Mentiras, eufemismos, ambigüedades, disfraces…

Bandera trans. / RR SS.
Bandera trans. / RR SS.

“Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje”, dijo Octavio Paz.


 
Mentiras, eufemismos, ambigüedades, disfraces…

Este comentario tal vez esté influido por mi escepticismo añoso, del que les hablaba hace unos días. El caso es que creo que vivimos en una sociedad hipócrita, plagada de mentiras, eufemismos, ambigüedades, disfraces o llámenlo como quieran.

Muchas cosas no son lo que parecen y nos confunden; otras, las disfrazamos conscientemente porque nos asusta llamarlas por su nombre; y, con más frecuencia de la deseada, vemos y oímos supercherías que se aceptan como verdades irrefutables con cierta complacencia y hasta las asumimos con naturalidad en la vida de cada día en las conversaciones normales.

La recién aprobada 'ley trans' ha suscitado encendidos comentarios: equiparación de sexo y género; uso de términos como asignación o reasignación de sexo; flexibilidad para modificar la mención registral de sexo, entre los 14 y los 16 años con la asistencia de padres o tutores y a partir de los 16, con la mera comparecencia del solicitante; reversibilidad de la decisión; consolidación de un nuevo concepto de familia, etc.

La terminología utilizada en el texto de la ley y en las discusiones previas confirman mi opinión inicial: o vivimos en un carnaval permanente o admitimos como cierto lo que es falso, incluso hasta los que no estamos de acuerdo con determinadas cosas.

En la ley encontramos expresiones como “Operación de cambio de sexo”, “cirugía de reasignación de sexo”, “autodeterminación del sexo”, “sexo asignado”, “sexo reclamado”, “rectificar el sexo”, y otras muchas que no incluyo para no cansarles. Naturalmente, sé lo que es la disforia de género y respeto a quienes viven en situación de ansiedad ante la diferencia entre lo que biológicamente son y lo que sienten.

Basta utilizar el olvidado diccionario, hoy innecesario porque cada uno crea sus propios conceptos, a su medida, siguiendo los principios del relativismo imperante, y los disfraza con vocablos nuevos o importados. “Sexo: condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas.” Una segunda acepción se refiere a “órganos sexuales”.

Parece razonable asociar al sexo de animales y plantas la idea, entre otras, de la reproducción, que ha permitido que el mundo – desde el big bang, para unos y de la Creación, para otros- haya evolucionado y sobrevivido.

Estoy convencido de que un niño de Secundaria advertirá, cuando en la asignatura de biología le explican los órganos de reproducción del ser humano, que el sexo viene asignado por la naturaleza, que la sexualidad masculina y la sexualidad femenina no son intercambiables, reasignables.

Lo que nos hemos acostumbrado a llamar cirugía de reasignación de sexo, o de cambio de sexo, es una alteración de la apariencia sexual externa, que nunca permitirá concebir al hombre con apariencia genital femenina, ni a la mujer con apariencia genital masculina, fecundar. Hay que añadir su carácter irreversible.

Llamemos a las cosas por su nombre y conozcamos el significado auténtico de lo que decimos; de no hacerlo así estaremos caminando hacia la Babel de la incomunicación, falseando y corrompiendo la convivencia.

Octavio Paz escribió: “Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje”. @mundiario

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