Una lección que deberíamos aprender a tiempo de lo ocurrido en Italia

1664183327130 [640x480]
Imagen de una ganadora. / Autor.
España precisa un partido socialdemócrata moderno y una derecha razonable, ambos con sentido de Estado, hoy difuso.
Una lección que deberíamos aprender a tiempo de lo ocurrido en Italia

Lo de Italia nos enseña, a mi entender, que España precisa un verdadero partido socialdemócrata y un centro derecha o derecha, ambos con sentido de Estado, dispuestos a entenderse en las cuestiones fundamentales para construir una sociedad igualitaria, solidaria y estable, dando respuesta a las demandas de las mayorías sociales por encima de excepciones y privilegios. Hay en España, como en Italia, grandes masas de decepcionados.

Insisto en que lo que ha ocurrido en Italia, a mi entender, nos enseña que un país como España precisa para su estabilidad de la existencia de un partido socialdemócrata moderno, con un claro sentido del Estado que defienda como principio la igualdad en deberes y derechos de los ciudadanos con independencia de la comunidad o el territorio donde resida, que marque bien el espacio frente a la izquierda bolivariana (como decía antes Sánchez) y que sea capaz de (como decía Sánchez) de no depender de los votos de los separatistas para alcanzar el Gobierno. Pero ese partido socialdemócrata moderno no existe en estos momentos. Al mismo tiempo se precisa una derecha o un centro derecha estable, con una visión también global del Estado y con plena conciencia de que es necesario el pacto como elemento de diálogo efectivo sobre cuestiones esenciales que interesan a la globalidad de la nación. Esa derecha o el centro derecha debe tener unas miras superiores a sus cortos intereses y ser capaz de entender que una sociedad moderna se construye también con renuncias al maximalismo y favoreciendo el equilibrio. Lamentablemente, aquella España moderna con que soñaron las Cortes de Cádiz nació lastrada por la pervivencia de privilegios y derechos medievales en algunas comunidades.

No cayó aquí, como en Francia, el rayo renovador que decía el abate Sieyés, quien subrayó que en Francia borró todos los vestigios del Antiguo Régimen que entre nosotros, en forma diversa, se conservan y restauraron en algunos periodos de nuestra historia y otros invocan como primer paso para ir más allá. Al abate Sieyés se deben dos nociones capitales en el Derecho Constitucional como son la noción de poder constituyente, como sustrato legitimador de la legalidad del Estado que pasará a ser la justificación de cómo y por qué se organiza jurídicamente el Estado liberal cuando lo enfocamos como un Estado concreto; y la noción de la soberanía nacional, es decir la fijación en la nación del poder político supremo (soberano), capital para la organización del poder político. La pervivencia, la influencia y el, para muchos mal ejemplo, de vestigios del pasado, lastran la definitiva configuración de España como Estado moderno, lo que se evidencia de nuevo a casa paso en la profundización y errores derivados de las cesiones que se hicieron durante la transición que tan evidentes se muestran estos días.

El rayo renovador

Sieyés nos enseña que "la nación existe ante todo y es el origen de todo. Su voluntad es siempre legal; es la ley misma. Antes de ella, por encima de ella, no hay más que el derecho natural". Este es el modelo y el referente para quienes creemos en la nación española, en la nación de todos, con independencia de nuestra vecindad civil, que es el único concepto administrativo que debe diferenciar a los españoles. Pero, por ahora, en España no existen esos dos partidos que sustenten ese concepto: un partido socialdemócrata con sentido, voluntad y estructura de Estado y no simple agrupamientos parroquiales, cargados de contradicciones y con diferencias notables, según los territorios, cada uno con sus cortas metas (lo que contradice los principios de lo que debería ser el socialismo); y una derecha o un centro derecha también con perspectiva de Estado y sentido de la historia, sensible a las necesidades del conjunto de los ciudadanos y a la necesidad de ayudar a construir una sociedad igualitaria, moderna y solidaria. Sólo de ese modo podremos mirar al futuro sin los sobresaltos de que medren los extremos, el de la derecha y el de la izquierda y el separatismo.

Pero en estos días, el guirigay fiscal y las contradicciones de unos y otros demuestran lo lejos que estamos de ese ideal de igualdad jurídica y formal en la vida cotidiana de los ciudadanos. Luego, la gente se harta de unos y de otros. Ese es el riesgo, el de que se crea que existen soluciones milagrosas porque ya no se confía en quienes tanto los han decepcionado sin darles la respuesta esperada. Pero no existen los milagros en política, sino las decepciones que generan inesperadas respuestas. Tomemos nota. De todos modos, vamos a esperar y ver. @mundiario

Comentarios