Democracias asediadas, golpes variados

Heinrich XIII. /RR.SS
Heinrich XIII. / RR SS
Las afirmaciones del grupo golpista alemán cuando dice que “Alemania está gobernada por un 'deep State' –es decir: un Estado de conspiración– y las tesis de Ayuso cuando especula sobre la intención oculta de Pedro Sánchez de llevarnos a una dictadura van por la misma senda “conspiranoica”.
Democracias asediadas, golpes variados

Cuando el maestro rural y sindicalista Pedro Castillo se presentó a caballo a votar  su elección presidencial, no se le pasaba por la cabeza que terminaría intentando un golpe de Estado (si es que se puede llamar así) a la desesperada. El discurso que le llevó a la presidencia de Perú, claramente contrapuesto a los poderes fácticos, y su promesa de acabar con su dominación sobre el país, pronto chocó con la realidad imposible de un país que el viejo Fujimori dejó invadido por la putrefacción, tanto a nivel político como de la Administración, la Judicatura y otras instituciones.

Las aguas venían más que turbulentas y desde muy lejos. Difícilmente Perú va a encontrar ahora un camino que le aleje de ser un Estado fallido. Esas aguas se llevaron por delante, y pusieron de manifiesto, la soledad del maestro Castillo, que en año y medio se ha debatido torpe y desesperadamente en los mismos esfuerzos desesperados del ahogado en ciernes. Y al final acabó arrastrado por su desalentado instinto de conservación, pretendiendo imponerse al propio sistema con lo que tiene todas las trazas de un golpe de Estado. Seguro que previamente habrá planteado en su entorno mil excusas para explicar una decisión injustificable.

Por el contrario, en Alemania la intentona de golpe de Estado venía largamente preparada. Parece que había más de dos mil implicados finales, aunque haya habido hasta ahora 25 detenciones posiblemente claves. El perfil es muy diferente, porque mientras en Perú las aguas turbulentas afectaban a muy diversos estamentos y a un parlamento altamente contaminado y corrupto, en Alemania los golpistas pertenecen claramente a una facción de la extrema derecha, a la que han tenido que desarticular para evitar que se acercaran a la acción. Con gente en 11 de los 16 lander, y con miembros preparados militarmente y algunos con el pie puesto en la política activa, incluida una diputada.

El caso alemán parece acercarse más al trumpismo (no habría que descartar la mano de Banon meciendo la cuna), y al negacionismo tramposo y violento de QAnon. Aunque tampoco habría que ahondar mucho para encontrar raíces frescas vinculadas al nazismo, y a sus euforias nostálgicas del imperialismo alemán. En cualquier caso, cuando su jefe de filas parece haber dicho: “ha llegado el momento, y hay que actuar con contundencia”, lo ha hecho en un tiempo en el que las extremas derechas europeas andan revueltas y movilizadas, y han alcanzado el gobierno en Italia, a la vez que han entrado en gobiernos regionales -o sirven de apoyo decisivo a otros- en España.

Las democracias vienen sufriendo un asedio casi sistemático desde los desvergonzados y burdos populismos nacionalistas de Trump, Bolsonaro, Salvini, Berlusconi, Le Pen o Meloni. Populismos y nacionalismos plagados de bulos, de imposiciones, de corrupción, de negacionismo, y del estilo “hago lo que me da la gana”, que procura desvencijar el marco de libertades, derechos y servicios públicos.

Momentos en los que nos conviene también mirar hacia nuestro terreno patrio. Aquí la desvergüenza y el negacionismo de la extrema derecha (que le pregunten al estrafalario vicepresidente de Castilla y León) tratan de revolver las aguas, y de alterar con el insulto la convivencia parlamentaria. Pero por desgracia, no se queda solamente en el terreno de la ultraderecha. Feijóo ha irrumpido en la vida política estatal con un hambre de votos que nada tiene que envidiar a la desesperación que demostraba Casado. Y se ha metido en una competición con la extrema derecha por arrebatarle el espacio electoral.

Una competición que le lleva a romper las costuras de la propia Constitución, y a tratar de convencernos cada mediodía de que estamos en plena noche, con un aplomo que te hace dudar de su cordura política. Y practica el negacionismo. Solemos darle otros nombres, como catastrofismo electoralista, por ejemplo. Pero no: es directamente negacionismo. También al estilo de QAnon. Porque está negando los avances de nuestra economía, los datos del empleo y de la afiliación a la Seguridad Social. Está negando los avances de la política del Gobierno: no es que critique una u otra medida; es que niega todas las evidencias a la desesperada. Y está negando el reconocimiento de Europa a las actuaciones del Gobierno. Y dejando que desde su partido, la gente cercana a él, ande cada día esforzándose en convencernos de la ilegitimidad del presidente del Gobierno. Eso sí: sin argumento. Sólo con descalificaciones y negaciones. Y eso, por más que queramos tener la fiesta en paz, se llama n-e-g-a-c-i-o-n-i-s-m-o.

Pero lo peor de todo es que ha continuado una política que nos había dicho que venía a transformar, y que se acerca peligrosamente a una forma disimulada de golpismo. Sí: no se escandalicen. Toda nuestra prensa ha abierto hoy diciendo que Pedro Castillo ha intentado dar un golpe de Estado en Perú, porque ha pretendido cerrar uno de los poderes del Estado: el parlamento. Y la política que está practicando Feijóo, siguiendo al pie de la letra la trayectoria de Casado y de Ayuso (que en eso coinciden) es la de cerrar y bloquear otro poder del Estado como es el judicial: puro Montesquieu. Y, al igual que Casado, buscando excusas múltiples y sucesivas que nada tienen que ver con el cumplimiento de lo que manda la Constitución.

Tal vez porque cuando ha llegado de Galicia se ha asomado al pozo negro de Génova y se ha asustado del nudo de víboras de la corrupción económica y política que todavía tiene armado el PP, y pendiente de los tribunales. Y alguien le ha dicho que deje que el poder judicial se pudra con ellos, con tal de salvar el pellejo con temas que ya una vez les llevaron a perder el Gobierno por una moción de censura. Y que mantenga contra viento y marea a jueces afines, aunque ese viento y marea se esté convirtiendo cada vez más en un ataque al Estado de Derecho, y en una burla de las leyes democráticas. Tanto que hay juristas que están seguros de que, si en lugar de estar Feijóo en la oposición, estuviera en el Gobierno con ese comportamiento, España podría estar amenazada con sanciones similares a las que recibe Hungría.

Y ya puestos a encontrar similitudes: las afirmaciones del grupo golpista alemán cuando dicen que “Alemania está gobernada por un “deep State” -es decir: un Estado de conspiración- y las afirmaciones de Ayuso cuando especula sobre la intención oculta de Pedro Sánchez de llevarnos a una dictadura van por la misma senda “conspiranoica”. @mundiario

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