¿Acertó Fucuyama: el fracaso de la integración de los musulmanes era una bomba de tiempo?

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Policía religiosa musulmana en Europa

Fukuyama advirtió el fracaso de la integración de los musulmanes en Europa era una bomba de tiempo que ya había contribuido al terrorismo y podía llegar a convertirse en una amenaza para la democracia.                   

¿Acertó Fucuyama: el fracaso de la integración de los musulmanes era una bomba de tiempo?

Estos días, se pueden leer y escuchar cosas asombrosas como “Que hay que hablar con el Estado Islámico;  “Lo de París es una acción de guerrilla urbana en respuesta a los ataques a Siria, no propiamente terrorismo”; “No es hora de acciones militares, sino de diálogo” o de análisis que pretenden mantener la equidistancia entre el terrorismo islamista en Francia y la respuesta del Estado francés en las bases del Califato, culpando a Occidente de este fenómeno. Pero la guinde es la insólita ocurrencia de Juan Luis Cebrián, culpando a la Reconquista de los problemas con el mundo musulmán de nuestro tiempo. En realidad sigue la senda de un conocido y premiado intelectual residente en Marruecos, sistemático atacante del “Mito de Santiago”, frente a las teorías de Américo Castro y Sánchez Albornoz en que fue la “anti Kaaba”, la respuesta para dar esperanza en la victoria de los cristianos que sufrían las razzias sarracenas.

Es muy cierto que el enfoque del problema que supone para Occidente el terrorismo islámico no se puede reducir sin un anáisis de la serie de factores (incluidos los propios errores cometidos por los Estados Unidos y Europa) que convergen sobre el mismo: las extrañas relaciones de Estados Unidos con la medieval monarquía saudí, el apoyo a los talibanes cuando la URSS invadió Agfanistán, la primera campaña contra Irak, las diversas intervenciones en la región, los cambios de bando y la inesperada evolución de la llamada primavera árabe, los intereses económicos, etc, y los apoyos que han podido recibir de forma directa o indirecta por el IE y Al Qeda.

Esa es una parte del problema. Eso está ahí. Pero hay algo más: El fracaso de la integración de los musulmanes en Europa.

El avance del Islam integrista

Conviene tener presente que las monarquías arábigas promueven la creación de mezquitas en Europa -negando por completo el derecho recíproco a las demás religiones- y financian generosamente circuitos de actividades culturales, académicas y sociales para favorecer, entre otros objetivos, la captación de las poblaciones musulmanas emigradas para doctrinas estrictas o integristas del Islam -hallando especial facilidad en las segundas y sucesivas generaciones de - y la creación de un estado de opinión pública predispuesto a comprender, como mínimo, la posición del mundo islámico en sus demandas frente a Occidente.  

Sartori nos advierte al respecto: "Entre los estudiosos siem­pre es obligado distinguir entre un Islam abierto y razonable y el Islam cerrado por el rechazo. Pero la realidad es que es el Islam puro y duro, el Islam fundamentalista, el que se ha reanima­do y reavivado entre las masas"

Y por si quedan dudas, señala en el mismo sentido:

El argumento fundamentalista es que la decadencia y la humillación de los pueblos musulmanes vienen del abandono del Islam "auténtico". Los musulmanes han sido la "me­jor nación del mundo", mientras que han ob­servado fielmente la shari'a, el camino señalado por Alá; y han perdido supremacía porque se han alejado de ella. Y por lo tanto hay que purificar al Islam de cualquier influencia y corrup­ción occidental.  [...] De hecho el Islam "auténtico" crea ea ipso  grupos militantes que persiguen con la acción (violenta cuando es preciso) tres objetivos: primero, purificar el mun­do musulmán; segundo, conquistar para la fe  a los países parcialmente musulmanes; tercero, volver al asalto de Occidente reabriendo la "guerra santa".

El Islam nace como una "fe universal", armada y guerrera. Las otras religiones confían su expansión al proselitismo misionero. El Islam no. En la visión islámica el mundo se divide entre tierra de Islam y, preci­samente, tierra de guerra santa que el creyente debe conquistar para la fe. Un primer tema es, pues, que el renacimiento del islamismo autén­tico lleva consigo  un deber de conquista, de conquista de los infieles.

 

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La población musulmana de Europa crece.

 

La Umma o comunidad de creyentes del Islam comprende a todos aquellos que profesan la religión del Profeta Mahoma independientemente de su nacionalidad, origen, sexo o condición social. Dicho de otro modo, la Umma es como un círculo cerrado, dentro del cual solamente se instalan los musulmanes. Dar el Islam es la Casa de Dios. La Umma, la comunidad de los creyentes. Fuera, es decir, Dar el Hard, está la “”casa del pecado”, los infieles.

La reconquista de Al Andalus

En España vive oficialmente en torno al 1,8 millones de musulmanes, de forma legal. En cuanto al número de irregulares, sencillamente no se sabe. En total, 32 millones de residentes europeos son musulmanes.  Las frecuentes alusiones de Al Qeda y el IE a la "Reconquista de Al Andalus", es decir, España, son un anhelo compartido por otros musulmanes menos radicales, pero que asumen como un deber propio contribuir a la recuperación de aquellos territorios donde un día se entronizó el Islam. Los estudios más recientes y la experiencia en otros países europeos, como Francia o Alemania, muestra que amplios sectores de la población musulmana, ya nacidos y educados en       estos países, se han impermeabilizado frente al resto de la sociedad, manteniendo su unidad interna con criterios identitarios de un fuerte carácter religioso. La experiencia del Reino Unido, donde una parte significativa de los jóvenes británicos, de origen musulmán, nacidos en el país y ciudadanos plenos de Derecho, declaró no sentir deber de lealtad al país, sino a su comunidad, puede ser un buen elemento de reflexión para nosotros.

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El Corán ordena todos los actos de la vida de un musulmán.

 

Y aunque sería desproporcionado asociar automáticamente estos movimientos políticos a los grupos proselitistas del integrismo islamista, tampoco sería realista ignorar los vínculos que se han detectado entre unos y otros.

Sus opiniones (en diversas formas, entrevistas o declaraciones) aparecen en Webislam y en otros de los foros de Internet para la islamización de España. Veamos algunas ideas y reflexiones:

  • > Al Ándalus seguirá siendo Al Andalus para los musulmanes de todas las épocas. Eso está ahí, nosotros no lo hemos creado. Aquí tenemos nuestros muertos, que están vivos, a la espera del Día de la Resurrección.

  • > España debe recuperar su parte de identidad islámica que le toca y su puesto privilegiado entre las naciones de cultura árabe. Debe rentabilizar el hecho de tener un patrimonio islámico excepcional, un acuerdo de cooperación entre musulmanes y el estado español que es único y unas autonomías con gran población de musulmanes.

  • > Hay un proyecto muy bonito que se ha presentado a los libios que es financiar el establecimiento en cada pueblo de Andalucía de un profesor de árabe, un hombre bueno y culto que, con paciencia, vaya haciéndose un personaje importante en el desenvolvimiento de la vida de ese pueblo.

En defensa de la sociedad pluralista

Giovanni Sartori, Premio de Ciencias Sociales "Príncipe de Asturias", defiende una sociedad pluralista, basada en la tolerancia, el consenso y la integración dentro de la diversidad, pero se opone al multiculturalismo, pues entiende que éste propone una sociedad en la que las culturas minoritarias coexisten sin interrelacionarse: cuando esas subculturas rechazan el pluralismo, la sociedad abierta se pone en riesgo a sí misma. En este sentido, concluye que los musulmanes no han llegado a integrarse en parte alguna.

Sin ningún complejo, el profesor Sartori predijo hace años de lo que podría ocurrir a medio plazo en Occidente si determinados grupos se instalaban, pero no se integraban, dentro de la sociedad pluralista y su sistema de valores, ya que aspiran a vivir dentro de ella. Lo menos que puede pedírseles, si quieren ser ciudadanos, es que acepten las obligaciones de tal ciudadanía.

En este sentido, Huntington escribió: "La estructura de lealtad política entre árabes y, más en general entre musulmanes, ha sido en general la opuesta de la del Occidente moderno". Argumenta Huntington que en todo el Islam, el grupo pequeño y la gran fe, la tribu y la ummah, han sido los principales centros de lealtad y compromiso y el Estado nacional ha sido menos importante.  La obligación de extender el Islam por todo el mundo, sometiendo a los infieles, no es una pretensión de los fundamentalistas. Es una parte esencial de esta doctrina, como advierte Bernard Lewis, en un libro clásico sobre la materia,"El lenguaje político del Islam".

El jihad es uno de los mandamientos básicos de la fe, una obligación que Dios ha impuesto, a través de la revelación, sobre todos los musulmanes. […] La base de la obligación del jihad es la universalidad de la revelación musulmana. La palabra de Dios y el mensaje de Dios son para toda la humanidad; es deber de aquellos que la han aceptado esforzarse sin descanso por convertir o al menos someter a los que no la aceptan. Esta obligación no tiene límite de tiempo ni de espacio. Debe continuar hasta que el mundo entero haya aceptado la fe islámica o se haya sometido al poder del estado islámico.

 

Bomba de tiempo
En agosto de 2007, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama manifestaba que el fracaso de la integración de los musulmanes en Europa era una bomba de tiempo que ya ha contribuido al terrorismo y podía llegar a convertirse en una amenaza para la democracia. Tal parece que acertó en su advertencia. En un artículo publicado en Il Corriere della Sera, decía entre otras cosas:
Sean cuales fueren las causas, el fracaso europeo del intento de crear una mejor integración de los musulmanes es una bomba de tiempo que ya ha contribuido al terrorismo, que por cierto provocará una reacción más firme de los grupos populistas y que posiblemente llegue a convertirse en una amenaza para la democracia europea misma. La solución del problema requiere un cambio del comportamiento de esa minoría inmigrante y de sus descendientes, pero también del de la comunidad nacional dominante. […]. A causa de un erróneo sentido de respeto por la diferencia -y tal vez por sentimientos de culpa poscoloniales-, se otorgó a las comunidades culturales una excesiva autoridad para fijar las reglas de conducta de sus miembros. El liberalismo no puede basarse en los derechos de los grupos, porque no todos los grupos sostienen valores liberales. La civilidad de la Ilustración europea, de la cual es heredera la democracia contemporánea, no puede ser culturalmente neutral, dado que las sociedades liberales tienen valores propios que resguardan la igualdad de los valores y de la dignidad de los individuos. Las culturas que no aceptan esas premisas no merecen igual protección en una democracia liberal. Los miembros de la comunidad inmigrante y sus descendientes merecen ser tratados en un plano de paridad como individuos pero no como miembros de la comunidad cultural.

 

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