El nuevo ecosistema mediático

Un usuario manejando redes sociales. / Pixabay
Un usuario manejando redes sociales. / Pixabay
La relación de los medios con la sociedad se reducía a un monólogo en donde simple y sencillamente no había derecho de réplica ni espacios para el debate o confrontación de interpretaciones
El nuevo ecosistema mediático

Sitiados en el ojo del huracán apenas intuimos que algo sucede en los medios de comunicación. Atrapados en el día a día es difícil percibir la dimensión y profundidad de las mutaciones que ha experimentado nuestro ecosistema mediático. Por ello, es pertinente mirar a la distancia para identificar algunos de estos cambios que se han dado, tanto en los propios medios, como en su relación con el gobierno y con la sociedad.

Para empezar, seguimos teniendo fuentes de información tradicionales que, aunque han perdido predominio, penetración e influencia, siguen siendo importantes factores en la configuración de la opinión pública y de la publicada. Once familias y un puñado de conductores y analistas siguen controlando la mayor parte de la oferta informativa que ofrecen la televisión, la radio y los medios impresos en el país.

Televisa y TV Azteca han continuado y, en algunas ocasiones, expandido su barra noticiosa desde hace varias décadas. De los medios impresos han aparecido ejercicios esporádicos, pero su panorama prácticamente se ha mantenido estable desde la aparición del Reforma en 1993 y de Milenio en el 2000. Los noticieros radiofónicos han sido más dinámicos, pero los titulares de los actuales noticieros no han cambiado muchos desde hace años: Joaquín López Dóriga y Pepe Cárdenas iniciaron sus pininos a finales de la década de los sesentas; Brozo y Carmen Aristegui se escuchan desde finales de los ochentas; Javier Alatorre, Ciro Gómez Leyva y Carlos Loret de Mola desde los noventas, por mencionar algunos casos emblemáticos. Las revistas más influyentes en el país también tienen sus ayeres. Proceso nació en 1976, Nexos en 1978 y Letras Libres en 1999.

En buena medida este antiguo régimen mediático acompañó la larga y lenta transición económica y política mexicana, entendida como el desplazamiento del estado benefactor y paternalista, el ogro filantrópico de Octavio Paz, por una idea del estado gerencial concebido como un árbitro de los intereses económicos particulares, nacionales e internacionales, únicos motores del desarrollo en esta visión. Durante esta etapa la relación de medios con el gobierno se estableció a partir de complicidades y, claro, pautas comerciales, formales e informales. Aún resuena el reproche de López Portillo a los medios: pago para que me peguen.

La relación de los medios con la sociedad se reducía a un monólogo en donde simple y sencillamente no había derecho de réplica ni espacios para el debate o confrontación de interpretaciones. El fin de la historia proclamado en 1992 por Fukuyama en México se vivió como el predominio de una visión única pregonada por casi todos los medios de comunicación: el neoliberalismo. El telemontaje del caso Florence Cassez en 2007 dan cuenta del poder de invención de la realidad de los medios y de su complicidad con el poder político en el pasado reciente. Acaso un síntoma de ruptura de esta complicidad la atestiguamos en noviembre de 2014 con el escándalo de la Casa Blanca en el que las complicidades y los presupuestos gubernamentales fueron insuficientes para realizar un eficaz control de daños en los medios de comunicación.

Este antiguo régimen mediático paulatinamente se ha desgastado frente a la opinión pública. Así, a pesar del acuerdo entre medios y gobierno de no difundir nota roja, en 2008 se da de manera orgánica la Marcha Blanca para reclamar seguridad, justicia y paz y en 2011 se genera el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Por falta de credibilidad, Poco a poco la opinión pública se ha ido divorciando de la opinión publicada. Recordemos que estas alertas se dieron un año antes que irrumpiera Facebook -2012- en México y cuatro años antes que entrará Twitter -2015-.

La irrupción de las redes sociales aceleró y encauzo los cambios en el ecosistema mediático tradicional herido en su credibilidad. Supuso la entrada de nuevos jugadores, periodistas, analistas, inversionistas, grupos de interés, etc., también implicó la posibilidad de contar con nuevos canales de distribución de contenidos, que cada día se multiplican, y, también, impusieron una nueva dinámica de la interacción de los medios con la sociedad: el monólogo fue desplazado por una suerte de debate virtual. Evidentemente los medios y periodistas de antes también se han sumado a las redes sociales y han generado plataformas de gran impacto como Latinus que está activo desde 2020.

Otra dimensión del cambio en este nuevo ecosistema es el de la relación de los medios con el gobierno. El 2018 supuso un cambio político de gran calado, en donde por primera vez en nuestra historia reciente el nuevo presidente no le debía ningún retazo de su banda presidencial a los medios. Las redes sociales significaron para AMLO la posibilidad de contar con una plataforma propia de comunicación y difusión sin depender de complicidades, prebendas o presupuestos con los medios tradicionales. Así, estos medios acostumbrados a las complicidades de palacio y al predominio de sus monólogos en la esfera mediática viven desconcertados ante el debate, la critica o el señalamiento desde otra plataforma de comunicación. Antes, un error, una difamación, una información falsa o no grata a los ojos del poder los medios y los comunicadores lo pagaban con amenazas del funcionario en turno, con el cierre de la llave presupuestal o con el cese fulminante de quien se saltaba las trancas. Proceso, Vuelta y el Uno más uno son consecuencia y ejemplo de este ejercicio autoritario del poder frente a los medios.

Con las redes sociales y las plataformas se están generando nuevas corrientes de opinión contrapuestas a las que están acostumbrados generar los medios tradicionales o los de la vieja guardia que se formaron defendiendo una específica visión del papel del Estado en la sociedad. De ahí su recurrencia a calificar de populista todo lo que no les gusta. Ahora, frente a Latinus está Sin Embargo, frente a Chumel está Hernán Gómez, frente a Nexos la nueva revista Sentido Común de Frabrizio Mejía y así podríamos seguir enumerando la mención de nuevos espacios informativos que han surgido con la premisa expresa de promover una interpretación de izquierda en el ecosistema mediático. Hoy en día el debato no está circunscrito a AMLO contra unos cuantos medios y comunicadores de la vieja guardia, sino que está emergiendo nuevas legiones de medios y comunicadores en ambos bandos.

Claro que no todo es jauja en el actual ecosistema mediático que se está configurando. El poder del algoritmo es una espada de Damocles permanente para la libertad de expresión y para la posibilidad de informarnos razonablemente contrastando los contrapuestos puntos de vista que ahora se expresan en los medios. Con la infocracia la desinformación, la vigilancia, el espionaje e intoxicación con los discursos de odio tiende a imponerse por encima de la información y de la deliberación. La infodemia es otro fenómeno con el que vamos a seguir batallando durante un buen tiempo.

En fin, a la distancia se van clarificando la profundidad de los cambios que vive nuestro ecosistema mediático, que todavía no acaba de definirse del todo. Habrá que esperar un poco más para ver cuál de las lecturas interpretativas de los acontecimientos se acaba imponiendo. Aunque intuyó que el debate y la confrontación llegaron para quedarse. @mundiario

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