El afilado diente del mal que otorga más poder al poder

Artur Mas.
Artur Mas.

La perversidad cohabita hoy en el engaño y la corrupción de ciertos poderes. Al mordisco. Al 3%. Si no, que se lo pregunten al aún presidente de la Generalitat.

El afilado diente del mal que otorga más poder al poder

La perversidad cohabita hoy en el engaño y la corrupción de ciertos poderes. Al mordisco. Al 3%. Si no, que se lo pregunten al aún presidente de la Generalitat.

A primera vista, entiendo que las desgracias que nos proporcionan los elementos, nada tienen que ver con la mala vida que nos ‘venden’ cierto políticos. No pretendo ser derrotista, pues, pese a todo, el mundo sigue su dulce curso hacia el bienestar social, bien distinto al vivido por nuestros antepasados durante tantos años. Pero las terribles crisis económicas (casi siempre intencionadas, para así obtener de ellas el mayor lucro posible), hacen de repente que un país retroceda décadas. Es como destruir una casa para hacerla nueva, y eso lleva tiempo y dinero. Frente a una situación de semejante calibre, sabemos cuándo entramos, pero no cuándo saldremos. ¿Pero y el pueblo? El pueblo es siempre un mandado; el pobre pueblo puede arrimar el hombro y, con ese coraje que da la valentía, mano sobre mano, intenta reconstruirse su propio mundo. Solo que antes hay que saber luchar contra el dolor y las lágrimas. 

“Prefiero el dolor a la muerte”, dijo William Faulkner. Diría eso porque es bien cierto que quien no soporta el dolor se ve obligado a echar mano a procedimientos más dramáticos, a veces con tan malos resultados, que no sirven sino para echar más leña al fuego, ese fuego convertido ya en polvorín. Siempre hay que comenzar, comenzar de nuevo. Pero, entretanto, esa lacra es tan brutalmente dañina y miserable que se lleva por delante a hombres, mujeres y niños -rotas sus vidas-  directamente a la penuria de la pobreza más trágica.

Pasa como con el ruido ensordecedor: que aun siendo un sonido aparentemente pasajero, se asemeja a cientos de tambores zumbando a todo trapo. Puede que a día de hoy haya menos que entonces, pero aún se ven las espadas en alto; y eso, en un paisaje huraño da mucho qué pensar.

Poderosa razón para erradicar el mal. Bueno sería para todos; y especialmente para que el hombre relaje el ritmo de su corazón.

Herodoto, matemático e historiador griego (488-425 a. de Cristo), dijo: “No intentes curar el mal por medio del mal”. Y hoy, tras muchas guerras absurdas, el mundo, superpoblado ya…, ve cómo crece su población, a la vez que decrecen sus recursos. Y todo, por culpa de las guerras, una parte del mundo cae en manos del hambre y la miseria. Magnates y malos políticos no tienen poca culpa de estas catástrofes. Y gracias a que la furia de las luchas cainitas se ha refrenado, comparada con aquel largo pasado cruel y perturbador de otras épocas.

Pero bueno, así vamos: paso a paso. Con la perversidad de los tiempos. Pero, obviamente, hoy no es ayer ni mañana será hoy. Aunque seguirá existiendo el mal. Otro mal, pero seguirá. Piénsese, por ejemplo, que el mayor mal ya no está en las flechas, ni en las bayonetas, ni en los tanques, ni en los misiles de largo alcance. La perversidad cohabita hoy en el engaño, ese vergonzoso engaño a la vida de cada cual, fuertemente atado y a la corrupción, al oscuro trapicheo de ciertos poderes; a la envidia, la estupidez. Al mordisco. Al 3%. Y si no, que se lo pregunten al todavía presidente de la Generalitat. Más poder para el poder, más dinero para el dinero, más fama para la fama, y más engaño para el engaño… Ahí anida el mal. Sale y entra por el mismo agujero. Es el mal en estado puro. Razón por lo que nunca debe darse por cierto algo que, solo porque brilla, ya es oro; no, pues enseguida verás que se trata de una simple alucinación. Y nadie quiere ser heredero de un imperio de polvo y telarañas.    

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