Adiós a Eduardo Punset: Luces y sombras de una personalidad arrebatadora

Eduardo Punset.
Eduard Punset.

El divulgador científico, director y presentador del programa 'Redes' durante 18 años Eduard Punset, también ex ministro, falleció en Barcelona a los 82 años.

Adiós a Eduardo Punset: Luces y sombras de una personalidad arrebatadora

El ex ministro y divulgador científico Eduard Punset ha fallecido a los 82 años en Barcelona. Esta mañana compartí la noticia de su muerte con amigos comunes, y uno de ellos me hablaba de como se le había utilizado últimamente cuando sus fuerzas estaban muy disminuidas. Parecía haber olvidado el lema de Foro –“las soluciones a los problemas son lógicas, no ideológicas”–, cuya fundación arrancaba firmando ante notario los estatutos tres hombres y tres mujeres, en tiempos donde la igualdad de sexos ni estaba ni se la esperaba.

Fui invitada al Parlamento Europeo en 1990 por el grupo liberal, cuando él estaba de europarlamentario. Sus ritmos y su tiempo en aquel entonces hicieron que se "equivocara", como reconocía en privado, como cuando eligió una comisión que suponía sin apenas trabajo y la caída del muro de Berlín provocó que fuera de las más importantes y ocupadas, teniendo que liderar parte del proceso de transformación económica de los países de Europa del Este.

En aquel entonces recibió una oferta de su antiguo jefe, Michel Camdessus, director gerente y presidente del directorio ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), para una de las tres vicepresidencias; sin duda le gustaba más la política y todavía faltaban tres años para acabar su período de europarlamentario. Tenía muchas dudas, pero decidió que iba a montar su equipo.

Descubrí entonces que mi invitación no había sido tan inocente: durante tres días estuve en reuniones informales, comidas, presentaciones, ...  en fin, examinada sin saberlo. La víspera de mi partida me comenta la noticia: había decidido que sería una buena jefe para su gabinete. Tenía que ir a casa, coger la maleta y directa a Londres a un curso intensivo de inglés. Esa noche no dormí; si aceptaba mis hijos estarían en los mejores colegios pero mi tiempo ya no era suyo. Y mi hijo Antón, su ahijado, ¡era tan pequeño!, tenía dos años. Aunque no acepté, su propuesta hizo que en una etapa muy dura de mi vida volviera a valorarme. Alguien más de su pretendido equipo también le falló, y decidió seguir en política. Al poco tiempo creó Foro.

Era humano y también a los demás nos permitía equivocarnos, pero solo lo reconocía después de abochornar a quien fuera con un tremendo cabreo. Sabía reconocer tu trabajo y te apoyaba sin condiciones, como cuando organizando su agenda en la presentacion de unos de sus libros en A Coruña, su editora no dejaba de plantear problemas, lo que él zanjó con un escueto: “Eva, tu agenda es mi agenda”.

Últimos recuerdos

Hace cinco años vino a Coruña, a la boda de mi hijo Alberto y le encontré muy desmejorado, pero sus ansias de vivir seguían intactas. La relación entre ambos fue algo más que entre inquilino y propietario, ya que las veces que iba a Londres, antes de su boda, el pequeño apartamento de Camdem era también su alojamiento. Los dos tenían obligaciones curiosas, como mantener viva una gigantesca kentia de casi tres metros y ambos disfrutaban poniéndose al día en nuevas tecnologías y lo que nos depara el futuro. Se intercambiaban libros y teorías. Su ofrecimiento para que Alberto presidiera su fundación tampoco tuvo una respuesta positiva y su colaboración profesional no pasó de un par de artículos publicados en su revista Redes.

Sin saber que era mi hija, Adriana participó en un programa de Redes cuando fue elegida para el campus de Excelencia de Fuerteventura por su trabajo fin de carrera. Su entrevista al Nobel de medicina Richard Roberts aparece en dicho programa.

Años más tarde y ya enfermo de cáncer fue al Colegio Mayor de su ahijado Antón a cerrar el curso académico con una breve charla. Sus fuerzas no le permitían más. Antón en su viaje de un año alrededor del mundo, solo, con una mochila de 8 kg y muchas incertidumbres, experimentó lo que su padrino decía de la necesidad de salir de la zona de confort para crecer.

Si miro hacia atrás, pienso que muy pocas veces nos hemos visto en estos casi 40 años, pasando años sin ni siquiera hablarnos por teléfono, pero cualquier día a cualquier hora, desde cualquier parte del mundo, podía llamar para preguntar cualquier tontería como si hace cuestión de minutos estuviéramos tomando café. Los que le conocimos echaremos de menos a esa alma loca que nos inculcaba que “no se podía ir mas de diez pasos delante de la gente, o nos encontraríamos gritando solos” y que sin embargo se permitía –normalmente en los postres de la cenas, a su pequeño grupo que le escuchábamos embobados–, dejar volar su imaginación e ir cien pasos mas allá.

Sin duda gente como él nos ensancha el horizonte. Descansa en paz mi amigo. @mundiario

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