Las elecciones italianas de septiembre de 2022 y su repercusión internacional

Giorgia Meloni, primera ministra de Italia. / RR SS.
Giorgia Meloni, primera ministra de Italia. / RR SS.
El papel mediador de la Presidencia de la República Italiana ha resultado esencial para conseguir que Italia mantenga su prestigio internacional y forme gobiernos que permitan superar la crisis endémica y los compromisos internacionales.
Las elecciones italianas de septiembre de 2022 y su repercusión internacional

Manca finezza.

Giulio Andreotti.

El debate político en Italia hace tiempo que resulta de bastante confusión. Partimos de una situación anómala donde, tras la invasión americana en la segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría, gobierna la Democracia Cristiana mediante un pool muy amplio de partidos formando gobiernos débiles que apenas duran algo más de un año, nada menos que 66 gobiernos en 75 años; al tiempo que bloquea durante mucho tiempo la posibilidad de que un fuerte Partido Comunista (PCI) participe en el gobierno.

El asesinato en 1978 de Aldo Moro, dirigente clave de la DC que proponía un acuerdo con el PCI para superar la situación anterior, que posteriormente resultó imposible; y en 1992 el autoexilio de Bettino Craxi, dirigente del PSI condenado por corrupción al recibir comisiones millonarias, junto con otros dirigentes de otros partidos, por la tangentópolis, gracias a la actuación de los jueces de Manos Limpias, hizo que el sistema político tal y como era conocido hasta ese momento se derrumbara, dando como resultado la aparición de nuevos partidos (realmente movimientos más heterogéneos) con el ánimo de regenerar el sistema.

En los últimos diez años se produce la aparición del Partido Democrático como heredero del PCI, del PSI y por fusión de otros grupos moderados de raíz cristiana, que lo han convertido realmente en un grupo de centro izquierda. Tiene sucesivos dirigentes, como Massimo D’Alema, Romano Prodi, Enrico Letta, Matteo Renzi, Paolo Gentiloni, entre otros, que en su mayor parte terminan en la Comisión Europea después de breves gobiernos en Italia. Este grupo es el verdadero corazón de la política italiana, europeísta y con una gran presencia de cuadros intelectuales, pero que no termina de tener un liderazgo consolidado. Su base electoral se sustenta en la zona centro italiana, en el prestigio de sus alcaldes y sus Universidades.

La derecha se reorganiza en torno al grupo Forza Italia desde 1994 y a la figura de Silvio Berlusconi, que va formando parte de sucesivas coaliciones para mantenerse en el poder, siendo además fundador y gestor de un imperio televisivo de gran influencia en la sociedad y en la política italiana.

La aparición posteriormente de una formación en la zona norte industrial, La Lega, reivindicando un país inexistente, La Padania, provocará la ruptura política del país en tres: el norte, donde este grupo era mayoritario, alcanzando hasta el 17 % de los votos; el Partido Democrático en el centro y el movimiento 5 Estrellas en el sur, partido antisistema que termina al final siendo uno más en los sucesivos repartos de poder; pero que llegó a tener el 33 % de los sufragios, lo que da una idea de la destrucción y el desprestigio del sistema anterior.

Los dos últimos gobernantes han sido Giuseppe Conte y Mario Draghi (éste, independiente y procedente de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo) respaldados por coaliciones muy heterogéneas. El sistema electoral prima las coaliciones, lo que obliga a agrupamientos bastante lábiles denominados polos y actualmente acuerdos, lo que provoca la ruptura de los gobiernos al poco tiempo de su formación.

El papel mediador de la Presidencia de la República Italiana ha resultado esencial para conseguir que Italia mantenga su prestigio internacional y forme gobiernos que permitan superar la crisis endémica y los compromisos internacionales. Mattarella, desde 2015, en una presidencia que tiene cierta capacidad de maniobra, y que ha demostrado ser capaz de superar complejas situaciones anteriores, seguro que será capaz de orientar la situación actual.

En el último proceso electoral la derecha se ha coaligado formando una tríada (realmente 4, pero el grupo de centro derecha obtuvo 0 escaños; 0,9 %); en la que Fratelli es el grupo mayoritario (119 escaños; 26 %), dirigido por Meloni; y los dos socios menores son La Lega de Salvini (66 escaños; 8,8 %) y Forza Italia de Berlusconi (45 escaños; 8,1 %). La izquierda se ha presentado dividida por el personalismo de Conte, que ha roto el gobierno de Draghi y ha conseguido en las elecciones un escaso resultado en una fórmula denominada tercer polo M5S + Conte (51 escaños; 15,4 %). El PD no ha obtenido un mal resultado, (69 escaños, 19,1 %), junto con otros grupos menores en total 80 escaños. Otras formaciones 25 escaños. En votos la izquierda ha obtenido casi el 49 % y la derecha el 46 %, pero en escaños por la división de la izquierda y el sistema electoral, que prima las coaliciones, el resultado da una clara victoria de la derecha.

La composición final es la siguiente: 237 representantes de la coalición de derechas, sobre 400 en la cámara de diputados y 115 sobre 200 en el Senado. Mientras el PD obtiene 69 y 39 puestos respectivamente. El Movimiento 5 estrellas, 52 y 28. La Alianza de Centro, 21 y 9; y el resto, formaciones menores.

El dato más significativo es la caída de la participación, un 10 % menor que en las anteriores elecciones de 2018, siendo el sur la zona de mayor índice de abstención, mientras la de un mayor número de votantes es el norte. La participación electoral ha evolucionado desde el 90% en 1948, al 63,9 % en este proceso electoral de 2022. Todo ello supone una menor representatividad de todos los partidos políticos, especialmente de los de izquierda.

¿Cómo afecta este resultado a la situación internacional, tan delicada en este momento? Claramente, hay algunos partidos muy definidos en el apoyo a la posición de la Comisión Europea, en el centro y la izquierda; mientras en la derecha existe una división, ya que dos grupos apoyan la posición de Rusia, el grupo de Berlusconi y Salvini, y el de Meloni, aunque es heredero del neofascista MSI, está actualmente en una posición dudosa, al ser Italia muy dependiente de la ayuda comunitaria. Es de suponer que existe margen para que no se descuelgue de la posición mayoritaria en la UE.

La posición de Meloni, además, está definida por el predominio de la empresa privada en la economía, el fomento de la enseñanza privada en la elección educativa, la centralidad de la familia tradicional en el modelo social, el control más rígido de los flujos migratorios y la defensa nacional exagerada en el reparto de los fondos sociales. Es decir, en conjunto no se aleja demasiado de las posiciones de los grupos conservadores de la UE sin connotaciones fascistas. Veremos cómo se desempeña en la práctica su Gobierno. Meloni ha sido diputada en 2006 y ministra de juventud con Berlusconi entre 2008 y 2011.

El mensaje de apoyo en video de Meloni en el último acto de Vox contradice su intención centrista y su vocación europeísta, a diferencia de sus dos aliados Berlusconi y Salvini que coquetearon con la Rusia de Putin aunque van teniendo posiciones más posibilistas. De todas formas la complejidad de la política italiana obliga a esperar el nombramiento del gobierno, así como su composición en los puestos clave, esa es la prueba de fuego de la trayectoria a seguir. @mundiario

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