Feijóo se la juega en Cataluña y el País Vasco

Alberto Núñez Feijóo, líder del PP. / RR.SS.
Alberto Núñez Feijóo, líder del PP. / RR.SS.
Para el nacionalismo institucional vasco, Feijóo es el dique de contención ideal frente a la amenaza de la ultraderecha antiautonomista.
Feijóo se la juega en Cataluña y el País Vasco

Diga lo que diga el CIS de Tezanos, Feijóo ganará las próximas elecciones generales. Será una victoria holgada, aunque está por ver si suficiente para que el PP pueda gobernar en solitario, con un acuerdo de legislatura o con apoyos puntuales. La mayoría absoluta parece ahora mismo inalcanzable en un escenario en el que el retorno del bipartidismo clásico coincidirá con una constelación de fuerzas minoritarias a derecha e izquierda y otras, las de la España vaciada, ideológicamente más o menos neutras pero no forzosamente neutrales.

El expresidente de la Xunta tiene el viento a favor y sabe que el tiempo tampoco juega en su contra. El cambio de ciclo que eclosionó en Andalucía le empuja hacia La Moncloa. Siempre que no cometa errores de bulto, la victoria electoral le vendrá dada como a casi cualquiera que estuviera en su lugar. Sin embargo, él se sabe obligado a aportar un plus más allá de su valor personal como marca ganadora.

En ese sentido, Feijóo se impone el reto de que el PP deje de ser residual en Cataluña y el País Vasco. En esos territorios los populares han tocado fondo, con riesgo serio de desaparecer del mapa político. Solo les cabe remontar hasta lograr unos cuantos diputados, que pueden ser decisivos no ya para ganar, sino para alcanzar una victoria holgada con la que garantizar la gobernabilidad, aunque sea bajo mínimos. Por eso el de Os Peares ha decidido jugársela en esas dos nacionalidades históricas presentándose como el adalid de un autonomismo sensato, que reivindica lo propio sin cuestionar la unidad nacional, contrario a la recentralización pero a la vez partidario de racionalizar un entramado territorial mal engranado, que chirría demasiado. ¿Su aval? El modelo gallego, la autonomía con "sentidiño".

La pretensión de Feijóo es que el PP catalán -el PP en general- deje de ser percibido como una fuerza españolista y antinacionalista que aspira a descatalanizar Cataluña y pase a ser visto como un partido que defiende sin ambages el Estado de las Autonomías, además de reconocer la existencia de la catalanidad como el sentimiento mayoritario de los ciudadanos nacidos en aquella tierra y de muchos de los llegados de fuera, no pocos de origen gallego. Una forma sentir que no tiene por qué ser incompatible con la españolidad. En esa línea, Feijóo apuesta por el "catalanismo constitucional", concepto de nuevo cuño -y un tanto ambiguo- como la herramienta cívica con la que devolver la paz social y empezar a reconstruir la convivencia entre catalanes tan dañada por el proceso soberanista.

Creen Feijóo y su equipo que en Euskadi no lo van a tener tan difícil. Sin la perturbación terrorista, el normalizado ecosistema político vasco es muy distinto del catalán. Allí hay hueco para un partido de centro derecha no nacionalista, que defienda el autogobierno y el cupo, acepte lo sustancial de la política identitaria y no demonice la simbología esencial del vasquismo. El nuevo líder del PP tiene buena sintonía personal con el lehendakari Urkullu, si bien es consciente de que él no es quien manda en el PNV. Para el nacionalismo institucional vasco, Feijóo es el dique de contención ideal frente a la amenaza de la ultraderecha antiautonomista. Puede arrebatarle algunos votos, pero es un mal menor. Aunque con Sánchez le está yendo muy bien, la ciudadanía vasca en general sabe que, si cambian las tornas, con Feijóo en La Moncloa lo suyo, lo esencial, lo que les importa corre menos riesgos que con cualquier otro líder popular. Rajoy incluido. @mundiario

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