Alemania alerta de que Italia es un caso grave e infeccioso para Europa

El pacto de Berlusconi con la izquierda permite que haya nuevo Gobierno en Italia.
Italia es un caso excepcional a la hora de analizar los sistemas electorales de Europa. Es el único país con pluralismo polarizado que ha logrado sobrevivir a lo largo de las últimas décadas.
Alemania alerta de que Italia es un caso grave e infeccioso para Europa

Italia es, sin lugar a dudas, un caso atípico en las democracias europeas de post guerra, pues es la única con un sistema de partidos polarizado que logró asentarse a lo largo de los años, escapando al final casi generalizado de todos los sistemas extremos que se han dado en nuestra historia reciente, que era el colapso del régimen como sucedió en la República de Weimar o en nuestra II república española. 

Es verdad que Italia presenta dos períodos que se pueden diferenciar en cuanto a actores pero no a funcionamiento: desde 1946 a 1993; y desde 1993 hasta nuestros días. Durante el primer período de casi 50 años, la política italiana pilotó sobre los gobiernos de la Democracia Cristiana, que hasta 1981 no dejaría la presidencia del consejo con la llegada de Spadolini (repúblicano) y posteriormente de Craxi, socialista (1983-1987).

A partir de 1993 se cambia la fórmula electoral y se transita de un sistema proporcional a otro mayoritario, lo que coincide con la caída a principio de los 90 de los partidos que habían sido la parte central de la vida política italiana y que ya, por entonces, se hablaba de crisis del sistema y de partitocracia, lo mismo que ahora pero 20 años antes. ¿Qué ha cambiado, entonces, en la vida política italiana? Muchos dirán que los partidos protagonistas del sistema, pero esto es una verdad bastante relativa pues la mayoría de los nuevos partidos surgidos después del 93 eran o escisiones de los anteriores o movimientos procedentes de las diversas familias ya establecidas en Democracia Cristiana o en el Partido Comunista Italiano, por poner dos ejemplos.

Desde 1994 hasta las elecciones de hace pocos días, Italia ha conocido 8 gobiernos, 7 democráticos y 1 impuesto por Berlín, es decir, el de Monti. En España, desde 1994 hasta el 2011, hemos estado gobernados por 6 ejecutivos distintos, contando ya el de Rajoy. Por lo que es necesario reflexionar, hasta qué punto, el caos político italiano es algo negativo o, como la historia nos apunta, es un rasgo característico de la vida pública italiana, que tan mal no les ha ido cuando son miembros del G-8.

Para entender los resultados de estas recientes elecciones hay que recordar que en el 2005, Berlusconi cambió la ley electoral, introduciendo un umbral de corte parlamentario y una prima a la mayoría, para formar gobiernos estables. Una reforma que no le sirvió de nada, pues en el 2006 perdió las elecciones frente a Prodi. ¿Cuál es el problema? Que Italia cuenta con 2 cámaras simétricas, y ambas deben apoyar la investidura del nuevo presidente aunque sea por mayoría simple. Y aquí está el teórico problema inicial que muchos califican de insalvable, no tanto a la hora de poder formar gobierno sino sobre todo a la hora de gobernar.

Llegados a este punto si hay algo que no ayuda a la estabilidad política de Italia es que Berlín intente interferir y presionar sobre el rumbo institucional que Roma debe tomar. Porque hasta ahora los estados miembros de la UE y de la Unión Monetaria siguen siendo soberanos políticamente, y Monti ya ha sufrido en sus carnes lo que piensan los italianos de los caprichos y antojos del gobierno de Merkel. No es aceptable que el ministro de finanzas alemán compare a Italia con Grecia, y alerte de que Italia es un caso grave y muy peligroso para Europa. ¿Por qué es peligroso para Europa? Lo será, en todo caso, para el eje Berlín-Bruselas, que en la actualidad es un único eje.

Lo que sí parece estar germinándose es un contra poder a los dictados de Alemania que se está construyendo poco a poco en torno a la postura de Francia, contraria a las políticas de austeridad que están llevando a Europa a un callejón sin salida. Lejos de asustarnos por los resultados italianos, o verlos como un caos, hay que relativizar el problema y comprender que la auténtica lectura de fondo es que los italianos han rechazado en las urnas de manera contundente los proyectos alemanes en torno al Euro y que se encarnaban en Monti.

Italia no le ha dado la espalda a la política, ni se ha producido ninguna bofetada a los políticos, pues votaron el 75% de los electores, algo por debajo eso sí de la media de participación histórica. En Italia lo que se ha producido es un sonoro no a las políticas de Alemania y al intervencionismo alemán en la soberanía de los estados europeos. Y esto es lo que, precisamente, le asusta al ministro de finanzas alemán.

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