El necesario remedio al capitalismo

Banderas de Europa. / AIREF
Banderas de Europa. / AIREF
Los poderes públicos europeos van viendo la necesidad de tomar el timón de la planificación económica, supeditando las actuaciones del libre mercado a las necesidades sociales y a los intereses públicos.
El necesario remedio al capitalismo

Cada año se reúnen los jerarcas capitalistas para la cumbre mundial de Davos, y tras la crisis financiera de 2008, nadie se da por aludido en relación con las palabras que en septiembre de 2008 pronunció públicamente Sarkozy, entonces presidente de Francia, ante 4.000 militantes de la UPM reunidos en Toulon: “Le laissez-faire c’est fini”; “el mercado todopoderoso que siempre tiene razón se ha acabado”, para acabar planteando que es necesario refundar el capitalismo. Sin embargo, tras la crisis de la pandemia, y la crisis promovida por la guerra de Ucrania, aquellas palabras han tomado de nuevo actualidad.

La reacción que tuvo la cúpula de la Unión Europea a partir de 2008 se ciñó al más puro estilo capitalista del “sálvese quien pueda”, con recetas abusivas de austeridad, que por un lado arruinaron a países de la manera más descarnada -que le pregunten a Grecia, hoy prácticamente fagocitada por Alemania-, y por otro ensancharon y ahondaron la brecha de la desigualdad en la sociedad europea, tanto entre personas como entre países.

Bruselas, hegemonizada por los países más rigoristas no actuó como la Unión que predica capitanear, y se negó a mancomunar la deuda (los eurobonos que propuso el presidente Zapatero), y a solidarizar las medidas de afrontamiento de la crisis. En España hubo que salvar los bancos, a base de prestarles, sin esperanza de retorno, casi el 10% del PIB, mientras una oleada de desahucios dejaba a miles de familias en la calle, y se adoptaban medidas laborales y sociales que fomentaron la ruina y una desigualdad de la que aún no hemos podido recuperarnos.

La crisis del Covid nos hizo ver las orejas al lobo, y Europa -no sin reticencias de los “ortodoxos” rigoristas- adoptó las medidas que había negado catorce años antes, comprando deuda, con créditos del BCE al 0%, con un fondo de recuperación de 740.000 millones de euros, y con la relajación de las normas estrictas de deuda y déficit. Las autoridades comunitarias comprendieron por fin que, o nos salvábamos todos, o no se salvaba nadie. Además de haber comprendido el tremendo error cometido durante años de fiar a la globalización y a la especulativa deslocalización de empresas el futuro económico, que terminó con la autosuficiencia de productos y hasta de tecnología.

Una vez más, el famoso “mercado” omnipotente, padre del capitalismo, había demostrado que es ciego, anárquico, y que sus pretendidas e inexistentes leyes no miran al bien común, ni a la ordenación de la economía, sino al enriquecimiento de sus agentes principales y al beneficio de los especuladores. Si miramos un contrato, por ejemplo, de petróleo, o de cualquier otro producto, de los que circulan por el escenario del comercio internacional, veremos que tiene más páginas la parte que recoge la lista de intermediarios que cobran por el negocio, que el contenido estricto del contrato como tal.

Quizá el único efecto positivo que ha aportado Putin con la invasión de Ucrania es que Europa ha tomado conciencia de que -salvo Francia- es peligrosamente deficitaria y dependiente en algo tan estratégico como la energía. Y que necesita un inmenso esfuerzo, tanto en activar e intensificar la producción, como en fomentar la eficiencia en el consumo, y muy especialmente en acelerar la investigación y el desarrollo para hacer viables nuevas fuentes energéticas, como el hidrógeno verde, por ejemplo.

Esa dependencia energética, junto con el incremento del transporte (en volumen y en precio), tanto en energía (España, por ejemplo, en agosto de 2022 había incrementado el 63% el gas licuado importado mediante barcos metaneros, y las importaciones europeas de carbón han sido hasta septiembre las más elevadas de los últimos cuatro años), como en cereales y otros productos, ha generado una inflación insólita, frente a la que el BCE se ha lanzado a tomar medidas de corte clásico, que no sabemos si ayudarán a mitigarla o a asfixiar la economía, con su subida de tipos de interés, que afortunadamente comienza a ponerse en cuestión.

Todo eso viene acompañado de otra problemática sobre la que algunos países, España a la cabeza, vienen advirtiendo hace meses: la compra y el almacenamiento conjuntos de combustibles. Y que, por fin, parece que se van a tomar iniciativas, junto con la regulación de precios de productos energéticos como el gas.

Digamos que la Unión Europea ha tomado el derrotero de ser más Unión, y de comenzar a adoptar políticas más unitarias y planificadas, sin impedir que funcione el mercado libre, por supuesto, pero tomando la Comisión y los Estados más cartas en el enfoque y planificación de las soluciones a los problemas. Dentro de esa nueva política se incluye el planteamiento de condicionar el “ancha es Castilla” y la especulación del libre mercado, tanto con la fijación de precios máximos como con la imposición de impuestos a las grandes compañías energéticas y a las entidades financieras, beneficiarias de la subida de tipos de interés. Esto último es por ahora una medida exclusivamente española, que esperemos que en breve tenga seguimiento por el conjunto de la Unión.

Todo esto apunta a que los poderes públicos europeos van viendo la necesidad de tomar en sus manos el timón de la planificación económica, supeditando las actuaciones del libre mercado a las necesidades sociales y a los intereses públicos.

Esperemos que estas intervenciones no sean puramente coyunturales, sino que supongan una ocasión para repensar y limitar los excesos liberales y puramente interesados del capitalismo, y para establecer unas reglas del juego más vinculadas a las necesidades públicas y a la igualdad social. Un golpe de timón que comenzó a darse en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, y que posibilitó el avance del Estado del Bienestar. Algo que debería completarse con la necesidad que se ha puesto de manifiesto de repensar Europa y fortalecer su Unión. @mundiario

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