La sillita de la reina Isabel II

Roger Federer y Rafa Nadal, tenistas; y la Reina Isabel II. / RR SS.
Roger Federer y Rafa Nadal, tenistas; y la Reina Isabel II. / RR SS.
La Reina se ha ido tan dignamente como ha vivido. Nadal y Federer ya no volverán a competir el uno contra el otro. Sus lágrimas son las nuestras.
La sillita de la reina Isabel II

Todos los diplomáticos acreditados ante la Corte de San Jorge desean acudir a la fiesta de verano que ofrece la Reina durante el mes de julio en los jardines del Palacio de Buckingham, pero los elegidos son pocos. Las invitaciones se limitan a un pequeño número por cada Embajada. En el año 2008 tuve la suerte de conseguir un par de ellas para acudir con mi esposa, a pesar de que ese 6 de julio se celebraba, a unos pocos kilómetros, en Wimbledon, la famosa final de ese torneo entre Nadal y Federer.

Como el partido de tenis empezaba a las tres de la tarde pensamos que podíamos verlo y acudir a Palacio un poco después de las cinco. El partido empezó media hora tarde Las cinco se acercaban y el partido se alargaba, así que lo seguimos viendo mientras nos poníamos el traje de los domingos. Ya nos enteraríamos del resultado.

Al poco de llegar en taxi, a Buckingham, empezó a llover modestamente por lo que pudimos seguir disfrutando de los inmensos jardines, entrando y saliendo de unas tiendas de campaña que nos protegían. Pero la lluvia arreció y poco a poco la hierba se iba volviendo gallega. Apenas nos había dado tiempo a tomarnos un "claret”, es decir un tinto de Burdeos, de calidad media y algún mini sándwich de pepino, siguiendo la irremediable tradición.

Pasear por los enormes jardines de ese palacio, si el tiempo lo permite, o si no lo permite con chubasquero y paraguas, es un verdadero lujo. La increíble variedad de plantas y flores es sorprendente. Los muros que rodean el espacio nos dan una sensación de privacidad realmente al alcance solo de una minúscula minoría.

La Reina ya había saludado a quien el protocolo había decidido que debía saludar -yo no estaba entre ellos- y la lluvia ya era inglesa, así que se inició la retirada; las señoras, descalzas, preferían mojarse los pies a hundirse con sus zapatos de tacón. Antes de salir echamos una mirada a la tienda real a ver qué había pasado con “maam“ y lo que vimos fue precioso. Dos robustos caballeros, sus brazos entrecruzados y sus pies encharcados transportaban a la impenetrable Majestad con el inigualable sombrero y su bolsito colgando del brazo izquierdo, camino de las zonas secas y construidas. Entendí entonces porque a eso lo llaman “la sillita de la Reina”. Sin embargo, en inglés no existe esa expresión. La traducción es "Chair position made by two people crossing arms”. Es decir posición de silla hecha por dos personas que cruzan sus brazos. Definición muy descriptiva pero poco emotiva.

Salimos por la puerta lateral que da a Grosvenor Place, por donde suelen circular los omnipresentes taxis negros londinenses, sin tener que cruzar el Palacio, pero con el agua y la enorme demanda de elegantes prófugos, no había manera de conseguir uno. Así que, absolutamente mojados, no nos quedó otro remedio que emprender a pie el camino de regreso a casa que podría durar unos treinta minutos.

Nos acompañaba la corresponsal en Londres de la Radio Pública de Suecia, Maria Eksedler, vecina de piso.

Afortunadamente al poco oímos que nos llaman: “Barbara, Ignacio,” y vemos que las voces proceden de unas mercedes negro; nos acercamos y resultaron ser el Embajador Carles Casajuana y su esposa Margarita, que nos invitaron amablemente a apelotonarnos en el coche, ellos dos, el chófer y nosotros tres y nos acompañaron hasta nuestro domicilio.

Como también había llovido en Wimbledon el juego tuvo que ser suspendido en varias ocasiones, así que como todavía eran solo las siete de la tarde, pudimos disfrutar de un par de horas del partido que ha sido calificado como el mejor en la historia de ese deporte y que tras enorme emoción terminó ganando nuestro gran tenista.

Al día siguiente la aventura del salvamento de la corresponsal por parte del Embajador español fue debidamente recogida por la radio sueca. Como en los viejos tiempos caballeros españoles salvan a dulces doncellas nórdicas.

La Reina se ha ido tan dignamente como ha vivido. Nadal y Federer ya no volverán a competir el uno contra el otro. Sus lágrimas son las nuestras. @mundiario

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