​Pedro Sánchez presidirá un Gobierno de transición hacia las elecciones

La Moncloa, el palacio del Presidente del Gobierno español.
La Moncloa, el palacio del Presidente del Gobierno español.

Mientras el PP de Mariano Rajoy se enrocaba, Pedro Sánchez percibió y lideró la necesidad de cambiar de gobierno antes que contemplar la agonía irremediable del Ejecutivo popular. Solo Ciudadanos ha quedado en tierra de nadie.

​Pedro Sánchez presidirá un Gobierno de transición hacia las elecciones

La moción de censura, primera que triunfa en la historia democrática, ha sido un ejemplo de normalidad. Salvo el áspero debate entre los pPresidentes saliente y entrante, las demás intervenciones han dejado la imagen de un Pedro Sánchez constructivo, posibilista y moderado frente a un conjunto de portavoces que sólo coincidieron en certificar el final del ciclo popular.

El PP, tras haber roto con Ciudadanos durante las últimas semanas, estaba ya en precario. Si desde el comienzo de la legislatura la inestabilidad ha sido inevitable, tras la reciente sentencia del caso Gurtel, el Ejecutivo estaba severamente tocado. Quien lo vio con más claridad y supo captar el ambiente de la Cámara, fue Sánchez, que ha sumado una variopinta coalición de intereses unidos por un único propósito: las elecciones, de momento no. Era la única coincidencia con los populares. Pero mientras éstos se enrocaban, Sánchez percibió y lideró la necesidad de cambiar de gobierno antes que contemplar la agonía irremediable del Ejecutivo popular. Sólo Ciudadanos ha quedado en tierra de nadie. Los medios entregados a su causa, los poderes económicos que preferían un relevo ordenado en el centro-derecha español, han quedado descompuestos.

Habrá elecciones cuando lo decida el actual Ejecutivo. Tendrá dificultades para sacar adelante proyectos legislativos, como viene siendo norma en esta legislatura, pero podrá derogar legislación popular, como el endurecimiento del Código Penal, que ha provocado más problemas que beneficios. Sánchez ha demostrado audacia y pragmatismo, al asegurar el respaldo a la Ley de Presupuestos, tras haber votado en contra. Es un mensaje de tranquilidad para los sectores económicos, siempre sensibles a las turbulencias políticas. También ante Europa.

El nuevo Presidente, cuya toma de posesión coincidirá con la del Ejecutivo catalán, tiene la oportunidad de reconducir el conflicto más difícil hacia posiciones que al menos sean manejables: reinserción en el marco constitucional, desbloqueo del diálogo, avances en la financiación. La coalición de fuerzas que lo ha llevado al Gobierno, al menos en este asunto, puede facilitar un nuevo marco de relaciones con Cataluña.

Ante la imposibilidad de un programa legislativo propio, el Ejecutivo tiene la facultad de convocar elecciones en el momento que considere más oportuno. No lo hará antes de las elecciones de 2019, autonómicas, municipales y europeas. Hasta esa fecha tendrá unos Presupuestos en vigor, con medidas sensibles para funcionarios y pensionistas, además de la capacidad de gasto. Puede hacerlas en otoño de ese año. Si en los demás escenarios citados  se han producido avances, la posición socialista será mucho más sólida frente a su principal rival, Ciudadanos, condenado a ejercer de oposición estridente.

Es un hecho empírico que los partidos políticos sólo se renuevan cuando pierden el Gobierno. El PP necesita cambios profundos para superar una etapa presidida por los escándalos ligados a la corrupción, cuando aún quedan por celebrarse unos treinta juicios. Nuevos dirigentes, nuevas estrategias, en particular en política territorial, y una depuración de sus filas son asuntos que deberá de abordar pronto o será fagocitado por  Ciudadanos. Tiene resortes para evitarlo, con numeroso Gobiernos territoriales y locales así como una extensa nómina de dirigentes acreditados. Pero esos procesos de relevo suelen ser traumáticos. Para empezar, tienen que apartar a Rajoy mientras éste tendrá la tentación de dirigir su sucesión.

En cuanto al nuevo Gobierno, Sánchez tiene la evidencia de su minoría, menos de la cuarta parte de los escaños de la Cámara. Su Ejecutivo pronto será sometido a tensiones muy fuertes desde todos los frentes. Una opción sería ensanchar su representatividad, bien por la incorporación de miembros de otros partidos, bien por la presencia de independientes. Necesitará perfiles templados en conflictos ante lo que viene.

En todo caso, hecha la suma de problemas y desafíos, estamos ante una oportunidad excepcional de mejorar la vida pública española sin poner en riesgo la recuperación económica. Es lo que parece haber entendido la mayoría del Parlamento al otorgarle su confianza a quien hasta ayer era un político extraparlamentario. Una vez más, la fortuna sonríe a los audaces. @mundiario

Comentarios