El intento de golpe en Brasil copió el guion de seguidores de Trump

Asalto del Congreso en Brasil. / RR SS.
Asalto del Congreso en Brasil. / RR SS.

En la nación sudamericana, al igual que en Estados Unidos, extremistas de ultraderecha no están dispuestos a reconocer resultados electorales que no son de su agrado.

El intento de golpe en Brasil copió el guion de seguidores de Trump

Casi exactamente dos años después de la toma del Capitolio de Washington por partidarios del ex presidente Donald Trump, un suceso que tuvo lugar el 6 de enero de 2021, la historia se repitió, esta vez en Brasil.

El pasado 8 de enero, unos 4.000 seguidores del ultraderechista ex mandatario brasileño Jair Bolsonaro, derrotado por el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones del 30 de octubre de 2022, invadieron la sede del Congreso, el Tribunal Supremo y el Palacio de Planalto (el palacio presidencial). Los bolsonaristas exigían una intervención militar y la renuncia de Lula.

Asalto a la democracia

El plan era copiado de la intentona en Washington: asaltar la democracia brasileña y conseguir la salida de un presidente electo en un sufragio legítimo al que, sin embargo, Bolsonaro y sus seguidores más extremistas calificaron de fraudulento.

Al igual que Trump, que no estuvo presente en la toma de posesión del actual presidente estadounidense, Joe Biden, Bolsonaro no asistió a la inauguración de Lula. El ex presidente se fue de Brasil antes de ese día para pasar una temporada en la Florida, un estado norteamericano que desde hace tiempo abre las puertas de par en par a la derecha latinoamericana más rancia.

Desde la Florida, Bolsonaro criticó —aunque con tibieza— las acciones de sus seguidores en Brasilia, sin perder ocasión para lanzar también un dardo al movimiento de izquierda de su país: “Las manifestaciones pacíficas son parte de la democracia —escribió en Twitter—. Sin embargo, las depredaciones e invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, se salen de la regla”.

Pero aunque Bolsonaro se desmarcó del asalto a la democracia en Brasilia, su postura ante el triunfo electoral de Lula agravó las divisiones en la sociedad brasileña. Tras las elecciones el pasado noviembre, el ex presidente anunció que se iniciaría el traspaso de poder, pero evitó reconocer explícitamente su derrota en las urnas. Bolsonaro denunció fraude en los comicios, sin aportar pruebas, lo mismo que hizo Trump tras su derrota.

Cierto, la victoria de Lula fue por un margen muy estrecho: 50,9 por ciento de los votos a su favor frente a 49,1 por ciento para Bolsonaro. Pero precisamente de eso se trata la democracia: de reconocer la voluntad de la mayoría, aun cuando la diferencia sea exigua.

Sin precedentes

Lula calificó a los asaltantes de “fascistas fanáticos” y dijo que lo sucedido el domingo pasado “no tiene precedentes en la historia del país”.

El asalto al Capitolio de Washington, hace dos años, tampoco tenía precedentes en la historia estadounidense.

Al igual que Estados Unidos, Brasil es hoy un país muy dividido entre dos visiones sociopolíticas opuestas. En ambas naciones, sectores extremistas de ultraderecha han demostrado que no están dispuestos a aceptar resultados electorales que no sean de su agrado, y que pueden recurrir a la violencia para intentar cambiar esos resultados. En ambas naciones, proteger la democracia es una tarea ineludible, la misión esencial del momento. @mundiario


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