¿Qué celebramos?

Ejemplar de la Constitución de España.
Ejemplar de la Constitución de España.

Es un alivio celebrar la CE78. Para los más jóvenes, debiera ser algo más consistente en eficiencia; corren el riesgo de no valorarla.

Es una pena lo acontecido a la selección de fútbol española en el Mundial; sus seguidores incondicionales bien merecían que los días pasados en el desierto qatarí hubieran logrado otro resultado más atractivo. Los han privado del pequeño placer de compartir un afecto colectivo.

El fútbol de cuando éramos críos y el de los orígenes de este deporte ha derivado en espectáculo masivo, poco tiene que ver este Mundial con aquello, pero hubiera sido un aliciente para sobrellevar este tiempo. Lo más lamentable, de todos modos, es la sensación improvisación que deja un mimado pelotón de muchachos que, incapaces de superar las condiciones supuestamente más limitadas de sus adversarios, han pasado de la prepotencia a un manifiesto desplante ante la suerte.

44 años constitucionales

Sin nada que celebrar en el terreno futbolero, tampoco en otros más delicados estamos a la altura. La conmemoración de la firma de la Constitución que ha regido la base legal de la convivencia de los españoles en estos 44 años ha sido también muy peculiar. Se estrenaba una bandera en las inmediaciones del Congreso de Diputados, una moda con antecedente reciente en la Plaza de España y que, a este ritmo va a dotar a la capital de España de gran proliferación del símbolo nacional, con inscripción añadida del patriota que quiera significar su afán. El acto tuvo repeticiones de otros años en lo que a ausencias se refiere y, como siempre, lo mejor fueron las bellas palabras de la presidenta del Parlamento después de las voces que en días pasados florecieron peligrosamente para la función de parlamentar, un oficio que todavía cuesta lo suyo. La interpretación que los dos partidos mayoritarios dan del acto solo a los más adictos de cada uno, y más parece que lo que más  se haya celebrado el día de la democracia sea que siguen dándose una tregua inestable, pero cada cual va a lo suyo.

Es muy probable que, si hubiera que rehacer la Constitución desde cero, bastantes de los artículos que contempla no hubieran entrado en el pacto, en un momento en que el CGPJ lleva cuatro años fuera de plazo. Aparte de que el capítulo tercero del Título VIII, sobre Comunidades Autónomas, no hubiera existido, es altamente probable que el Título I fuese muy difícil de sacar adelante, en especial los capítulos de “los Derechos y Libertades” y el de “los principios rectores de la política social y económica”.  Más en concreto, los artículos 27 –sobre el derecho a la educación-, el 41 –sobre un régimen público de Seguridad Social-, el 43 –sobre protección de la salud- y el 47 –sobre vivienda digna y adecuada-, o hubieran tenido una redacción similar a lo que no había antes, o no hubieran accedido a un documento legal de este rango. La polarización actual de ideas y estilos de negociar acuerdos no hubiera hecho posible ni siquiera la ambigua redacción actual que tienen y, de paso, los que están conexos con ellos. Si, de añadido, se contempla qué haya sido de la realización efectiva de lo que estos artículos dicen y qué  proximidad efectiva perciben los ciudadanos, la sensación que transmitirían muchos de ellos sería de erosión o riesgo de desaparición, y que nadie frena que se queden en mero cumpli-miento, esa versión banal, hacia la galería, que parece mejorar algo en vísperas electorales.

La encuesta del periódico El País, el pasado seis de diciembre, acerca de la necesaria unidad de la izquierda, a la izquierda del PSOE,  para que la derecha no alcance la mayoría en las próximas elecciones, ha sido más relevante que la celebración de los 44 años. Y que el reparto de dos  agencias estatales de supuesto tirón económico hayan ido a parar a Sevilla y a Coruña, y no a otras ciudades  o localidades, han suscitado de nuevo dimes y diretes a propósito de las condiciones infraestructurales, los méritos de romanos y cartagineses y, por supuesto, al albur de lo que dicten unos jueces que tendrán que sentenciar, supuesto que ya adelantan algunos de los que se sienten perjudicados por la ruleta del destino. 

El art. 45 de la CE78

Este artículo constitucional merece especial mención en este momento de conmemoraciones, cuando en la Ley 7/2021 los parlamentarios sacaron adelante la regulación sobre cambio climático y transición energética.  Supuestamente, se trata de proteger “el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo”. Sus objetivos, más o menos ambiciosos, encomendaban demasiados aspectos de la descarbonización a un futuro cada vez más corto para una reconversión de las energías indispensables. Y dejaba en el limbo insidioso de la duda un optimismo similar al que suele tener el pensamiento adolescente respecto a los riesgos que tienen decisiones tomadas bajo la impresión de no tener duda alguna acerca de la vulnerabilidad que puedan acarrear.

Las medidas sobre el currículo educativo, en plan de mentalizar a las nuevas generaciones, no cuentan con la perentoriedad del tiempo disponible: educar es una actitud que, para tener algún efecto, requiere más años que los que tenemos disponibles según las previsiones del COP27 sobre calentamiento global. Por otro lado, los recambios energéticos en que se pensaba, nada dicen acerca del agotamiento de las materias primas indispensbles para hacerlos efectivos, cuando está en franca recesión su extracción a nivel mundial. Y, lo más grave, poco dice, o casi nada, acerca de decisiones concretas a adoptar sobre cambios de hábitos y ritmos de consumo vigentes. Es decir, que esta ley dice mucho acerca del miedo a ponerle el cascabel al gato, por lo desagradable que va a ser para quien tenga que hacerlo. A Macron, por ejemplo, no le va a ser fácil establecer la “racionalización circular” de la distribución de la energía eléctrica, que en enero empezará a regir los apagones en  la vida de los franceses; hasta hace poco, la energía nuclear garantizaba un 69% de su producción, pero cerca de la mitad de sus 56 reactores están cerrados por diversos problemas de corrosión, pero las limitaciones reales de recursos son crecientes, sin contar la urgencia global.

Entre el optimismo conmemorativo de la Constitución española y la racionalización coherente de las posibilidades de convivencia que tenemos, en un mundo que está en situación crítica, 44 años debieran dar para algo más que un pensamiento adolescente de ir tirando. Debiera, más bien, ser adulto. Juan de Mairena planteaba que “el escepticismo es una posición vital, no lógica, que ni afirma ni niega, se limita a preguntar, y no se asusta de las contradicciones”. @mundiario

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