El 10-N oscureció el aniversario de la histórica desaparición del Muro de Berlín

Restos certificados del Muro de Berlín. / Mundiario
Restos certificados del Muro de Berlín. / Mundiario
Marcó el comienzo del fin de un sistema que había nacido con el triunfo de la revolución soviética en la Rusia zarista de 1917 y que había conocido un fuerte impulso en la Europa del este como consecuencia de la derrota del nazismo a partir de 1945.
El 10-N oscureció el aniversario de la histórica desaparición del Muro de Berlín

Más allá de las anécdotas vividas durante el propio 9 de noviembre de 1989, aquel acontecimiento representó el comienzo del fin de un sistema que había nacido con el triunfo de la revolución soviética en la Rusia zarista de 1917 y que había conocido un fuerte impulso en la Europa del este como consecuencia de la derrota del nazismo a partir de 1945. Durante más de 70 años, el modelo capitalista que se había construido durante muchas décadas en el territorio europeo tuvo una respuesta en el llamado socialismo real, un intento de ordenar las relaciones sociales y económicas en base a criterios y valores divergentes de los que se habían conocido hasta entonces en el mundo más desarrollado.

El fracaso del modelo soviético ha sido bastante analizado en los ámbitos académicos y en una parte significativa de la izquierda menos vinculada a la ortodoxia que emanaba de los círculos dirigentes de Moscú. Sin embargo, en aquellos sectores que se sentían más identificados con el “bloque socialista” -los tradicionales partidos comunistas de los países occidentales y algunas fuerzas que habían nacido en la década de los sesenta- la sorpresa y el desconcierto por lo sucedido cortocircuitaron una reflexión suficientemente profunda sobre las deficiencias y los errores que presidieron la labor de las elites dirigentes de aquellos partidos “hermanos” del este europeo. La tentación conspiranoica se instaló en demasiadas personas y ocasiones: la explicación del derrumbe se buscó en los efectos de la estrategia de guerra fría diseñada por Washington a partir del final de la II Guerra Mundial. Según esta versión, la clave había estado en los aciertos ajenos más que en los errores propios. Esta incapacidad autocrítica ha lastrado gravemente la credibilidad de las organizaciones políticas herederas del mundo soviético. 

La caída del muro de Berlín llevó a Francis Fukuyama a profetizar el fin de la evolución histórica y el triunfo definitivo de la democracia liberal. Para otros pensadores ubicados en parámetros de izquierda, el fracaso del comunismo soviético constituía un incentivo propicio para alumbrar el fortalecimiento de los partidos socialdemócratas por cuanto estos encarnaban una alternativa más sólida al orden capitalista que habitualmente defendían los partidos liberales y conservadores.

Treinta años después de semejantes predicciones, la realidad mundial -y, más concretamente, la que concierne a los países más desarrollados del planeta- dista mucho de haber encontrado un orden social capaz de armonizar la creación de riqueza, la reducción de las desigualdades entre las personas y los territorios además de la consolidación de regímenes democráticos de calidad.

Que personas tan significativas como Sarkozy y Ana Patricia Botín hayan postulado -más o menos recientemente- la necesaria refundación del capitalismo certifica que el triunfo de este modelo frente al que regía en la URSS no ha provocado la mejora de las condiciones de vida y de trabajo que muchos habían pronosticado. El estado de postración notable en el que se encuentra la socialdemocracia europea es otra prueba contundente de la carencia de una alternativa esperanzadora a las miserias del presente. @mundiario

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