¿Hegemonía o gobernanza global?

Consejo de Seguridad de la ONU. / @UN_Photo
Consejo de Seguridad de la ONU. / @UN_Photo
¿Alguno de nuestros lectores conoce alguno de los documentos de la propuesta china de negociación sobre el conflicto de Ucrania?
¿Hegemonía o gobernanza global?

Es evidente que la única institución actual con capacidad para dictar normas internacionales es la ONU, aunque muy limitada en su eficacia gubernativa por su origen, la “autoridad” emanada de las potencias vencedoras en la segunda guerra mundial, por la capacidad de veto de varias de esas potencias y el valor no vinculante de las decisiones de la Asamblea General, que dicta normas y arbitrajes sin autoridad real para hacerlas cumplir. Valga como ejemplo las declaraciones de la Asamblea General sobre “una sola China”, o sobre Palestina, o sobre la agresión rusa a Ucrania etc. etc. que determinados países no cumplen.

Ha destacado, sin embargo, en los dos últimos decenios, un embrión de institución de gobernanza global, el G-20, que representa a un número muy amplio de países (casi el 90% de la población mundial), que en sus Cumbres periódicas aborda los graves problemas de este mundo, pero sólo llega a conclusiones deliberativas, no vinculantes, ya que varias grandes y medias potencias no le quieren dar esa autoridad.

Podemos afirmar, entonces, con toda razón, que hay una carencia de gobernanza global, que no hay ninguna institución con autoridad reconocida para ejercer la verdadera gobernanza global capaz de dictar leyes o normas de derecho internacional.

Y, ante esa ausencia de liderazgo global, que tanto perjudica a países y pueblos, que tanto dificulta la solución de conflictos y de problemas internacionales, algunas grandes potencias han usurpado ese papel, que hemos dado en llamar “el orden internacional”.

Tras la segunda guerra mundial, desde 1945, en plena guerra fría, ese papel lo usurparon la URSS y Estados Unidos, en una “gobernanza” bipolar impuesta por la fuerza que les daba su capacidad económica y, sobre todo, su fuerza militar y nuclear.

Con la caída de la URSS ese papel lo asumió Estados Unidos, apoyado en el denominado “consenso” de Washington, reforzado por la revolución conservadora de Reagan y Thatcher, que abrió un poco esa “gobernanza” unipolar al Reino Unido y, progresivamente, a otros países europeos y, más tarde, a la Unión Europea, con la OTAN como el brazo armado de ambos.

Rusia quedó reducida a una potencia de segundo nivel, pero con la anomalía de ser primera potencia nuclear o sus aspiraciones imperiales de corte zarista o soviético. Y Estados Unidos, con su potencia económica y tecnológica junto con la Unión Europea, dieron un nuevo sentido al poder unipolar de Occidente. 

Y, otra anomalía, en ese mundo unipolar occidental, empezó a destacar China como potencia emergente, hasta llegar, en unos decenios, al grado de segunda potencia mundial, y -otra anomalía- a la que no se le reconoce el más mínimo derecho, ni el más mínimo hueco para participar en la gobernanza global. Mientras, contradictoriamente, se le hace responsable, por activa o por pasiva, de no contribuir a solucionar los problemas globales.

Quizá el ejemplo más palmario de estas “anomalías”, de la ausencia de gobernanza global consensuada, es la agresión rusa a Ucrania. Occidente se arroga el derecho, hegemónico y excluyente, de ser el único árbitro en esta guerra, con su fuerza militar y mediática, el único gendarme capaz de “salvar” a Ucrania de la agresión. Y, mientras, se acusa a China de no querer intervenir o, lo que es peor, de apoyar a Rusia contra Ucrania, sin ninguna prueba.

Desafortunadamente, hay muchas más manifestaciones sangrantes de estas “anomalías”, de esta ausencia de gobernanza global, que ha sido sustituida por el hegemonismo excluyente occidental.

¡Y no nos olvidemos de subrayar que Occidente usurpa el papel de gobernante global, de gendarme global, en general sin el más mínimo aval de Naciones Unidas y en nombre de un grupo de países que representan sólo el 12-13% de la población mundial y que solemos llamar “comunidad internacional”

En consecuencia, esta guerra, esta agresión rusa a Ucrania no se puede parar, ni se podrán superar sus trágicas consecuencias, que tantas vidas, tanto derroche económico, tanto destrozo y tanto desajuste de las cadenas globales de suministro están costando. Y que, incluso está produciendo hambruna en determinados países y provocando un deterioro incalculable del medio ambiente, tan dañado ya por el cambio climático, que hipócritamente, dicen defender los que está contaminando el aire y la tierra con bombas, misiles, destrucción y uso masivo de combustibles fósiles.

¿Qué género de gobernanza global es ésta? ¿A dónde nos quiere llevar este hegemonismo occidental excluyente? ¿Es que no hay otra vía de solución más que más guerra contra la guerra? ¿Quién está sacando provecho de este gigantesco destrozo, que cada día va a más?

China, a la que se ha decidido dejar al margen de esta “gobernanza” hegemónica occidental, insiste una y otra, vez en la negociación, como única vía de solución a esta guerra que se augura como interminable. Y, como este llamamiento a la negociación ha sido silenciado sistemáticamente por los medios occidentales, desde que comenzó la guerra, China ha lanzado una propuesta estructurada de negociación, muy detallada, con una serie de pasos graduales, en varios documentos escalonados… reconociendo que es una negociación muy difícil, de largo plazo, en la que se parte de posiciones irreductibles, en la que se exigen condiciones previas inaceptables para cada una de las partes directamente involucradas, Rusia y Ucrania, e inaceptables también, en principio, para las dos potencias implicadas, Rusia y Occidente.

¿Alguno de nuestros lectores conoce alguno de los documentos de esta propuesta de negociación? ¿Se ha podido debatir en algún foro internacional o en las informaciones y tertulias diarias? ¿Ha habido alguna contrapropuesta? ¿O, al menos, un rechazo explícito razonado de la propuesta? 

La respuesta ha sido, simplemente, el silencio, en nombre, se supone, de la “libertad de expresión”, es decir, de la libertad de “no informar” de lo que no interesa. Bueno, sí, que yo sepa, desde la Unión Europea hubo un rechazo descalificativo, por la mera razón de que “China no es creíble”. Como si toda negociación, de cualquier tipo, de cualquier nivel, incluso de nivel comercial, no supusiera que dos se sientan a negociar, precisamente porque no están de acuerdo, precisamente porque a uno y a otro no le convencen los argumentos del contrario o no se fía de ellos o no le parecen creíbles: todo eso se supone debería suponerse o darse por incluido en la palabra negociar.

Mi convicción personal es que esta guerra, ni por la confrontación armamentística, interminable y creciente, ni por el incremento de sanciones que dañan la cadena global de suministros y provocan una la subida de precios en perjuicio de  la economía global, ni por la escalada militar con riesgo de enfrentamiento nuclear apocalíptico… va a tener solución.

Mi diagnóstico y pronóstico es, en consonancia con la propuesta china: es imprescindible articular todas las vías posibles de negociación, a medio-largo plazo, desde instancias de gobernanza global, que deben incluir, como mínimo, a las tres grandes potencias, Estados Unidos, China y la Unión Europea, para ponerse de acuerdo, en pie de igualdad, en unas bases mínimas y un protocolo de negociación, a las que vayan sumándose las partes más directamente implicadas y, progresivamente, otras potencias medias.

Pero el paso previo imprescindible es que Occidente,-Estados Unidos y Unión Europea- acepten esta vía de negociación, renunciando, de una vez por todas, a su hegemonismo excluyente. @mundiario

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