Ni preguntas ni respuestas

Banderas de Europa. / Mundiario
Banderas de Europa. / Mundiario
Deberíamos abrir los ojos y preguntarnos varias cosas: ¿Es la UE una realidad uniforme o hay varias UU EE descoordinadas? ¿Son asimilables los países escandinavos, anglosajones, centrales, de confesión ortodoxa, sureños?
Ni preguntas ni respuestas

A partir del covid, se han evidenciado muchas cosas, entre ellas la gran insolidaridad que hay entre las naciones. También ha quedado patente, salvo poquísimas excepciones, la ausencia de una autonomía real. Y aunque algunos sigan en un sueño de autosatisfeción, la UE va a tientas, si se entiende como tal caminar sin criterio propio. Sostener que pertenecemos a un mundo en el cual tulipanes y árboles de caucho no comparten la misma naturaleza no cambiará su esencia, al contrario, aumentará nuestros problemas: el jardín también se abona con materia selvática. Levantar un muro no es la solución. Ni es justo, después de todo ningún continente extraeuropeo nos ha atacado desde hace siglos ni ha provocado dos guerras mundiales. Más bien ha sido al contrario. Decimos tulipanes y árboles de caucho porque son ejemplos paradigmáticos de lo que es la economía especulativa (recuérdese la Holanda del XVII: una casa lujosa por un bulbo) y las crueldades a que puede llevar la ambición desmedida (el Congo y los horrores del reinado de Leopoldo II).

Volviendo al principio, seguramente, en un futuro próximo se hará una raya que dividirá nuestra historia contemporánea en dos periodos: uno anterior, en el que la verdad era una, libre e indiscutible, y otro posterior que desmontará muchos mitos injustificados e innecesarios. Una raya que en definitiva dejará desnudas muchas vergüenzas sin que haya hojas de parra para ocultarlas. La verdad y las hemerotecas de mucha prensa oficializada no se llevarán nada bien. Algo semejante a lo del No-Do. La cerrazón potenciará los claroscuros y diluirá los grises, tan queridos por los sofistas. Mientras tanto, viviremos en el limbo de los no tan inocentes. Cuando decimos “verdad” no esbocemos una sonrisa incrédula, como si tal palabra no correspondiera al lenguaje profesional. La deontología periodística la recoge como asunto verdadero epistemológico.

Sobre las decisiones que la UE toma es evidente que ha habido un gran divorcio entre dirigentes y dirigidos. Sólo que estos aún no se han peguntado hacia dónde vamos. No creemos que pase mucho tiempo para que las decisiones erradas nos afecten gravemente –los analistas de negocios más independientes así lo advierten--, y muchos se pregunten (aunque tarde) qué pasó. No hablamos de los aspectos formales –que no son muy convincentes--, sino de los materiales, y más concretamente, de las legitimidades. Por ejemplo, la ministra de exteriores alemana siempre habla en nombre de los europeos. No sabemos dónde la hemos votado ni de dónde extrae sus conocimientos sobre las distintas opiniones de los ciudadanos de veintisiete países bastante diferentes. ¿Habrá preguntado al presidente de Francia qué barrunta? Francia en muchas cosas es una adelantada. Los alborotos que hay en Francia no son sólo contra el asunto de las pensiones, no nos equivoquemos.

Otra de las preguntas es sobre el debilitamiento de las soberanías nacionales que integran la UE. La capacidad de autoprotección no se manifiesta desde hace décadas. No vemos un sistema unitario, real, que sustituyendo a las soberanías más debilitadas proteja solidariamente sus intereses. Se dirá que hay múltiples organismos, ejecutivos, legislativos, judiciales, que velan para que el derecho y la justicia se apliquen con ecuanimidad. Pero los hechos no demuestran tal cosa. Por ejemplo, las relaciones financieras entre Grecia y Alemania, son un caso que da qué pensar.

No es posible detallar este asunto por lo complejo,  y que, como el olvidado de Islandia, se debería estudiar con detalle en las universidades. La cuestión es que Grecia fue abocada a una deuda por unos intereses impagables; deuda que el gobierno de Alemania reclamó en su momento. Grecia, en contrapartida, esgrimió la deuda que Alemania, a su vez, tenía contraída con el país heleno por causa de la II GM. ¿Una estupidez, como dijo el ministro alemán de Economía, Sigmar Gabriel? El economista francés Jacques Depla, afirmó en 2015 lo siguiente: "Está claro que con esas cantidades Grecia no sólo tendría resuelto el problema de la deuda sino que le sobraría dinero". ¿De qué cantidad estamos hablando? De 575 mil millones de euros, si es que los muertos se pueden tasar.

Dijimos gobierno porque la oposición alemana estaba de acuerdo en que la reclamación griega era pertinente. No sabemos si la ministra verde actual habría compartido tal opinión. Sí sabemos que posteriormente la canciller alemana, Angela Merkel, reconoció expresamente la responsabilidad de la Alemania nazi, aunque no concretó el pago de indemnizaciones (Euronews, 2019). Seguramente no podía contradecir al Acuerdo de Londres (1953), que consistió en la quita de la deuda alemana en un 62,6%. ¿Por qué no hubo tanta generosidad con Grecia? En este asunto no se olvide el conflicto greco—turco, que provoca gastos militares enormes. El ejército griego no es cualquier cosa. Europa, como con Gibraltar, se encoje de hombros.

A estos mecanismos leoninos, hay que añadir el talante. Vemos un lenguaje parecido al de los habitantes de ese paraíso agujero fiscal que es Holanda y que utiliza términos como el de PIGS, acuñado por británicos. Mientras siga habiendo racismos, xenofobias, clasismos nacionales, difícilmente podremos compartir un credo común. Graham Green, en su novela El factor humano, dice algo muy interesante: el racismo como tapadera de otros múltiples pecados.

La cuestión es si esta dependencia concéntrica tan dudosamente democrática se nos podrá aplicar extracontinentalmente. Sospechamos que sí.

Libremercado decía en febrero de este año que hemos dejado de comprar cada mes cerca de 6.000 GWh de gas natural argelino que, salía a 42,99 euros, siendo sustituido por gas procedente de Estados Unidos, Nigeria o incluso Rusia, con un precio medio de 143,69 euros. (Un gigavatio-hora equivale a mil millones de vatios-hora). Es decir, que nos hemos quedado sin buena parte del gas barato que comprábamos y lo hemos sustituido por un gas tres veces más caro. ¿Cuál fue la causa de este cambio con Argelia? Simplemente renunciar a nuestras prerrogativas en el Sáhara antes español, --y que Argelia defiende con lealtad y sentido geoestratégico--, en beneficio de Marruecos. A la par, en un acto de ejemplar amistad, Italia ha adquirido el petróleo que nosotros hemos dejado de comprar a Argelia.

Por otra parte, Marruecos ha comprado a EE.UU. diverso material militar que por el momento nos sitúa, según expertos militares, en una posición difícil. Se dirá, EE.UU. no es la UE. No, pero sí la Otan, y la Otan está en la UE. ¿Están seguras las Canarias, Ceuta, Melilla? No lo sabemos, porque a esas preguntas no se le dan respuestas firmes. Deberíamos leer la biografía de Allal El Fassi y sus teorías sobre el Gran Marruecos, que incluye partes de Argelia, Mali y Mauritania; podemos afirmar que El Sáhara occidental ya forma parte no de un proyecto, sino de una realidad territorial. La UE mira al Este, pero ignora lo que está al Sur de España.

Deberíamos abrir los ojos y preguntarnos varias cosas: ¿Es la UE una realidad uniforme o hay varias UU EE descoordinadas? ¿Son asimilables los países escandinavos, anglosajones, centrales, de confesión ortodoxa, sureños? ¿Tienen España, Francia, Italia, los mismos intereses, o no se han afinado suficientes mecanismos para que unas Europas no prevalezcan sobre otras? ¿Haremos caso a la teoría norteamericana de la vieja y nueva Europa, es decir, una Europa con cierta autonomía, muy belicista, que vaya del Báltico al Mar Negro, convertida en motor económico--militar gracias a obediencias estracomunitarias? ¿Nos puede arrastrar a compromisos indeseados? ¿Los Piłsudski y afines pueden convertirse en los nuevos héroes de ambiciones irredentistas con pretensiones de reordenar el territorio y que a nadie benefiaciará dentro de la UE? ¿Exageración? A nosotros, al menos, nos lo han reordenado en África. ¿Alguien se pregunta estas cosas o nos hemos quedado en la carcajada estentórea, en el abrazo buenista y en la búsqueda de la felicidad eterna (ser felices sin nada, la gran nueva sabiduría) y sin sentido de la responsabilidad? Cuidado con que el gasto militar enriquezca a unos y arruine a otros.

El de las finanzas especulativas es un problema que no se ha resuelto. ¿Son ellas quienes soplan nuestras velas hacia el Mare Tenebroso, o los estados aún pueden hacer algo por su soberanía desgastada?

¿Tiene la UE un modelo social y económico propio, o todo se reduce a más iniciativa privada y menos protección social? Pero aquí surge una duda. Si se pretende que la soberanía nacional es mala en el contexto europeo, ¿no se pretenderá por la misma regla que Europa renuncie totalmente a la suya? ¿Acaso la UE quiere ser el escalón a ese gobierno mundial que no imaginamos cómo se organizará; cómo mantendrá la sanidad, la vivienda, la dependencia, la educación, la defensa --¿de las amenazas extraterrestres?--, de la política exterior --¿de qué exterior, si es universal?--. ¿Todo esto es serio, mientras nuestra irrelevancia va progresando?

Y sin pensar tanto en lo material ¿cómo organizar su democracia? El Parlamento Europeo, la Comisión, el Consejo Europeo, el Consejo de la UE, cada día se alejan más de los problemas de los ciudadanos. Se podrá responder que es cosa de cada país, pero ¿son soberanos los gobiernos nacionales frente a las decisiones de los órganos de la UE? Es más ¿es posible que se desenvuelvan en su laberinto administrativo y legislativo? ¿Es posible que se enfrenten a las decisiones del BCE? ¿Quieren nuestros representantes, debilitados, hacerlo? ¿Al final, nos bastará con lo que se vote en los Oscars, dadas las expectativas que los medios abren cada año?

Es indiscutible que la cultura es un producto del sistema económico. Pero también es indiscutible que esa realidad reduce su carácter de cultura. No estamos negando la calidad de los creadores europeos, --es otra cuestión--, sino su relevancia en una Europa convertida en una especie de protectorado mercantil. Hace años que esto es evidente. La cultura europea prácticamente ha desaparecido. Ya no existe música, cine, literatura, investigación, geografía europeas. Su proporción es insignificante. Aunque más correcto será decir que no se ve. Si no existiera y no se viera sería normal. Obsérvense, por ejemplo, los concursos que pretenden ser formativos: resulta desesperante que apenas se mencionen personajes europeos y nacionales. No digamos nada de la cuestión idiomática. El idioma español, por ejemplo, ha desaparecido de muchos organismos que sobrentienden que todos hablamos inglés. Se ironizaba en España contra los políticos que no hablaban inglés. ¿Hablan español u otro idioma los políticos foráneos?

Sería lamentable que el proyecto diseñado para Europa fuera el de un cascarón vacío de derechos sociales porque unos políticos distantes y desorientados decidieran el camino del gasto en conflictos. El conflicto no beneficia a Europa, sino a aquellos que sí tienen una industria preparada para él. A Europa lo que le interesa es el camino de la paz, de los mercados libres, de los postores más baratos. Y en este asunto, la prensa no oficializada tiene una gran labor. Si no nos dicen a dónde vamos, por qué, cuáles eran todas las alternativas, habremos perdido la batalla más importante, que es la de la paz. Pero no una paz discriminadora, sino informada, en la que se conozcan los orígenes, las causas, las consecuencias, las incitaciones. Esa es la única forma de procurarla: regándola en su raíz.

Si mañana España se pusiera seria con Marruecos ¿se nos podría reprochar algo? Lo de España no ha sido paciencia, sino dejación de su historia. El pueblo español, históricamente, en última instancia, nunca se dejó hacer. ¿Por qué ahora sí? No creemos que por temor a Marruecos, salvo que permitamos que ellos aumenten y nosotros disminuyamos imprudentemente. Si alguien desea rodearnos de enemigos, que venga él a enfrentarlos. Máxime cuando parece que se tiene más simpatías por una potencia que no respeta en nada los tan cacareados derechos humanos, la libertad, la democracia. Resumiendo: a un pueblo desinformado no se le puede reprochar nada. A quienes no lo informaron, sí. @mundiario

Comentarios