¿Cómo enseñar gestión emocional?

Gestión de emociones. / RR SS.
Gestión de emociones. / RR SS.
Mucho se habla de la gestión de las emociones, tanto en el sector educativo como en el empresarial, pero lo cierto es que parece que nadie está dispuesto a “ponerle el cascabel al gato”.
¿Cómo enseñar gestión emocional?

Mucho se habla de la gestión de las emociones, tanto en el sector educativo como en el empresarial, pero lo cierto es que parece que nadie está dispuesto a “ponerle el cascabel al gato”.

Existe un ejército de profesionales (mayoritariamente cercanos a la psicología) que nos va dando pistas sobre qué son las emociones. Eso es una buena señal, ya que por lo menos podemos clasificarlas y en el mejor de los casos, aprender a distinguirlas.

El caso es que al igual que el neurólogo Sigmund Freud, con las lógicas limitaciones de su época, estudió el efecto de lo externo sobre lo interno, años más tarde el psiquiatra canadiense Eric Bernstein desarrolló sus teorías sobre el efecto de lo interno sobre lo externo. Así hemos podido apreciar esta relación bidireccional entre el “ambiente” y el “psique” sin necesidad de declararnos fans de uno o de otro.

Como usted sospecha, si cada persona es como es y opina sobre las emociones según su propio criterio, resulta muy difícil precisar qué emociones están fluyendo en un individuo y qué intensidad posee en sus múltiples sinapsis.

Por ello pienso que el psicólogo Paul Ekman acertó al enunciar las “emociones básicas y universales”. 6 emociones muy definidas que evitan la confusión y el debate.

Aun así, todos sabemos que no existen pruebas clínicas que declaren indicadores sobre las emociones, ya que a día de hoy resulta imposible detectar el flujo neurotransmisor y su intensidad combinatoria en diferentes áreas cerebrales de una persona.

Es cierto que ha habido intentos de relacionar la concentración hormonal con la concentración neurotransmisora, pero ya le adelanto que esta supuesta paridad carece de sentido. Le explico…

A pesar de que una hormona y un neurotransmisor poseen la misma materia activa (de ahí su supuesta relación), lo cierto es que sus funciones están determinadas tanto por su efecto en un órgano concreto como por su recorrido a través de las rutas metabólicas. De hecho, la relación entre estas mismas materias activas podría ser hasta inversa. O sea, a mayor intensidad en el torrente sanguíneo (hormona), menor intensidad neurotransmisora (cerebro). Le pongo como ejemplo que la dopamina sintetizada (producida) en las glándulas suprarrenales no es capaz de traspasar la barrera hematoencefálica y por lo tanto, penetrar en el cerebro. Por eso, la dopamina neurotransmisora tiene la obligación de sintetizarse en dicho cerebro. Como supone, llenar a la vez dos vasos de agua del mismo grifo no es cosa fácil.

Ahora entenderá porqué después de un buen día de playa y después de comer una buena paella, le quedan pocas ganas de moverse.

PREDICAR CON EL EJEMPLO NO BASTA

No es cierto que “hablando se entiende la gente”, pero sí que lo es que el efecto de la palabra está asegurado. Luego ya veremos ese efecto.

De hecho, todo lo percibimos a través de nuestros sentidos, y la “palabra” es reconocida a través de algunos de ellos. Cuando esa “palabra” es sonora, el sistema ascendente y descendente del sistema neuromodulador auditivo se pone en marcha. Ya sabe, trocea, despieza, analiza, pega y forma una unidad que es interpretada como “aquello que hemos escuchado”.

Este proceso, que parece sencillo, esconde factores esenciales relacionados con el modelo sináptico de cada cual. Por eso, una persona interpreta una cosa mientras otro individuo, busca afanosamente la conclusión contraria hasta encontrarla.

Así, está claro que un solo emisor (profesor, coach o mentor) no va a satisfacer las necesidades de aprendizaje emocional de 2 o más alumnos (incluso si se tratase de gemelos), si no conoce con precisión cómo transitan los estímulos a lo largo de los variados procesos neurobiológicos de los sujetos. El gran secreto no está en los genes, sino en la expresión génica y en el modelo sináptico.

Tengo claro que también le sonará aquello de las “neuronas espejo” como precursoras de la imitación y de la empatía. Bien… Cuando predicamos con el ejemplo intentamos activar sinapsis (comunicación entre neuronas a través de las moléculas globalmente denominadas “neurotransmisores”) en los demás para que inicien un proceso de aprendizaje de mayor o menor tenacidad.

De hecho, este aprendizaje no es neutro sino que está absolutamente condicionado por infinidad de elementos ya aprendidos. Es algo así como un puzle al que le vamos añadiendo nuevas piezas que no casan con muchas otras que ya lo formaban. O sea, que a medida que vamos incorporando unidades y quitando otras, el cielo puede pasar a ser suelo y el Sol, ser la Luna. ¿Entiende ahora la conformación de los sueños que tanto preocupaba a S. Freud? Así, todo lo aprendido se mezcla y se convierte en nuevas unidades aprendidas carentes de trazabilidad. Aquí tenemos lo que al neurólogo vienés le causó más de un dolor de cabeza.

CÓMO RECONOCER LAS EMOCIONES

Desde hace unos años sabemos que las emociones están compuestas de la interrelación entre nuestra capacidad para producir, liberar y combinar diferentes neurotransmisores, y la interpretación personalizada de los estímulos externos. Por lo tanto, podíamos darle nombre a multitud de emociones pero no podíamos calibrarlas de forma customizada.

De hecho, nuestro sueño ha sido conocer la fórmula sináptica de cada emoción, tanto básica como híbrida. Actualmente ese sueño se ha hecho realidad al poder replicar matemáticamente el modelo sináptico de cada persona y así simular su intensidad emocional con precisión centesimal. Para ello hemos trabajado con algoritmos totalmente nuevos, hasta ahora desconocidos.

Debe saber que todas las emociones poseen los mismos elementos pero combinados con diferente ponderación. Ya sabe, no es lo mismo una tortilla de patatas que unas patatas con huevo, a pesar de que en ambos casos existan las patatas y haya que romper los huevos.

Esto es así porque el origen de dichas emociones es un número determinado de neurotransmisores que todos poseemos, cuyos precursores son aminoácidos caprichosamente ordenados.

Así mismo, todas las personas somos capaces de emocionarnos. No hay quien no pueda sentir ira, alegría o miedo pero no tenga la menor en duda en que esa ira, alegría o miedo dispondrá de diferente intensidad y orientación.

Como imagino sabe, cada acción conlleva una reacción y en el caso de las emociones no se plantea una excepción. Nuestro sistema neurotransmisor requiere de moléculas moduladoras que matizan la fuerza bruta de la neurotransmisión. De ahí que el balanceo emocional en busca del equilibrio sináptico sea único, personal e intransferible.

Le pongo un ejemplo… Cuando usted siente ira, su mente se excita de tal manera que el “grifo” de los neurotransmisores excitatorios podría desbordar el recipiente. Por ello, los moduladores y los neurotransmisores inhibidores se activan con idéntica fuerza para equilibrar la balanza emocional. Así, a los pocos minutos, se sentirá cansado, agotado y hasta hastiado de su propia ira. Canalizará cognitivamente los motivos de esa ira y optará temporalmente por deshacerse de ella. Una vez su presión inhibidora decaiga, si el estímulo causante de dicha ira permanece, o incluso su recuerdo, volverá a sentirla.

Tenga en cuenta que estas transacciones sinápticas cuentan con un “as en la manga”. Me refiero a que una vez aprendida esa ira, nuestros neurotransmisores se adelantarán a su presencia rebajando la intensidad excitatoria hasta tal punto que “podríamos pasar” del motivo u origen que la causó en su momento.

Por lo tanto, no creo que se puedan enseñar emociones. Seguro que no. Lo que si podemos es enseñar a la gente a ser mejores personas. Pienso que con enseñar a no hacer daño a los demás es suficiente. @mundiario

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