PSOE Andalucía: el final de un régimen

Protesta contra la crisis. / J.M. Vidal
Protesta contra la crisis. / J.M. Vidal
Cabe preguntarse si el cambio que vino a traer Pedro Sánchez ha llegado a calar en la organización andaluza.
PSOE Andalucía: el final de un régimen

No es la primera vez que el PP gana unas elecciones en Andalucía: ya lo hizo en 2012 con 40.000 votos por encima del PSOE, aunque no pudo gobernar. Y ahora ha venido a sacar el mismo nivel que entonces: algo más de millón y medio de votos. Por eso, cuando se miran los resultados electorales –y sin dejar de reconocer la apabullante mayoría absoluta de Moreno Bonilla– y se ve que el PSOE ha sacado unos exiguos 883.000 votos, nos topamos con la verdadera noticia: el PSOE ha perdido estrepitosamente las elecciones en Andalucía.

Es el desenlace de un proceso que desde 2008, cuando sacó 2.178.000 votos, con una abstención del 27,33% (digna de los momentos más ilusionantes de nuestra democracia), ha ido experimentando el PSOE, elección tras elección, bajando su número de votos, casi de medio en medio millón. El domingo pasado sólo bajó 134.000 votos, pero tocó un fondo al que jamás hubiera pensado llegar. Ya durante la campaña electoral, su candidato, Juan Espadas, se mostraba nada convencido de que llegaría a presidir la Junta. Un Juan Espadas que, por cierto, venía de sacar casi un 40% de votos para la alcaldía de Sevilla en 2018.

Por otra parte, los tres años y medio de gobierno de Moreno Bonilla, con el apoyo de Ciudadanos y de Vox, no han sido una época brillante de grandes realizaciones ni transformaciones abrumadoras. Más bien ha sido un insulso far niente, sin encontrar una oposición que le sacara los colores o le hiciera reaccionar, o le presentara alternativas. Todo lo cual, junto con la reiterada y preocupante abstención del 41%, nos lleva a algunas reflexiones.

En cuanto al fracaso del PSOE, cabe preguntarse si el cambio que vino a traer Pedro Sánchez ha llegado a calar, ni siquiera superficialmente, en la organización andaluza, que arrastra una carga del pasado demasiado persistente, con un aparato del partido con un gran arraigo y consolidación, y posiblemente muy resistente a cualquier cambio. Lo cual produce un enquistamiento en hábitos y costumbres, dados tal vez al clientelismo.

La desafección

Algo que suele generar descontento alrededor, incluso en un universo que objetivamente sería votante socialista, y que seguro que lo ha sido en momentos anteriores. Lo que podríamos llamar la desafección hacia algo que ha adoptado un esquema de funcionamiento lo más parecido a un régimen, digno de ser erradicado.

Se puede añadir a esto que el PSOE andaluz no ha afrontado con la claridad y rotundidad debidas la explicación del tema de los EREs, que han tratado como un tumor vergonzante que ha ido creciendo y dejando sospechas, no sin la colaboración de unas, cuando menos, oscuras y extrañas maniobras judiciales. Pero el PSOE no ha salido masivamente al paso a explicar lo explicable (como es la paradoja de que la justicia no ha echado atrás las actuaciones, y que hay trabajadores que aún están cobrando en virtud de unas normas que raramente nadie ha anulado, como debería haberse hecho si es que de veras son delictivas); ni ha salido a reprobar duramente lo reprobable, como es el enriquecimiento indebido de un puñado de sinvergüenzas. Y esa ambigüedad y esas dudas se pagan electoralmente, porque generan desafectos.

Abstención y desencanto

En cuanto a la abstención, que en las dos últimas elecciones se ha instalado en el 41% (más de 2 millones de votos inactivos) conviene preguntarse si la propia situación social andaluza fomenta el desencanto. El desempleo en Andalucía en el primer trimestre de 2022 está a unas décimas del 20%, cuando la media española está tocando el 13%. Y el PIB per cápita andaluz está en el 74,9% respecto al 100% de la media española, cuando en 2005 estaba casi tres puntos porcentuales por encima. Y cuando el número de personas en riesgo de exclusión severa ha pasado de 600.000 en 2018 a 1.100.000 en 2021 (casi el doble).

Es evidente que estos últimos y alarmantes datos corresponden ya a la época de gestión del PP de Moreno Bonilla. Pero vengan de donde vinieren, no dejan de ser gotas que colman el vaso de la amargura, de la desesperanza y del desencanto, y que se terminen pagando contra quien se ha pasado casi cuatro décadas representando el poder en la Comunidad.

No trato de justificar los resultados del domingo, sino de buscarles explicación. Y a las reflexiones hechas se le pueden añadir otros datos. Uno, muy importante, es el de las continuas querellas entre las izquierdas, que desconciertan y desaniman a cualquier ciudadano normal. Y me refiero a las producidas en Andalucía, y a las de los últimos dos meses a nivel estatal; incluidos a los socios de la coalición de gobierno.

Y para que no falte ningún ingrediente, poner el ejemplo de que los ocho diarios del Grupo Joly, repartidos por todo el territorio andaluz, aparecieron el sábado 18 pidiendo en su portada el voto útil para Moreno Bonilla. Estoy seguro de que nunca estuvo ajeno a esto el incremento que Moreno hizo de los gastos para publicidad institucional de la Junta de Andalucía.

También queda una pregunta en el aire, y que debería ser un importante elemento de reflexión para los equipos de la Moncloa y de los ministros del Gobierno: ¿hasta qué punto las positivas decisiones “macro” en economía y en políticas sociales, llegan con la eficiencia necesaria a la percepción “micro” de los bolsillos y las vidas de los ciudadanos que las necesitan? Porque, en definitiva, esa es la finalidad para la que se adoptan. Y a veces queda la impresión de que los aparatos no funcionan con la agilidad y la fluidez que los convierte en eficaces.

Una nueva etapa

Comienza en Andalucía una nueva etapa en la que, quienes han perdido en esta convocatoria electoral y pretenden seguir defendiendo sus propuestas y planteamientos, deberían replantearse seriamente sus formas de organización y funcionamiento, y su manera de relacionarse con la sociedad.

Y para quienes nos gobiernan en el Estado, si de veras no quieren que los resultados de las elecciones autonómicas no se traduzcan después en reveses similares en las elecciones generales, que diriman sus diferencias en la intimidad del Gobierno, y no generen desconcierto entre los ciudadanos, con disputas, a veces bizantinas, que cansan, aburren y generan desafección. Y que hagan funcionar el aparato del Estado desde el primer motor hasta el último engranaje, para que haya una identidad con el ciudadano y nos ahorremos el descontento. @mundiario

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