El "imaginario monárquico" invade exageradamente todos los medios españoles

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El imaginario monárquico trata de convencer que los reyes son algo natural
Televisiones y diarios abruman con la exequias de Isabel II y expanden sin recato el marketing británico de la marca monarquía.
El "imaginario monárquico" invade exageradamente todos los medios españoles

La apabullante presencia de los honores, exequias, velatorios y excursiones que vienen realizando sus leales súbditos de Isabel II, por el país, reflejada hasta el hartazgo en los medios españoles, tanto en los diarios impresos y las televisiones, incluidos los programas de la telebasura y el cotilleo, tiene que provocar una sensación de generalizado hartazgo, porque este hecho histórico es en realidad una enorme y calculada operación de márketing comercial para la abrumadora venta de la marca Inglaterra, como resulta evidente.

Se comprende que, dado el carácter británico, el asunto cunda allí; pero fuera de ese ámbito resulta más que sorprendente, pese a lo que lo evidente que resulta hasta qué punto saben usar los medios para lograr los efectos de lo que se llama “imaginario monárquico” que es una construcción intelectual, consistente en introducir en la mente de las gentes el concepto de que la monarquía es una institución natural, que por tanto debe ser aceptada como tal con “naturalidad”. Reyes y príncipes siempre han estado ahí, formando parte de nuestras vidas y, además, están imbuidos no ya del origen divino que los consagra, sino de todas las cualidades que consideramos excelentes: el rey es sabio, prudente, valeroso, ejemplar, etc.

Los estudiosos de este fenómeno desde la perspectiva sociológica e histórica (véase Rodríguez García, J.L., Panfleto contra la monarquía. Madrid, 2007) se preguntan cómo los mortales normales podemos aceptar como cosa natural que existan instituciones que perviven – aunque cada vez menos- cuya función real es no hacer nada o simplemente existir. Y en este sentido añade que resulta prodigiosa la enorme variedad de monarquías que en el mundo quedan, algunas, consideradas ejemplo de modernidad, y otras, pura y simplemente en la Edad Media. Pero todas hermanas, de igual trato entre sí. Por algo se llaman en su trato “primos”.

En ese sentido, los británicos más escépticos llevan diciendo que la reina y ahora el rey “deben conformarse con estar”. Y es que en el fondo pervive la creencia de que los reyes siguen ungidos por la divinidad que los colocó donde están. Y los medios ayudan a ello, como vemos estos días, en cuanto que retratan, relatan y cuentan las acciones extraordinarias que en su vida cotidiana realizan los reyes. Es ahí donde se construye el “imaginario monárquico”. Y tampoco olvidemos el papel de la “amnesia” de otros actos menos ejemplares, como resulta evidente en el caso reciente de España.

Viaje a Londres del honorífico 5545454444 [640x480]
Londres no en estos momentos la mejor plaza para Juan Carlos I

Dice el profesor Rodríguez que la unción divina de la realeza es ahora provista por el empeño mediático y la gente le basta con descubrir que el monarca o su prole habitan en palacios estimables, que festejan convenientemente, que van de aquí para allá. La propiedad de la dinastía se refleja en la brillantez del papel cuché que es signo conclusivo del favor divino.  En nuestro caso, escribe Goytisolo, “a diferencia de Inglaterra y otros reinos del norte de Europa, en donde la institución monárquica se funda en un consenso tradicional de honda raigambre histórica y en una tranquila sucesión de reinados sin altibajos ni seísmos, la Monarquía española de los dos últimos siglos ha sido una especie de tobogán con subidas, bajadas, caídas, descarrilamientos”.

No es sencillo de desbaratar

Sostiene el filósofo Rodríguez García que no parece sencillo desbaratar el imaginario monárquico, si se tiene en cuenta las marcas que lo constituyen. Con respecto a los elementos sobre los que se construye el “Imaginario monárquico”, en cuanto a su capacidad de causar el asombro de los súbditos y siervos, alude a un controvertido aspecto, la fortuna de los reyes y su origen. Ya se sabe, porque de ello se encarga la revista Forbes, que, empezando por la monarquía británica, el resto de las que sobreviven en el mundo –no hablemos ya de los árabes medievales-, son riquísimos. Por eso –dice Guglielmo--“la dinastía reinante no sólo debía poseer la mayor fortuna del país, excepción hecha, claro está, de la Iglesia, sino que además tenía que ser considerablemente más rica que las más ricas familias, derrochar con una prodigalidad insaciable en las más diversas y contradictorias tareas o encomiendas: guerras, armamento, obras públicas, beneficencia y prebendas de todas clases, lujo público, lujo de la Corte, de los familiares, gigantescos palacios y castillos de mil habitaciones, fiestas y paradas de características fabulosas”.

Pero la construcción del “imaginario monárquico” tiene que ir más lejos:  El rey, con toda su familia, no podía ser visto en ningún momento, en ninguna circunstancia y en ningún lugar como un simple mortal, como un simple hombre de carne y hueso: Cada uno de sus actos y de sus gestos, cada uno de sus deseos o manifestaciones de voluntad, estaban precisa y minuciosamente reglados por una etiqueta preestablecida según ritos solemnes y ceremoniosos.

Estos días, ya lo ven, lo agitadas que están siendo las exequias de la reina de Inglaterra. Y lo que todavía no espera. @mundiario.

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