El final del juancarlismo

El rey Juan Carlos I.
El rey Juan Carlos I.
Para reducir la erosión reputacional que está padeciendo la institución monárquica serían necesarias un conjunto de medidas que, por el momento, no figuran en la agenda de la actual Casa Real.
El final del juancarlismo

Para las personas que participamos en la resistencia antifranquista y que  defendimos – a partir de 1976 – la instauración de una forma de Estado republicana, lo que está sucediendo con el anterior jefe del Estado causa una gran sorpresa porque, seguramente, no entraba en las previsiones de quien profesaba las convicciones  mas intensamente  anti-monárquicas. En aquellos momentos iniciales del  pos-franquismo, las reivindicaciones republicanas – incluso aquellas que se postulaban mediante la demanda de un referéndum específico sobre la materia – no parecían tener los apoyos mayoritarios que deseaban muchos de los activistas organizados durante el franquismo. Aunque no se conocían estudios  demoscópicos  sobre esta cuestión, se sabía cual era la posición de los equipos dirigentes de una buena parte de las organizaciones políticas ilegalizadas por la dictadura de Franco: PSOE, PCE, CiU y PNV aceptaron – con distintos argumentos – que la monarquía encarnada en la figura de Juan Carlos de Borbón formara parte de la nueva arquitectura constitucional que se sometió a consulta popular en diciembre de 1978.

Durante varias décadas, el republicanismo quedó reducido, prácticamente, a las celebraciones anuales simbólicas de 14 de Abril , protagonizadas por grupos y asociaciones que vivían en la periferia del sistema político dominante. El  juancarlismo consolidaba su hegemonía gracias a la legitimidad otorgada por una buena parte de la oposición antifranquista y apoyado en los relatos  apologéticos de los poderes económicos y mediáticos que guardaban silencio – con una fidelidad cómplice digna de mejor causa – sobre cualquier suceso que hubiese podido cuestionar el mito del “Rey constructor de la democracia”.

El relevo de Juan Carlos por su hijo en el año 2014 reveló que estábamos asistiendo a una crisis importante en la reputación de la monarquía española. La erosión de la legitimidad  juancarlista derivaba, sobre todo, del progresivo conocimiento de las prácticas corruptas registradas durante su mandato como jefe del Estado. Los cambios operados – en esa segunda década del presente siglo – en el cuadro político general, aceleraron la velocidad de la retirada del primer plano institucional. Dos de las fuerzas firmantes del pacto constitucional – el PCE y CiU – mudaron  sustancialmente su posición: en un caso por la  recomposición del espacio a la izquierda del PSOE a consecuencia de la aparición de Podemos y en el caso de las formaciones nacionalistas catalanas herederas del  pujolismo por la asunción de postulados independentistas que quedan fuera de la lógica constitucional.

A pesar de que, en los últimos años, el CIS no quiere realizar encuestas específicas sobre el estado de opinión presente en la ciudadanía respecto de la historia reciente de la institución monárquica, existen algunas estimaciones aproximadas que señalan una doble ruptura generacional y territorial. En los segmentos poblacionales inferiores a los 40 años y en los cuerpos sociales del País Vasco y de Cataluña habitarían las expresiones mas críticas sobre el  estatus-quo monárquico y, por tanto, un mayor potencial de apoyos a fórmulas republicanas alternativas.

Resultan cínicos los ataques de la derecha contra el Presidente del Gobierno en base a una presunta complicidad con las opciones republicanas

Para reducir la erosión  reputacional que está padeciendo la institución monárquica serían necesarias un conjunto de medidas que, por el momento, no figuran en la agenda de la actual Casa Real: retirada de todos los atributos honoríficos y protocolarios que aún posee Juan Carlos de Borbón, eliminación de la inviolabilidad para todos aquellos actos que no están asociados al rol de la jefatura del Estado, establecimiento de una normativa que asegure la total transparencia en el uso de los recursos públicos por parte de las personas integrantes de dicha Casa Real, llevar a cabo una investigación parlamentaria que permita sustanciar las responsabilidades políticas derivadas del mandato del anterior Rey...

Mientras los dirigentes del PSOE no cambien la posición estructural que adoptaron en 1978, no existirá una mayoría parlamentaria capaz de reparar las graves anomalías antidemocráticas vividas en las últimas décadas de juancarlismo. Desde este punto de vista, resultan absolutamente  cínicos los ataques realizados por la derecha política (PP,  Vox) y mediática contra el actual presidente del Gobierno español en base a una presunta complicidad con las opciones políticas expresamente republicanas. Los sectores conservadores deberían reconocer públicamente que gracias a la posición política defendida por Felipe González, Zapatero, Rubalcaba y Pedro Sánchez la Monarquía española logró sobrevivir a todos los escándalos que ahora conocemos.

La destrucción de la legitimidad  juancarlista –construida, en su momento, sobre la renuncia a los planes previamente diseñados por el régimen de Franco– suscita un interrogante muy relevante de cara a las próximas décadas: resultará viable consolidar, sobre bases parcialmente revisadas, la legitimidad de Felipe VI como titular de la continuidad monárquica? Será posible – a diferencia de lo sucedido hace 40 años – un pronunciamiento específico de la ciudadanía respecto de la forma de Estado? @mundiario

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