Ser o no ser. Esa no es la cuestión

Una mujer. Fleur Kaan en Unsplash
Una mujer. / Fleur Kaan en Unsplash

La inteligencia no es un factor sensorial sino cognitivo. Su presencia obedece a las rutas “de vuelta” de los sistemas neuromoduladores sensitivos. Es un resultado y no una propiedad o una característica.

Ser o no ser. Esa no es la cuestión

Cuando David Wechsler se propuso renovar los test de inteligencia conocidos hasta principios del siglo XX, pensó que sería una buena idea dividir la inteligencia en dos bloques muy definidos. Por un lado el área verbal y por otro, el área de ejecución (no-verbal). Así mismo, propuso una medición de rango numérico marcando intervalos promedio. Por ejemplo, en sus métricas denominadas WAIS III, el valor normalizado se encuentra entre 90 y 109 puntos. Así que eso de que alguien posee 120 o 140, evidentemente se encuentra alejado de dicha normalidad y a menudo, de la realidad.

A partir de sus avances, han ido apareciendo nuevos conceptos, que no mediciones. Por ejemplo, Howard Gardner introdujo sus Inteligencias Múltiples, mientras Daniel Goleman nos introducía en la Inteligencia Emocional.

Como ocurre en todo avance, no tardaron en surgir las críticas. En el caso de Wechsler se comentó que el uso de un valor promedio era algo arbitrario. Sobre Gardner y Goleman, precisamente la ausencia de medición y de correlación clínica han sido los motivos de cierto desprestigio científico.

Aun así, los tres conceptos siguen gozando de una excelente salud y de una gran aceptación pública.

Pero como usted bien sabe, un día llegó la informática y al poco tiempo nos sorprendió la digitalización, acompañada de la Inteligencia Artificial y ésta, de los algoritmos biotecnológicos.

En la actualidad, el test Bernstein es el que ofrece la aproximación más precisa a la medición de la inteligencia. Su réplica sináptica lo ha hecho posible.

¿Somos más torpes ahora?

El caso es que parece ser que por culpa de estos avances y su consecuente traducción social, el Cociente de Inteligencia se encuentra a la baja. Eso dicen…
Así mismo, prestigiosas fuentes académicas nos alertan de que el nivel de la comprensión de la lectura se ha visto reducido en nuestros jóvenes, a pesar de que no mencionan el incremento de la capacidad de asimilación de lo percibido y de la rapidez en la interpretación intuitiva.

Son cuestiones que nos arrollan y ponernos a estudiarlas de forma predictiva genera bastante temor. Por ello, lo más natural es que, a posteriori, alertemos a los demás sobre los peligros de lo no asumido, más que desconocido.
Si analizamos esta información, ampliando el espectro, nos damos cuenta de que esto no es así.

Fíjese que también el negocio discográfico y el editorial han tenido que adaptarse de forma obligada. De hecho, lo que fue, ya no es, mientras que lo que es, no será. Va todo muy deprisa.

Hace años, escuchábamos y disfrutábamos 12 canciones que un mismo intérprete había compactado en un LP. En la actualidad, la inmensa mayoría de las personas no soportamos un tema durante más de 10 segundos, a no ser que nos impresione.

La verdad es… ¿Quién quiere memorizar aquello que ya ha comprendido y asimilado? Las personas poseemos la tendencia de convocar pequeñas partes de lo asimilado cuando queremos recordar. No convocamos cada instante, cada segundo o cada minuto de lo sucedido. No tenemos tiempo ni ganas. Cada uno desea “escribir” su historia y por ello, dos personas que han vivido los mismos acontecimientos, relatan lo sucedido con diferentes matices e incluso, prioridades.

¿Es un cerebro más inteligente que otro?

La comprensión, la lectura, el aprendizaje, etc… es dependiente de los distintos sistemas neuromoduladores relacionados con los 5 sentidos. Cuando uno lee, el sentido que lanza y propone la actividad lectora es la vista. Su modelo ascenderte y descendente canaliza la codificación de lo visto para traducirlo cognitivamente hacia la comprensión. Igualmente cuando uno saborea un helado de fresa, el sentido precursor es el gusto.

Lo que realmente está ocurriendo es que en la actualidad comprendemos las cosas de otra manera. Ahora somos capaces de combinar las percepciones como si las canalizaciones sensoriales ya no fueran estancas, sino compartidas. Así, lo que nos emociona, forma parte de la percepción, al igual que lo que nos interesa.

Hace unos años, teníamos una clara separación entre la percepción emocional y la cognitiva. De hecho, había gente que “no se lo creía si no lo veía”, mientras otras personas ejercían el derecho a tener fe en la interpretación de lo desconocido.

Si a todo esto le sumamos unas unidades de medida ya obsoletas, nos encontramos con la conclusión de que “estamos peor que antes”.

Lo cierto es que si medimos la longitud en litros y el volumen en gramos, difícilmente podremos acertar.

Por ello, le aseguro que en la actualidad, los jóvenes son más inteligentes de lo que fuimos nosotros. Mucho más inteligentes, ya que su espectro de inteligencia es más amplio y complejo. No les interesa lo escasamente interesante y no les emociona lo que es obvio. Buscan un impacto efímero, uno tras otro, y lo más sugerente es que lo encuentran.

¿Es más inteligente aquel que retiene más conocimientos? O en cambio, ¿Lo es aquel que ha optado por saber convocarlos?

La inteligencia no es un factor sensorial sino cognitivo. De hecho, su presencia obedece a las rutas “de vuelta” (descendentes) de los sistemas neuromoduladores sensitivos. Por ello, la “Inteligencia” es un resultado y no una propiedad o una característica.

Hay gente inteligente que es astuta y otra, concienzuda. Hay personas inteligentes que canalizan la creatividad mientras otras, enrutan la atención selectiva. Todos ellos son inteligentes. De hecho, me atrevo a decir que la tasa de inteligencia es muy similar en todos nosotros. Lo que cambia es el trayecto que hacemos y con ello, el precursor de dicha inteligencia.

La brecha generacional

En el mundo de la empresa se vive, de forma patente, esta brecha. No se trata de una brecha digital, ya que la mayoría de personas adultas nos hemos esforzado en adquirir los hábitos de los jóvenes nativos.

También tenemos un colectivo de personas maduras que se hacen pasar por “modernos”. Dichos individuos copian comportamientos que contradicen sus modelos sinápticos. Suelen impactar en los primeros minutos para luego diluirse. Dicen que han desaprendido pero en realidad les queda todo por aprender.

Pero no todo va a ser malas noticias. No… La inteligencia de las nuevas generaciones les permite adaptarse mejor. Hablamos de colectivos que son más flexibles y más intuitivos. Más elásticos y también más comprensivos con la jerarquía y con el orden establecido.

De hecho, según estudios recientes, descuidan el “Yo” para fortalecer el “Nosotros”. Son sensibles ante las responsabilidades sociales y andan preocupados y ocupados en el incremento de la sostenibilidad. No son egoístas.

Así, los nuevos modelos empresariales están heredando esta forma de ser y de estar. Pero… no será así siempre.
Los jóvenes de hoy, serán adultos mañana. Serán reemplazados por personas que todavía no han nacido, quienes se dedicarán a trabajar en cosas que todavía no conocemos. Es la evolución.

Nuestro compromiso es no obstaculizar su inteligencia superior. @mundiario

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