El desplante de Carmela Silva

Carmen Silva, presidenta de la Diputación de Pontevedra. / RR SS.
Carmen Silva, presidenta de la Diputación de Pontevedra. / RR SS.
A la hora de justificar la incomparecencia, Silva se parapeta en un argumento comodín, la autonomía local, que vale tanto para un roto como para un descosido.
El desplante de Carmela Silva

Ella es muy suya. Y muy de Abel Caballero. No es la primera vez. Carmela Silva ha vuelto a dar plantón al Parlamento gallego. La presidenta de la Diputación de Pontevedra no compareció en la Comisión de Economía, a diferencia sus homólogos, también socialistas, de A Coruña y Lugo, que un año más acudieron a dar cuenta de las líneas generales de sus previsiones presupuestarias para el año que viene. Unas comparecencias un tanto rituales y predecibles, que tienen muy poca utilidad práctica y nula trascendencia. Seguramente es por eso que levantan cada vez más escasa expectación. De ellas apenas se saca nada o casi nada en limpio. Además, suelen acabar convertidas en un mero pimpampún dialéctico, en que cada cual hace su papel, ateniéndose al color político del compareciente, pero teniendo en cuenta su actitud y su talante, o el tono que emplee en su intervención.

A la hora de justificar la incomparecencia, Silva se parapeta en un argumento comodín, la autonomía local, que vale tanto para un roto como para un descosido. Considera "un abuso" tener que explicar las cuentas del organismo que preside ante "otras administraciones", algo en lo que en cambio no ven inconveniente alguno ni el coruñés González Formoso ni el lucense Tomé Roca, ni por supuesto el ourensano Manuel Baltar. Cabe suponer que comparecen por lealtad institucional, porque quien les convoca es el Parlamento, no la Xunta, ni el PP, por respeto a la representación que encarnan sus señorías. La verdadera razón del escapismo de Doña Carmela no está dispuesta a dar explicaciones ni a escuchar las críticas de la oposición en asuntos que le resultan incómodos. Menos aún fuera del Pazo Provincial, donde ella no tiene el control del debate. 

La sana "costumbre" de que los presidentes de las diputaciones acudan a O Hórreo al menos una vez al año, durante la tramitación de los presupuestos autonómicos, responde una iniciativa de los socialistas, del partido que sobre el papel preside en Galicia Carmela Silva. Se puso en marcha en la etapa del bipartito PSOE-BNG. En teoría es una comparecencia legalmente obligatoria. Sin embargo, quien la incumple sabe que no tiene consecuencias, porque la norma no establece sanción alguna para el que se la salte, ya sea con una excusa consistente o por las bravas, a la torera, como hace Carmela Silva, o como hicieron en su día otros presidentes del PP. Acudir o no acudir acaba siendo una decisión de estrategia personal, en la que no se inmiscuyen las cúpulas partidistas.

Tanto Gonzalo Caballero en su día, como ahora -menos áun- González Formoso carecen de autoridad y ascendiente sobre Silva como para pedirle que no dé la nota, en esto de las comparecencias parlamentarias o en cualquier otro ámbito. Ella sabe que puede ir por libre, que no pasa nada, que tiene bula. Solo atiende a las sugerencias -porque en realidad son para ella órdenes- de Abel Caballero, que en esto de la insumisión institucional es quien marca la pauta. El alcalde vigués ni siquiera tuvo a bien entrevistarse con el nuevo presidente de la Xunta. Está visto que de lo que se trata es de marcar territorio, aunque el gesto absentista suponga un desplante, o cuando menos una desconsideración, al conjunto de los gallegos, que tenemos en el Parlamento nuestra casa común. @mundiario

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