¿Le abrirá Pedro Sánchez la puerta a Ciudadanos o a UPyD?

Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez.

Triunfante su ego, mecido por aclamaciones y vistos los primeros gestos, Sánchez podría instaurar un cesarismo que desnaturalizaría su partido, precipitándolo al abismo antes que después.

¿Le abrirá Pedro Sánchez la puerta a Ciudadanos o a UPyD?

Los primeros pasos del novel secretario general y de su cohorte, más o menos notoria, confirma la tesis expuesta en mi artículo “Rivera gana las primarias del PSOE”. El informe de Vicenç Navarro, aparecido en el diario Público en marzo, desmenuzando “el porqué del declive electoral del PSOE” y el libro de Josep Borrell “Los idus de octubre”, publicado a primeros de mayo, donde -en clásico paralelismo- comenta la muerte política a traición de Pedro Sánchez, anuncian las presuntas razones de lo que puede esperarse. El señor Navarro imputa a las políticas neoliberales la crisis económica y los recortes sociales, al tiempo que justifica el hundimiento socialdemócrata por la merma de base al transformarse el proletariado en clase media.

En esa dinámica, desdeña de golpe que ha ocurrido justo lo contrario: las clases medias se han proletarizado debido a las políticas socialdemócratas impuestas por PSOE y PP. El empobrecimiento y la deuda generada por los sucesivos déficits consiguieron depauperar el mundo laboral y clases pasivas, genuinos representantes de la llamada clase media. Hoy, esta ha desparecido y sin ella se ha configurado un Estado indigente, ruin. En toda Europa, con mayor firmeza en los países mediterráneos, ha aparecido una decimonónica clase proletaria. De ahí el triunfo efímero, maquinal, de los populismos comunistas. La cordura lleva a las naciones avanzadas culturalmente, como Francia y Holanda, al triunfo inobjetable de partidos liberales; único medio de recuperar el patrimonio perdido.

Decía que el señor Borrell, a su vez, exoneraba a Pedro Sánchez de toda responsabilidad en los sucesos ocurridos el uno de octubre de dos mil dieciséis y que terminaron con su renuncia a la secretaría general del PSOE. Pareciera generación espontánea, tal vez azar, el hecho deplorable del bloqueo parlamentario para nombrar nuevo gobierno en dos ocasiones. Don Josep mantiene la falsedad de la operación Frankenstein, montada -según él- por partidarios de Susana. Opina, a su vez, que la pérdida de apoyo electoral venía de Zapatero. No obstante, los datos son impúdicamente tozudos. Zapatero acarició dos legislaturas con once millones de votos cada una, algo más la segunda. Rubalcaba obtuvo siete millones y Sánchez cinco y medio y cinco cuatrocientos mil votos respectivamente. Desde mi punto de vista, el señor Borrell hace un análisis bastante sui géneris. Sería injusto echarle toda la culpa al recién llegado, pero no menos que absolverlo totalmente. Recordemos la hondura de aquel proyecto político sintetizado en el “no es no”. Sobran reparos y falta autocrítica.

Con estos antecedentes, triunfante su ego, mecido por aclamaciones y vistos los primeros gestos, el señor Sánchez va a instaurar un cesarismo vengativo que desnaturalizará el partido precipitándolo al abismo antes que después. Empieza el juego del ratón y el gato con Podemos al que se acercará tanto, en el aspecto político-económico, que parecerán uno solo. Probablemente los votantes no le den tiempo a ello si hubiera adelanto electoral, punto poco probable. Si fuera inteligente cambiaría de asesores y dejaba capear el temporal. Debe reconocer que la Moncloa se le muestra lejana, casi inaccesible. Mojado va a sacar cuatro votos y si se presenta enjuto cinco; al rectificar, perdería confianza en los suyos y no conseguiría atraer aquella anterior malograda por abandono de credo. Al carácter veleta le acompaña esa mortificación.

Aclarados estos puntos sustantivos: el afán de revancha, la lateralización siniestra y las políticas fiscales (anti proletarias de rebote), le llevan a dejar libre un espacio importante. Imaginemos, y no sería descabellado, que la abstención hoy procede básicamente de la izquierda tibia, al menos cinco millones podrían acabar en un partido de nuevo cuño. Tendría que presentar un currículum inmaculado y priorizar la creación de riqueza como única forma de poder redistribuirla. Reconozco su complejidad entre tantos tiburones pero no hay otra manera de rearmar una democracia que se nos escapa poco a poco, sin darnos cuenta. Porque esta coyuntura penosa no procede de cuestiones ideológicas sino de inexistente decencia pública. El resto se resuelve aplicando leyes físicas: queda un hueco, pues lo rellenamos enseguida.

Cierto que se han conjurado los poderes políticos, financieros y empresariales. Ellos son los mayores culpables, pero nuestra negligencia ha sido cómplice necesaria. Hemos pecado por inacción. El marco que nos rodea, además de inmoral, podrido, es intolerable. Solo levantando la voz podemos extinguir tanto desbarajuste.  Saquear lo público, un grado insultante de incivismo y saltarse la ley a la torera, conforman las maldades que ahogan una convivencia en paz. Estamos locos o a punto de conseguirlo. Por otro lado, investigadores de laboratorio proclaman la llegada de tiempos nuevos que requieren respuestas lozanas. Derrumban las viejas políticas, caducas, y ponen el acento en los populismos cuya metodología arranca, paradójicamente, del siglo XIX.

Espero, sin embargo, que Ciudadanos -verbigracia- sepa proyectar ideas rigurosas, pragmáticas, que (tomando la educación como columna vertebral) puedan sacarnos de esta crisis pertinaz. Ojalá sus hombres y mujeres sean capaces de actuar con integridad. Han de tener claro que, más allá de eslóganes y autocomplacencias, la pobreza es madre de la lucha de clases. Ahora mismo es el partido que se encuentra en condiciones ideales para ocupar el espacio que tan neciamente dejara huérfano un PSOE inane, estéril.

Si de mí dependiera, UPyD sería un partido con futuro espléndido. Desaparecido el PSOE ebrio de insipidez, España debe consolidarse a través de tres partidos con diferencias mínimas. Una derecha liberal con querencias sociales. Un centro equilibrador capaz de ladearse a un lado u otro, según ordenen los electores, participando con exigencia en la gobernabilidad. Por último un partido de izquierda moderada, sin complejos ni deudas, que aplique políticas sociales en una economía liberal. Ni han cambiado los tiempos ni las ideas. La juventud, como dijo Bernard Shaw, es una enfermedad que se cura con los años. Cualquier salvapatrias que cultive el extremo ideológico, incluso lo aparente, resucita un adefesio del pasado. Países de nuestro entorno, poco a poco, van encontrando satisfacción a sus anhelos. Caminemos nosotros también por la ruta marcada.

Comentarios