España debería acoger la primera escuela oficial china en Europa

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / Fernando Calvo, de Pool Moncloa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Helsinki, Finlandia. / Pool Moncloa / Fernando Calvo. Helsinki (Finlandia)

En el próximo viaje del presidente Sánchez a China, debería aprovecharse como una baza que sería una de sus mejores herramientas del soft-power para el nuevo orden mundial.

España debería acoger la primera escuela oficial china en Europa

China ya es una gran potencia. De hecho está a punto de superar a EE UU. Por ello, Europa en general y España en particular ganarían mucho si se llevaran bien en todos los terrenos con Pekín, porque nuestro futuro depende del nuevo orden internacional que se vislumbra. También en el terreno cultural, como pieza del poder blando (soft-power), donde España tiene una baza especial.

El presidente español Pedro Sánchez tiene pendiente una visita oficial a China invitado por el mandatario chino Xi Jinping. Sin conocerse del todo la agenda, parece que se hablará del plan de paz chino en Ucrania y de las relaciones multilaterales con Europa y América Latina. Para Pekín, la invitación al  presidente español se puede encuadrar dentro de la doctrina del PC chino: “Oriente está ascendiendo y Occidente está en declive”.

España, miembro del G-20, es la cuarta potencia euro aunque con un muy limitado poder de influencia en la geopolítica y geoestrategia internacional. El régimen chino parece aprovechar esta carta para sus intereses estratégicos. Sin embargo, llevamos años presumiendo del soft-power en la diplomacia exterior española (poder blando) que no es otra cosa que el mismo multilateralismo que pregona la ONU y sus estados miembros salvo excepciones.

España pese a ello está en condiciones de poder ofertar a China no sólo su tecnología puntera en renovables sino además apostar por la difusión del español, el idioma más hablado del mundo tras el mandarín, así como potenciar el turismo y el poder de influencia en América Latina, incluida los hispanos en Norteamérica -que está a punto de convertirse en el segundo país de habla española del mundo-.

La industria del español, que tanto atrae sobre el papel a la Oficina del Español, podría ser una baza estratégica para los intereses comunes de Madrid y Pekín. Hablar un idioma extranjero junto con el inglés como es el español presupone una ventaja competitiva para la balanza de pagos asiática, en unos tiempos que China se ha erigido en el cliente comercial preferente y principal inversor en toda Latinoamérica. Tanta negligencia europea (y española) es imperdonable, pero esta columna no va de este tema.

En este sentido, Sánchez haría bien en proponer en su visita inminente a Pekín la creación o acogida del primer centro oficial de bachillerato (high school) chino en España de toda Europa, para dar cobertura escolar a la comunidad china dispersa en el viejo continente y  evitar, que miles de familias adineradas residentes  en suelo europeo, se vean obligadas a regresar a su país natal con objeto que sus hijos cursen el colegio por la falta de una oferta homologada al criterio oriental en la UE.

Por supuesto que están los colegios internacionales bilingües y, en menor medida las academias de idiomas,  pero Sánchez se marcaría un punto respecto a todos sus socios europeos, permitiendo que a través de la primera escuela de ciclo completo en España homologado por el plan de estudios  chino hasta el bachiller, se erija en un faro de transferencia tecnológica en el viejo continente y afiance la Ruta de la Seda.

Por otro lado, los miles de chinos ricos  en Europa solicitantes de la visa oro (España ya es de por sí el cuarto país receptor en la UE) desplazarían su residencia a nuestro país movidos por las facilidades de que sus primogénitos puedan cursar la enseñanza oficial en un país con un clima tan favorable como el nuestro, al mismo tiempo que aprenden el idioma de Cervantes sin desarraigo de la cultura china.

Para ello, las autoridades españolas harían bien en adelantar los trámites que atraigan a todos esos millonarios chinos y otros muchos que llegarían desde el lejano país asiático, cediendo en alguna ciudad española como Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla suelo para la edificación del centro de enseñanza, o algún edificio apto para dicha sed en suelo europeo. Si lo hemos hecho en la M-30 de Madrid cediendo terreno para levantar la mezquita más grande de Europa, por qué no repetir lo mismo en el campo educativo-tecnológico.

Una vez finalizada la enseñanza reglada del bachillerato chino, no se puede descartar que esos estudiantes  bien acudan a una universidad puntera tanto en España como en el resto del mundo para completar la internacionalización del talento y sembrar de directivos chinos en gran número de empresas internacionales o chinas de nueva creación. 

A diferencia de los actuales 8 Institutos Confucio existentes en España (frente a su equivalente 2 únicos centros del Instituto Cervantes en China) para la impartición de la lengua y cultura chinas en nuestro país, el primer high school chino en la UE estaría orientado a dar cobertura educativa en primaria y secundaria a nacionales chinos en el exterior y a cuantos europeos apuesten por el bachillerato chino como lo harían en cualquier ciudad del país oriental.

Se calcula que en China existen actualmente más de 100.000 familias millonarias con un patrimonio de 48.000 millones de dólares que estarían deseando emigrar al extranjero a la espera de superar diversos obstáculos legales y políticos, en busca de “condiciones de vida ideal” en una país como España. Cerca de un millón ya lo hacen sólo en suelo europeo, con tendencia al alza. Un estudio de la Universidad Nacional de Singapur sostiene que los chinos tienen más afinidad a los europeos que a la cultura del Tío Sam.

Cierto o no, aparte de los beneficios aparentes para España de esta propuesta en el terreno diplomático, también está el rédito comercial recíproco y el que obtendría China, ahondando tanto en el superávit comercial con la UE (duplicado en los últimos siete años) como en la dependencia tecnológica en los próximos años.

Uno de los mejores tributos a los 50 años de relaciones hispano-chinas podría pasar por sellar otro siglo de entendimiento coincidiendo con la presidencia rotatoria española en el Consejo de la UE. España, tiene de nuevo una oportunidad de oro para recuperar algo de terreno en la geopolítica internacional. Aunque sea a cambio de soportar gritos de críos pequeños en el patio en chino mandarín. @mundiario


 

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