¿Y ahora qué hacemos con el Valle de los Caídos y sus instalaciones?

Valle de los Caídos. / Mundiario
Cuelgamuros dispone de unas instalaciones para congresos.
Cuelgamuros, que tiene unas excelentes instalaciones para congresos, podría convertirse en un centro de estudios sobre la guerra civil y la historia de España.
¿Y ahora qué hacemos con el Valle de los Caídos y sus instalaciones?

El doctor Sánchez anunció hace unos meses, en uno de sus viajes a Chile, su propósito de convertir la basílica de Cuelgamuros del Valle de los Caídos en un gran centro para la reconciliación nacional. Sobre este asunto ha dicho otras cosas. Como es sabido, el presidente en funciones se caracteriza, como resaltan sus turiferarios, por no sentirse concernido por sus palabras, sino por sus objetivos; es decir, puede decir una cosa y hacer la contraria, como recientemente recordaba un conocido escritor que lo retrató.

Una vez retirado el cadáver de Franco y sin dejar que el asunto se enfríe un poco parece que vamos a entrar en una etapa de necrofilia o necrofobia, y el referido doctor se propone mover al fundador de la Falange y trasegar el resto de los despojos del gran osario que es aquel lugar. Que devuelva –pese a las dificultades que ello conllevará– los restos de los republicanos llevados allí a la fuerza contra la voluntad o desconocimiento de sus deudos o también de los caídos del otro bando no puede merecer otra cosa que respeto. ¿Pero qué van a hacer con el resto, con los despojos no identificados y anónimos? Recuerdo ahora que es corriente en cementerios de la segunda guerra mundial, donde yacen soldados no identificados que suele poner en sus tumbas: "Aquí yace un soldado anónimo, conocido solamente por Dios".

Estos días se ha hablado de desacralizar el templo y convertirlo en un cementerio civil, hasta el extremo de que algunos entienden que no tiene sentido que esté presidido por un símbolo cristiano (o sea, que habrá que derribar la cruz) y regido por una comunidad monacal, en un país aconfesional. Todo promete que vamos a entrar en una peligrosa espiral de incalculables efectos que vuelvan a agitar viejos sentimientos de enfrentamiento y división entre la sociedad española, como si ya tuviéramos pocos problemas en ese sentido.

Pero lo peor de esto es que en la cúpula de este proceso se encuentra una persona que ha demostrado un supino desconocimiento de la historia de España, del mundo y de su propio partido. Sus meteduras de pata, por cierto, sin rectificar son de antología, como cuando atribuyó al PSOE la Ley del Divorcio, o cuando dijo que España no pudo estar presente en la conferencia de San Francisco, de 1945, en que se fundó la ONU, ignorando que entre los fundadores de esta institución se encontraba la URSS de Stalin, que no era precisamente una democracia.

Sánchez anuncia que se propone seguir moviendo cadáveres en Cuelgamuros, sin que sepamos, aparte de esto, qué otros planes tiene para aquel lugar. ¿No podía dejar este asunto para tratar con calma y consenso en otro momento y ocuparnos de los problemas acuciantes del país con el mismo entusiasmo?

Durante el franquismo, Cuelgamuros funcionó, entre otras cosas, dadas sus instalaciones, como un centro de congresos y reuniones de carácter social y sindical, dentro obviamente de la ortodoxia del régimen. En ese sentido podría ser un gran centro de estudios sobre la guerra civil, un centro de documentación y bibliografía que reuniera los materiales adecuados y pusiera a disposición de los investigadores un caudal de información. Es más, no sólo referido a la guerra civil, sino a la historia contemporánea de España. Pero, en todo caso, hay que aprovechar las instalaciones. @mundiario

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