El 10-N, la momia de Franco y las guerras culturales

Captura de TVE con la bandera republicana tras la exhumación de Franco. / Mundiario
Captura de TVE con la bandera republicana tras la exhumación de Franco. / Mundiario
Pese a haber muerto hace 44 años, el dictador Francisco Franco entró en los discursos de los candidatos de este 10-N, en las guerras culturales y en la política de laboratorio en la que tan bien se mueve la derecha.
El 10-N, la momia de Franco y las guerras culturales

Cada vez parece más evidente que la decisión de repetir elecciones puede volverse contra Pedro Sánchez. Con la repetición electoral, el PSOE pretendía abrir brecha en el electorado de Ciudadanos y buscar que Íñigo Errejón disputara el mismo electorado que Unidas Podemos. Pero parece que nada pasó según lo que esperaban en la Moncloa y en Ferraz: la caída de Ciudadanos alimenta básicamente al PP, y algunas encuestas hablan de que el 50% de los electores que apostarán por Más País vienen del PSOE. Jugada redonda.

La derecha vive su momento populista. Tienen cancha para jugar y una vida más regalo de la Moncloa. Cataluña y la momia de Franco son los elementos que la movilizan. La ultraderecha de Vox estira los marcos y atrapa a Pablo Casado y a Albert Rivera. Si Casado tiene un gesto con Mariano, la caverna mediática que ellos mismos crearon los golpea. Pero sobrevivirán. Albert no lo tiene tan fácil, sus bandazos denotan nerviosismo. No solo pierde votos sino también apoyos dentro de esa buena gente que no se presenta a las elecciones.

Cataluña también vota este 10-N. El presidente Pedro Sánchez aparece como hombre de Estado. A lo mejor le sale bien la jugada si el PSC ocupa el espacio de Ciudadanos. Los de Colón renuncian a esa batalla porque piensan que así ganarán en España. Otros hacen equilibrios imposibles y dejan quedar a Xavier Doménech como un outsider. La izquierda española necesitará los votos catalanes soberanistas. Sánchez prefiere a ERC, pero si necesita otros apoyos será él quién se pondrá al teléfono. Hasta sería gracioso si no tuviéramos aún presentes las duras condenas del Tribunal Supremo y la brutalidad policial contra manifestantes y periodistas que no abren telediarios. El circo continúa.

El PSOE está demostrando una gran capacidad para rehacer lo que no le salió. El problema es que ya venimos de ver como el electorado progresista se concentraba en Pedro Sánchez por miedo a la ultraderecha: eso fue el 28-A. En la política espectáculo la repetición de movimientos exitosos puede hacer que ya lleguen desgastados. Su fortaleza es que Unidas Podemos, Más País y el sector marianista del PP estarían dispuestos a permitir de una o de otra manera a investidura de Pedro Sánchez. Una manera como cualquier otra de asumir el 10-N en posiciones subalternas.

Desde 1978 el PSOE jugó a satisfacer culturalmente y representar al pueblo de izquierdas. Lo hizo así para llegar al poder y en el momento en el que pisó moqueta apostó por neutralizar las políticas de izquierda. Pensemos en las privatizaciones de empresas públicas. En la entrada de España en la OTAN. Todas esas decisiones fueron bendecidas en Ferraz. Tanto es así que de los 44 años en los que Franco estuvo en el Valle de los Caídos poco más de la mitad correspondieron a gobiernos socialistas. 

La historia del PSOE demuestra que cuándo toca gobernar no se quiere desconectar de los que mandan sin presentarse a elecciones. Esos que tanto le deben a Francisco Franco y que son –fuera de performances, y junto con algunos sectores del aparato del Estado– el último reducto del franquismo. @mundiario

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