Ocupadores

Okupa. / RR SS.
Okupa. / RR SS.

Él, o los propietarios del inmueble, están en un aullido interminable. No duermen de los disgustos y pesadillas y petan las consultas médicas solicitando ansiolíticos a tutiplén. Justificados en este caso.

En realidad les llaman “Okupas” y eso les gusta.

Desarrollan un estilo de vida de la que, no sólo me resulta intolerable, sino que – por lo que he podido sonsacar de aquí, de allá y acullá, les acoge una especie de ‘vacío legal ‘que les defiende, de arriba a abajo y de izquierda a derecha, a la hora de solicitar el propietario del inmueble su desalojo (que no suele ser consentido) o su desahucio.

¿Les parece irrealmente incomprensible? Pues es cierto, así es y – o cambia la cosa pronto – y así seguirá siendo.

Me ha venido el tema a las mientes, porque he puesto una película que se llama “El caso Heineken” cuyas primeras escenas tratan del tema. ¡Horripilante, oiga”!

La primera escena es lo suficientemente áspera, desagradable y violenta para que me animara a pisar las teclas y escribir algo sobre este tipo de gentuza y asunto.

No porque me salpique personalmente – al menos de momento - , sino porque conozco a dos personas a las que sí les atañe de cerca.

Una es Rosa, abogada de los imposibles; la otra es Chelo, que sufre en primera persona las acciones de esos ocupadores a los que no llamaré de la otra forma precisamente porque les gusta ser llamados así; incluso presumen y se jactan de ello. (pues por la parte que me toca...no rotundo a tal denominación).

La cosa es muy sencilla.

Usted tiene un inmueble que no utiliza de momento y decide ponerlo en alquiler para subsanar en algo su parca economía. Usted no pone demasiados requisitos ni imposiciones para alquilarlo. Usted llega a un acuerdo contractual con el o los inquilinos. Le pagan la cantidad acordada durante unos dos, tres o cuatro meses, en tiempo y lugar. Todo parece ir sobre ruedas, no problemas.

El quinto mes ya no cobra inquilinato. Le aducen las excusas más peregrinas para excusar la falta de pago.

Y ¡Ahí empieza su tortura!

La casa alquilada se peta de gente indeseable, adictas a múltiples sustancias, con equipos de alta fidelidad sonando día y noche a toda pastilla y no precisamente con tiernas baladas ( que a la postre, daría igual).

Los vecinos se quejan muy bien quejados. Hasta que moderan sus quejas por puro miedo a ser agredidos por los ínclitos inquilinos.

El, o los propietarios del inmueble están en un aullido interminable. No duermen de los disgustos y pesadillas y petan las consultas médicas solicitando ansiolíticos a tutiplén. Justificados en este caso.

Ponen la situación en manos de letrados – que a veces, más de lo deseable – solo alcanzan el título de leguleyos; eso sí, con condición ‘sine qua non’ de una ‘provisión de fondos’ habitualmente alta para el agraviado; cubriéndose las espaldas – por supuesto – comentado de antemano la gran posibilidad de que el o la juez que se encargue del caso, no le haga ni puñetero caso a sus justas y leales demandas.

Con el resultado final de que, no sólo no echan a la puta calle a los asquerosos ocupadores y, por tanto, no cobran el dinero adeudado, ni los daños y perjuicios ocasionados – les suelen dejar el inmueble hecho una verdadera lástima – y sin siquiera ese perrito tan lindo que les ladre una miaja.

De momento, no soy sufriente de este lamentable caso. Pero sufro mucho con las injusticias altamente manifiestas.

Porque no suele ser gente realmente necesitada. Suelen ser inmigrantes – muchos del otro lado del sinigual océano – que no solamente vienen a trabajar en tierras más bondadosas (apoyándose en muchos casos de visados caducados, cuando no ilegales), sino a aprovecharse hasta el vómito de los vacíos legales que abundan por estos andurriales.

No recuerdo quién dijo que en estas situaciones, «en Texas (USA) les pegas un tiro y eres un héroe». Aquí les regañas o peleas y, una noche entera en los calabozos, no te la quita ni el dios más verdadero.

No pueden echarle la culpa a los cuerpos y fuerzas de seguridad estatales. Ellos sólo cumplen órdenes y tampoco es cuestión de jugarse el pescuezo.

No debí haber visto la película de las narices.

Pero me hizo recordar a Rosa, desgañitándose en los juzgados para defender lo que es justo. Ni a Chelo, que además de pobre, arruinada, tanto en los bancos como en el coco.

¡Uy qué rabia!

Y eso que no me salpica y no me es muy amable el ser tejano.

Pues eso, que me quedo compuesto y sin novia,

¡Valientes berenjenales me meto yo a mis años! @mundiario

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