¿Personajes "ilustres"?

Isabel Díaz Ayuso. / Mundiario
Isabel Díaz Ayuso. / Mundiario

Las instituciones también se expresan cuando erigen modelos de ejemplaridad social ante los ciudadanos.

El modo de jugar con la memoria colectiva no es indiferente; para poner ante los demás quiénes sean “ilustres”, si la pauta de evaluación es la que siguen las redes sociales, puede no ayudar a la convivencia colectiva y ser motivo de conflicto gratuito. La reciente designación de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, como alumna “ilustre” de la Facultad de Periodismo, de la Universidad Complutense, aparte de su discutible oportunidad, repite prácticas en que las instituciones privatizan su función dando la impresión de estar al servicio del poder; le trasvasan su imagen como si se consubstancializaran con él.

Es esta una de las maneras en que las organizaciones dicen más por lo hacen que por lo que hablan. Según la homenajeada, este acontecimiento no tiene tanto que ver con su periplo académico sino con que es el cargo que ostenta el que le confiere la calidad de “ilustre”: una redundancia. Lo que por su parte dice la Complutense con este gesto es que, con esta exaltación, infla la campaña electoral de la que fue su alumna. Sea cual sea el origen de este acto  -por planteamiento estratégico de su rector, o por decisión sugerida por el entorno de la presidenta-  esta Universidad ha puesto en cuestión su servicio público optando por una opción política particular, sin importarle las peleas instrumentales que pudiera causar entre su propio alumnado. Es lástima que, siendo de gran relevancia para una institución docente el prestigio adquirido por lo que enseña e investiga, haya optado por tirarlo por la borda de este modo y que, en la evaluación previa a este acto bochornoso, no hayan tenido en cuenta ninguna de las opiniones que acostumbra a verter en público la candidata exalumna. Los fundamentos explicativos de la mayoría de las decisiones políticas que toma  están muy lejos de lo que la ciencia universitaria investiga y enseña; sus referencias al cambio climático y la memoria democrática, sumadas a sus actuaciones en Sanidad, Educación y Servicios sociales,  suelen ser dignas de figurar en aquella ilustradora Antología de los disparates que inició Luis Díez Jiménez  en 1965. Para una universidad de este momento, ser “ilustre”, en el sentido  más estrictamente ilustrador y ejemplar, es otra cosa.

La Gallina ciega

Este asunto trae al recuerdo el libro que, después de su visita fugaz a España desde el exilio, escribió Max Aub: La Gallina ciega, donde dejó constancia del grado en que estaba la memoria de los ideales y derechos que había pretendido la República. El escritor sintetizaba en el título su impresión de aquel viaje: no aludía al juego que había popularizado Goya, sino a que España “había empollado huevos de otra especie”; las notas que tomó durante  aquellos 74 días testimonian que, para salir adelante como podían, los españoles trataban de olvidar en 1969 lo que había acontecido treinta años antes. La “única España” que había era la de los vencedores, mientras para los muertos y los exiliados la España democrática “se había desvanecido”. El autor se volvió a Méjico sorprendido de lo poco que el destruido proyecto republicano interesaba a sus interlocutores.

Han pasado otros 53 años y, en muchos ámbitos, la amnesia selectiva sigue rampante. Acontecimientos como este de la Complutense dan a entender que todo vale para reiterar el sello elitista siempre que la presencia de las clases populares está en juego; bien se trate de derechos conquistados y por ampliar, o de servicios públicos a compartir, allá están los más conservadores tratando de establecer su verdad y su interpretación del pasado, para imponer el presente y el futuro. Gracias a su revisionismo permanente, se arrogan que les debemos los derechos constitucionales y el agradecimiento, cuando lo que figura en la CE78 ha sido una conquista prevalente de muchos otros ciudadanos, llena de todo tipo de inconvenientes, lágrimas y sangre. Después de la compleja Transición, en que algunos cedieron y muchos otros se esforzaron en la concordia, es un sinsentido  que haya quienes se arroguen todo el mérito de los logros sin cargar con ninguna de las carencias que todavía hoy tenemos.

Siguen demasiado vivas, y causantes de broncas estúpidas, tendencias para las que, cuando de derechos y libertades se trata, cuanto no coincida con su perspectiva de concesión otorgada, no existe. De ese cariz es el oropel que luce este nombramiento que la Complutense acaba de situar en la orla de los que vayan a ser en adelante sus predilectos “ilustres”. La recompensa será dudosa ante sus propios alumnos y, en general, ante los ciudadanos. Vistas las decisiones que desde la Consejería de Educación madrileña se vienen tomando, especialmente desde 2003, supone que a esta universidad pública no le importan las mermas del potencial educador que ha sufrido. Esta decisión, muy apropiada para un catálogo de “ilustres” de la nada, es digna del lamento de Max Aub y concuerda con el abundante material etnográfico, digno de otro libro parecido al de La gallina ciega, en honor de la desmemoria reinante. El currículum de la “ilustre” Ayuso tiene capacidad por sí mismo de enriquecerlo; por ejemplo, con el razonamiento  del recurso que acaba de presentar ante el Supremo a propósito del currículo de la LOMLOE, por considerar que es una “intromisión del Estado” que “conculca ocho derechos constitucionales”. Esta apelación constante al dictamen judicial en sustitución del diálogo razonado, sumada a los privilegios que da a la red educativa privada, convierte en falsa tragicomedia la representación llevada a cabo en la Complutense, a modo de oxímoron, en la mañana del día 24.

Abogados de Atocha

Si la excelencia de alguna institución o ciudadano ha de tener un baremo, ninguno mejor que su trabajo por posibilitar a todos la movilidad y armonía social; solo el servicio público, bien dotado y gestionado, es capaz de desarrollar el proyecto de crear país. En la sociedad civil hay muy laudables y esperanzadores ejemplos; ayer mismo, mientras en la Complutense se homenajeaba a una antigua alumna, en otra zona de la ciudad se conmemoraba lo acontecido el 24 de enero de 1977 en el despacho laboralista de CCOO; aquellos nueve abogados de Atocha 55 habían sido masacrados por defender la libertad y los derechos democráticos de todos, no por una “libertad a la madrileña” convertida en eslogan político. La distancia entre ambas conmemoraciones señala maneras muy diferentes de afrontar las crisis de este presente en que tanto hay de qué hablar y ocuparse. No es buen antecedente para esta fundamentalísima opción cívica que la Ley de Memoria Democrática (Ley 20/2022, de 19 de octubre) haya necesitado tantos años de esfuerzos para que los descendientes de tantas víctimas de la historia pasada tengan un valioso patrimonio con que compartir expectativas en este presente; nada descarta, además, que, en caso de cambio de Gobierno, esta ley y otras en que los derechos de todos tratan de ser atendidos, tuvieran el destino que algunos grupos ultras tratan de impulsar. Si la Universidad Complutense decide acompañar a los ciudadanos/as en esta frágil tarea de aprender a convivir, habrá empleado bien su capacidad de pedagogía social. @mundiario

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