiosa. El monarca “es de Dios” o “por la gracia de Dios”. Carl Schmitt (Teoría de la Constitución. Madrid, Alianza Editorial, 1992, págs. 274 y ss.)  advierte del carácter negativo y polémico del tradicional aserto, desde el punto de vista de las ideas modernas, en el sentido de que el Poder viene de Dios. De Dios directamente, ni de la Iglesia, ni del Papa, ni mucho menos del pueblo. En algunos tiempos, ese carácter del origen divino del Rey se traducía en atribuirle un don sobrenatural, en el sentido de que podía hacer milagros, incluso curar imponiendo las manos.

El Rey es el padre:“El padre de la nación” se le llama a veces, o, como ocurre en el caso de España, “el primer soldado”, “el primer ciudadano”, “el primer magistrado”, etc. El primero en todo: Aparte del sentido divino o patriarcal, otras monarquías tienen un fundamento patrimonial, que hacen que el rey sea al más rico. El de España no está precisamente en la lista de los pobres, sino todo lo contrario.

En la incansable búsqueda de elementos que conecten directamente a las monarquías –todas las monarquías- con Dios, algunos autores han mostrado gran tenacidad, hasta el punto de concluir que todos los grandes reyes de Europa, y entre ellos se destaca a los descendientes de Hugo Capeto, -es decir, entre otros los Borbones-, pertenecen a la Dinastía del Rey David, lo que los entronca directamente con el mismísimo Hijo de Dios, Jesucristo.

En el número 275 de la desaparecida revista “Historia16”, Juan Tomás de Salas (El mayor secreto de la Historia en “Historia16”, año XXIII, número 275, pág.3), su editor, escribía:

Nuestro colaborador Joaquín Javaloys, tras un concienzudo y pacientísimo trabajo, está en condiciones de afirmar que las grandes monarquías del Occidente de Europa pertenecen todas a la Casa de David o, al menos, tienen sangre davídica en sus venas o en sus ancestros. Son lejanísimos descendientes del gran rey de los judíos y, aunque uno pueda dudar con razón de la veracidad somática de estas larguísimas genealogías, eso no impide afirmar que oficialmente, socialmente, los grandes reyes europeos descienden del Rey David.

O sea, casi nada. Ciertamente, no es para menos descubrir que Juan Carlos I está emparentado con el mismo hijo de Dios. Eso sostiene Javaloys, quien afirma que en la Francia medieval existió una singular familia procedente del rey David de Israel que, por enlaces matrimoniales, hizo que los cristianísimos reyes de Europa occidental fuesen también descendientes de David. En apoyo de su tesis, Javaloys se remite a otros dos autores: Arthur J. Zuckerman y Peter Berling. Según este último, “por sangre real se ha de entender la que corresponde a los descendientes del rey David de Israel, que se refugiaron en el sur de Francia y allí formaron la célula germinal de la nobleza europea”.

Y como  los Borbones de Francia fueron privados del poder real,  inicialmente en la Revolución francesa y, definitivamente, al consolidarse el régimen político republicano –explica Javaloys- en los reyes Borbones de España converge la sucesión biológica directa de esas dinastías, por lo que, al ser los sucesores de la real casa de David, tienen en origen legitimidad para gobernar por derecho divino, al menos para los que siguen aceptando este principio legitimador que tuvo vigencia antiguamente, pero que hoy está en desuso. Gracias a Dios.

Y en cuento a la genealogía, la actual estirpe reinante en España está entreverada por otros aportes biológicos distintos de los apellidos que ostentan De modo que algunos cruces intermedios parecen haberse colado en la estirpe del Rey David. Menos mal que Isabel II permitió que en ella obrase la sangre plebeya (entre otros actores) de Agustín de Puigmoltó, capitán del Arma del Trabajo, los Ingenieros, padre biológico de Alfonso XII, y eslabón esencial de la estirpe, según pruebas aportada por la mismísima soberana.

Las teorías racionalistas transformaron aquel rey de origen divino en el primer magistrado de la nación. Aunque el rey sigue conservando elementos esenciales de su origen y carácter: Es inimputable, trasmite su legitimidad a su sucesor, es el padre de la nación. Pero para encajar todo eso de modo racional hubo que buscarle una justificación: Y ahora se nos dice que tal institución en una forma de gobierno por encima de las contingencias de los partidos políticos, en la que sobresale la idea de su utilidad. Es curioso que éste sea en el siglo XXI el principal argumento de quienes defienden la pervivencia de la Monarquía en España. Y que sea el PSOE uno de los mayores y más convencidos postulantes de esta idea.

El Rey deviene en un poder moderador, arropado por la seguridad política que lo envuelve. Hasta llegar al moderno concepto de Monarquía Parlamentaria, donde el Rey va a perder su poder (“potestas”), pero va a conservar la autoridad. “El Rey reina, pero no gobierna”. Pero la monarquía conserva, empero, un carácter representativo o simbólico frente al nuevo soberano que es el pueblo. Pero el pueblo puede prescindir de esa representación que es el Rey, porque se representa a sí mismo y por tanto, puede instituirse en República. Que es lo que tantos millones de españoles pretenden.

El término “pueblo” significa necesariamente la totalidad de los integrantes de la comunidad política, no cabe otra alternativa. Y lo que se pide es dejar al pueblo que hable por sí mismo, sobre todo en los momentos cruciales como éste.

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