¿Son los niños y los jóvenes los verdaderos y únicos responsables de su agresividad?

Acoso escolar. / RR SS.
Acoso escolar. / RR SS.

La sociedad debería reflexionar acerca de la relación existente entre este problema y las normas de convivencia actual.

¿Son los niños y los jóvenes los verdaderos y únicos responsables de su agresividad?

En los últimos días se han sucedido señalados casos de acosos agresivos y asaltos sexuales protagonizados por niños contra otros niños, con lamentables consecuencias.

Los hechos se han producido sin que los autores se escondieran, como una actividad lúdica o necesidad imperiosa de satisfacer de manera inmediata por instinto, lo mismo que se hace con el hambre, la sed, el descanso y otros apetitos primarios.

En otros casos juegan un papel fundamental la ignorancia irresponsable del menor sobre las consecuencias, la osadía, la permisividad en el ámbito familiar -siempre es más cómodo no prohibir o negar-, y, por qué no, una posible perturbación mental prematura.

Es decir, da la impresión de que actúan sin tener conciencia de estar quebrantando una norma; y esto, si mi apreciación fuera cierta, sería realmente grave.

A la importancia de los hechos en sí mismos, hay que añadir que son protagonizados por niños cada vez de menos edad. 

Oímos hablar de la necesidad de reducir la edad de imputación penal a los menores, de mejorar la atención en los centros habilitados para acoger a los agresores y de otras medidas tendentes a la rehabilitación. Pero, ¿pensamos realmente en el origen último de estos comportamientos?

Desde hace ya algunos años, todo lo relacionado con el sexo está banalizado, trivializado, normalizado; en unos casos, como necesidad natural, en otros como placer y, desgraciadamente, en muchas ocasiones, como desahogo de instintos primitivos. Forma parte de la vida de cada día en todos los ámbitos y está permanentemente en el escaparate.

Naturalmente, los niños, desde que tienen activos sus sentidos, perciben lo que los rodea con la misma o incluso mayor naturalidad que los adultos, a los que ven y escuchan hablar  del sexo, disfrutar de él en la calle, en casa, en los espectáculos, en la televisión, en el cine, en los medios de comunicación, en la publicidad,…

La consecuencia práctica es que la palabra pudor, entendida como “vergüenza de exhibir el propio cuerpo desnudo o de tratar temas relacionados con el sexo, ha desaparecido del diccionario de niños, jóvenes y muchos adultos. Más aún, disfrutan difundiendo a través de las redes sociales los actos que ejecutan, generalmente en grupo.

Creo que no podemos atribuir, exclusivamente, la responsabilidad de que esto sea así, a los propios niños y jóvenes y a sus familias. La sociedad como tal -medios de comunicación, publicidad, videojuegos, series de televisión, determinados programas que disfrazan el sexo bajo la forma de concursos- y cada uno de los que formamos parte de ella, deberíamos hacer una reflexión sobre el ambiente de normalidad que entre todos hemos ido creando a lo largo de los años.

La libertad es un bien en sí misma, pero si va acompañada de permisividad tolerante, se ejerce bajo el principio del relativismo, olvidamos que el ser humano debería ser el núcleo central de la sociedad y basamos las relaciones personales en la utilidad personal, con olvido del “otro”, tendremos que asumir las consecuencias y no llamarnos a engaño.

Las acciones punitivas y las medidas rehabilitadoras dirigidas a estos niños y jóvenes, serán necesarias; pero habría que pensar, sobre todo, si las pautas de convivencia en la sociedad actual son las adecuadas. @mundiario

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