Esperando a Yolanda

Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. / @sanchezcastejon
Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. / @sanchezcastejon
A nadie mínimamente observador se le escapa que Pedro Sánchez nunca vio con malos ojos el destacado protagonismo de Yolanda Díaz en las tareas de Gobierno.

Pedro Sánchez respira un poco más tranquilo sabiendo que el día 3 de abril Yolanda Díaz confirmará públicamente lo que ya todo el mundo, también él, daba por hecho: que será candidata a la presidencia del Gobierno por la plataforma Sumar. El actual inquilino de La Moncloa está convencido de que sus posibilidades de no ser desahuciado son mucho mayores si al final cuaja la operación de ingeniería política impulsada por la vicepresidenta y ministra de Trabajo. Frío y calculador, sabe que le conviene tener a su izquierda una muleta mínimamente consistente en que apoyarse a la hora de intentar reeditar la coalición progresista en caso de que el Partido Popular y Vox no sumen mayoría suficiente tras las elecciones del próximo invierno. Para ello necesita que Díaz se consolide como cabeza visible y principal referencia de un frente amplio que amalgame a los muchos partidos y grupúsculos que pululan por el espacio rupturista. Y por eso no se plantea disolver ya el Parlamento, por esperar a Yolanda.

A Sánchez le sobran razones para desear que Podemos desaparezca cuanto antes como marca política o que al menos se diluya dentro de un movimiento izquierdista, transversal, de amplio espectro y sin siglas como el encabezado por Díaz. De palabra, obra y omisión, las ministras "podemitas" le causan mayor desgaste que la propia oposición. Le tienen en un sin vivir que solo puede sobrellevar alguien como él, dispuesto a comerse uno o dos sapos cada mañana con tal de mantenerse en el poder. Los más ingenuos del entorno presidencial creyeron que con la salida de Pablo Iglesias del Gobierno el ala socialista ganaría en tranquilidad. Fue un espejismo, porque desde entonces los dolores de cabeza son prácticamente diarios y persistentes. El bigobierno es un auténtico calvario para Sánchez, solo compensado en parte por las alegrías que le da Yolanda con una gestión que el electorado progresista califica con un aprobado alto.

Véase lo sucedido en la moción de censura. A nadie mínimamente observador se le escapa que Pedro Sánchez nunca vio con malos ojos el destacado protagonismo de Yolanda Díaz en las tareas de gobierno. Incluso se diría que lo propició dispensándole un trato personal preferente respecto al resto de los representantes de Unidas Podemos en el Consejo de Ministros. Desde el principio se notó que había entre ambos buena química y una fluida comunicación, la que el presidente no tuvo -y tal vez tampoco quiso tener- con Pablo Iglesias. Del mismo modo que no es ningún secreto que Sánchez ha recurrido más de una vez a Díaz para que mediara en los frecuentes conflictos interministeriales o para que refrendara la posición del presidente en temas delicados o sensibles aún a costa de marcar distancias con el núcleo duro de los morados. Algo que, visto lo visto, no le ha salido gratis a la ferrolana.

A Moncloa no le cabe la menor duda de que Podemos acabará aceptando las condiciones que le imponga Sumar o que alcanzarán algún tipo de acuerdo para concurrir juntos a las próximas elecciones generales. No hacerlo sería suicidarse políticamente, además de una incongruencia teniendo en cuenta que fue Pablo Iglesias quien señaló a Yolanda Díaz como su sucesora. Tanto confiaba en ella, que la aupó a la vicepresidencia del Gobierno y le encargó la coordinación de la acción política de los ministerios "podemitas", a sabiendas de que iba por libre, que no militaba en el partido morado, ni siquiera en IU. Aquella decisión, que levantó no pocas ampollas, se justificaba por el intento de reconstruir el frente común a la izquierda del PSOE y evitar su práctica desaparición del escenario estatal, algo que sería un desastre sobre todo para los políticos rupturistas pero que seguramente celebrarían con champán muchos socialistas. @mundiario

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