Discursos confusos para hechos claros

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en un reunión con los dirigentes de las patronales y los sindicatos. / @desdelamoncloa
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en un reunión con los dirigentes de las patronales y los sindicatos. / @desdelamoncloa

La inflación despierta a los sindicatos. Precisan que ahora protestarán contra la patronal cuando antes lo hacían contra el Gobierno.

Discursos confusos para hechos claros

Tras un mes de agosto dedicado a reclamar a diario que el PP apoyase el Real Decreto de medidas energéticas, el Gobierno ha logrado mayoría absoluta en la Cámara sin necesidad de sus votos. Se pone así de manifiesto que la petición no era por necesidad parlamentaria sino como parte de la lucha política que consiste en situar al rival en el ángulo menos favorable. Subliminalmente, se quería transmitir que estar contra la medida gubernamental era estar contra los intereses colectivos del país, o como dijo algún Ministro, “los intereses de España”. Demasiada ambición para una medida transitoria.

Un axioma de la política es que lo innecesario suele ser contraproducente. Si toda decisión política genera reacciones, hacerlo de forma gratuita puede tener más costes que beneficios. Desde ese principio y sabiendo que sus votos no eran necesarios, el PP se mantuvo en la oposición. Que es la postura correcta salvo en contadas excepciones. Cada vez que en España, en Cataluña, Andalucía o en cualquier lugar, la oposición vota con el Gobierno en asuntos relevantes, se deslegitima a sí misma y facilita que el Gobierno de turno la acuse luego de carencia de proyecto alternativo. En especial cuando ni siquiera ha participado en la toma de decisiones. Solo el terrorismo, la política ante la Unión Europea o la guerra de Ucrania, por citar algunos casos, justifican anteponer la visión de Estado al rol que Gobierno y oposición tienen en un sistema democrático. El Gobierno debe apoyarse en su mayoría, no en la oposición, y esta no puede claudicar de su función, impuesta por las urnas.

Los discursos tramposos pueden confundir, pero no ocultan los hechos. La burocracia sindical, actualmente una extensión más del aparato del Estado, ha despertado ante la inflación creciente anunciando movilizaciones y precisando, por si había dudas, que son contra la patronal, es decir no son contra el Gobierno, como lo fueron durante el mandato de Rajoy. Rauda, la Ministra de Trabajo y muñidora de una plataforma política que no quiere concurrir a las elecciones municipales ni autonómicas, anuncia su apoyo expreso. Su colega la Vicepresidenta Primera que venía anunciando tímidamente que intentaría un pacto de rentas con los agentes sociales, guarda silencio. El Ministro de la Presidencia hace una declaración de nuevo confusa donde no queda claro si está con la facción podemita del Gobierno o en contra.

De modo que habrá movilizaciones sin que el sentido último quede claro más allá del evidente oportunismo político. Con los medios ofreciendo cada día diagnósticos alarmistas de lo que viene, posible recesión, inflación muy elevada, precios de la energía al alza, consecuencias de una guerra imprevisible, incremento de las empresas que entran en concurso, reiteradas por los portavoces de la UE, por Macron, Scholz, y en España por varios miembros del Ejecutivo, los sindicatos y parte del Gobierno creen que ha llegado el momento de pedir el cielo. Una clara huida hacia delante, en la firme convicción de que las consecuencias se le endosarán al Gobierno siguiente.

Como previamente ya se ha tratado de crear un marco mental, acusando a determinadas empresas y a sus satélites de comunicación de boicotear al Gobierno, la estrategia ahora es personalizar aún más las acusaciones. Recordemos que las empresas del Ibex acuden a cada evento oficial aplaudiendo sin rubor cualquier declaración y colocando a políticos cesantes en consejos de administración generosamente retribuidos, es decir, son empresas solícitas a los requerimientos del Gobierno de turno, en lo que se ha llamado “capitalismo de amiguetes”, una forma hispana del capitalismo donde parte de las rentas empresariales proceden de la proximidad al poder en forma de concesiones, subvenciones y otras restricciones al libre mercado.

Si el sector empresarial acepta el envite sindical y político, ofreciendo incrementos similares a la inflación, no hará sino cebar la bomba del consumo y acelerar la inflación. Si además no hay contrapartidas en la productividad, para muchas empresas pequeñas puede ser una forma de expulsarlas del mercado. Si, como parece, tratan de resistir la demagogia y ofrecer incrementos moderados, asumirán el papel de enemigos. En un contexto en el que los benéficos efectos de los fondos europeos se van difuminando en trámites burocráticos, mientras nos mantenemos con cifras de paro muy elevadas en relación con los países europeos, también con Portugal.

Frente a tanto discurso tramposo hay un hecho evidente: el Gobierno tiene una mayoría parlamentaria inestable pero suficiente, que le permitirá llegar a las elecciones y mientras legislar cuanto quiera y pueda. La única alternativa tendrá que esperar y mientras oponerse, a ser posible con argumentos racionales. @mundiario

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