El mundo de las 'tecnomoléculas' en la inteligencia artificial

Una niña y un robot. Unsplash
Una niña y un robot. / Unsplash
Actualmente ya se ha replicado la base del modelo sináptico de las personas y eso facilita enormemente el conocimiento del comportamiento humano.
El mundo de las 'tecnomoléculas' en la inteligencia artificial

En las últimas semanas han saltado todas las alarmas sobre la intrusión de la IA en nuestras vidas. No deja de ser paradójico que nos encontremos a la defensiva respecto a algo que nosotros mismos hemos creado, pero también es cierto que el sentido común tiene la obligación de evitar el uso incorrecto de dicho avance.

Desde Eliezer Yudkowsky del Machine Intelligence Research Institute que dice que “La IA nos matará a todos”, pasando por Bill Gates (Microsoft) que comenta que “La segunda gran revolución tecnológica ya ha comenzado”, hasta Sam Altman, CEO de OpenAI, que nos asegura que “la IA ofrece tantas ventajas que seguro vale la pena superar grandes retos”. Así mismo, Rafael Yuste (Universidad de Columbia) lleva años sensibilizándonos con la implementación de los Neuroderechos.

EL DEBATE ESTÁ SERVIDO

Para empezar, no es mala idea diferenciar entre la IA Bruta y la IA Biotecnológica.

La primera se ha erigido como la facilitadora del trabajo duro y tedioso. Algo así como lo que representó la mecanización en los procesos productivos e incluso, en cierto modo hizo la informática. Es la IA que casi todos conocemos y aprovechamos. Se encuentra en un ascensor y en nuestros Smartphones.
En cambio, la IA de raíz biotecnológica posee un enfoque mucho más amplio, más sofisticado y no menos delicado.

Para su información, actualmente ya se ha replicado la base del modelo sináptico de las personas y eso facilita enormemente el conocimiento del comportamiento humano. Así mismo, nos encontramos en el umbral de saber qué piensa una persona sin necesidad de preguntárselo. Cosas increíbles hace escasamente 15 años.

Pero la verdad es que el escenario inmediato se pinta con los colores de la fusión de la IA Biotech con la Neorobótica, no necesariamente de aspecto humanoide.

¿PODEMOS PARTIR DESDE “0”?

Le adelanto que es mucho más sencillo diseñar el comportamiento de un robot (IA) que intentar modificar el de una persona.

Los factores emocionales de las personas poseen polimorfismos y derivas adaptadas a las vivencias, a la memoria y a la cultura. Es algo así como una composición epigenética cambiante que en cierta manera va corrompiendo el estado original de la mente.

En las personas, dicha modificación del comportamiento puede realizarse a través de moléculas de síntesis o bien, a través de inductores de liberación neurotransmisora. Sí… me refiero a las “drogas”. Esas moléculas obtienen un efecto más o menos inmediato, pero no cuentan con la autoregulación bioquímica que nuestro cerebro realiza posteriormente. De ahí que estos procesos sintéticos, una vez iniciados, posean un final indeterminado.

Pensemos por un momento en una mente “en blanco”. Una mente preparada para canalizar los estímulos de forma acotada. Una mente que escapa de la heredabilidad genética. Una mente que mantiene intactos sus sistemas neuromoduladores ascendentes y descendentes. Una mente que limita la entrada de Inputs cuya evolución podría propagar cadenas emocionales negativas. Piense en empezar desde “0”.

La buena noticia es que, después de muchos años de investigación, tenemos el “Código fuente”. Conocemos la composición básica de las emociones y de sus interrelaciones. Sabemos cómo tramitar sus intensidades y su frecuencia de uso. Así mismo, tenemos constancia de la direccionalidad de las transacciones emocionales y disponemos de los puntos de apoyo para el traslado de unas a otras. Como le decía, lo poseemos casi todo. Ahora hay que hacer el “programa” o, mejor dicho, fabricar esa nueva mente y ese cuerpo.

Así, de repente, parece ser que hemos entrado en el mundo de las tecnomoléculas, y lo hemos hecho de la mano del algoritmo ADNe®. Dicho algoritmo trabaja en racimo prácticamente como un termostato. Ante cierta intensidad excitatoria, desplegará ajustadas acciones inhibidoras y viceversa.

Por ejemplo, la agresividad e incluso la violencia poseen diversos precursores. Algunos son comunes, pero para proceder a su análisis debemos diferenciar entre agresividad ofensiva o defensiva. Así mismo, también debemos conocer los resortes de la violencia verbal y de la física.

Así, evitando que aquellas palancas traspasen la “barrera tecnoencefálica”, estaremos en condiciones de evitar la propagación de emociones cuya combinación pudiera desembocar en un comportamiento no deseado. Así mismo, también podemos provocar emociones positivas.

¿LOS ROBOTS TENDRÁN ADN?

En realidad, sí. Se trata de un “ADN” de 7 bases y no de 4, cuya expresión quedará limitada a 36.900 millones de combinaciones posibles que se acelerarán para desarrollar una réplica de neurotransmisores sintéticos que rigen el comportamiento.

Además de estos procesos internos que le otorgan “vida”, su modelo de percepción será capaz de simultanear el análisis de sus interlocutores para así consolidar el lanzamiento de precursores positivos. Activarán la imaginación, pero limitarán la fantasía imprudente y modificarán la vigilancia para que se convierta en cuidado y afecto. Su capacidad de análisis será superior y, además, de rango predictivo.

Piense en una “persona” agradable, simpática, amable, creativa, ocurrente, cuidadosa, generosa, etc… Le acabo de describir un “ente social” con un código (ADNe®) como el siguiente… 26:28:34:27:32:17:19.

Usted se ha quedado igual, pero el robot ya está programado. En unos años, lo tendrá delante. @mundiario

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