El cerebro del hombre y el de la mujer

Una mujer y una niña. / Unsplash
Una mujer y una niña. / Unsplash

El comportamiento humano es variable en relación con el rol que ocupa la persona, estando dicha variabilidad individual acotada sinápticamente.  

El cerebro del hombre y el de la mujer

Eso de que el cerebro de la mujer es diferente al del hombre parece que no es cierto. Le explico… Pueden haber más diferencias entre los cerebros de 2 mujeres o de 2 hombres que entre los cerebros comparados de un hombre y una mujer.

La conformación es prácticamente la misma (estructura / chasis) pero el modelo sináptico es diferente en cada persona, independientemente del género.

Al igual que todos poseemos las orejas a ambos lados de la cabeza y la nariz justo en medio, el cerebro se obstina en permanecer en esa misma cabeza manteniendo el orden en la ubicación de sus áreas.

Dividir la función cerebral por género es una reducción absurda. Si esto fuera así, todos los hombres pensaríamos igual y todas las mujeres pensarían lo mismo.

Por ello, los factores diferenciales por género son de orden Epigenético. O sea, esos factores del comportamiento, como podría ser el de la decisión de compra, son dependientes del rol que ocupa la persona independientemente del género. Por lo tanto, no hay razón suficiente para pensar en desigualdades.

Si tuviese esa tentación, simplemente le recuerdo que Frederick Winslow Taylor definió el mismo rendimiento a diferentes personas en relación de su ajuste con la herramienta utilizada.

Para abundar en este tema, le diré que de los aproximadamente 22.000 genes codificantes de proteínas que poseemos en cada célula y que se encuentran empaquetados en nuestros 23 pares de cromosomas (46), la diferencia se encuentra en un cromosoma que únicamente posee 64 genes con una clara preferencia reproductiva. O sea, el 0,29%.

Fíjese que en diferentes estudios realizados con diversas tecnologías, entre muestras de hombres y mujeres tenemos que estas últimas poseen un modelo de compra más basado en la Racionalidad, cuyos precursores son  la “necesidad” y la “resolución” a un problema. En segundo lugar aparece el Romanticismo, cuyos precursores son la “atracción” y  el “sentido de pertenencia a un colectivo”. En los hombres, también.

Así mismo, cuando seleccionamos persona a persona (no hablamos de colectivos) e igualamos sus roles (trabajo, ocupación, etc…) sí que aparecen diferencias individuales.

No es lo mismo hablar de colectivos que de personas

Por ello, cuando hablamos de colectivos, y en uno de ellos (mujeres) se dan ciertas circunstancias sociales diferenciadas, el comportamiento, “de facto”, puede ser algo diferente.

Esto es muy sencillo... Si elegimos un colectivo de hombres ejecutivos y un colectivo de mujeres “amas de casa”, su comportamiento será diferente, pero si seleccionamos colectivos de mujeres ejecutivas, esas diferencias comportamentales desaparecen.

Cosas de la estadística modal que de poco nos sirve para profundizar. Digamos que la adaptación epigenética hace su función sin alcanzar el grado de Evolución. Por ello, la desigualdad no proviene del cerebro sino del “uso del cerebro”.

Pero, ¿dónde quedan las personas del colectivo LGTBI?

Bien. No se preocupe. Me remonto a un estudio, auspiciado por el Ayuntamiento de Madrid y la Embajada italiana en España, que se realizó hace 6 años con tecnología ADNe®. En dicho estudio se reflejaron idénticos valores a nivel grupal y diferentes resultados de carácter individual. Así, se dieron similitudes entre personas declaradas como hombre o mujer, independientemente de su afinidad con un colectivo concreto.

En definitiva, el colectivo no define el cerebro, ni el cerebro define al colectivo.

Fíjese en que la Racionalidad requiere del precursor Necesidad y esa necesidad de la que hablamos (en el mundo industrializado) no es básica tal y como nos enseñó Abraham Maslow (alimentarse y protegerse).

Por lo tanto, el modelo de compra del colectivo “mujer” o de “hombre” está supeditado a su rol en la sociedad y no únicamente a su configuración sináptica. De ahí la importancia de los innovadores estudios de mercado “híbridos” que realiza la compañía española IO Investigación.

Por ejemplo, el nivel de compra “Snob” es idéntico en ejecutivos que en ejecutivas, pero no tanto entre ejecutivos y amas de casa, o entre ejecutivas y albañiles.

Otra cosa es que una marca desee potenciar esas diferencias “sociales” y apunte con mayor intensidad a un mercado femenino creciente. Ya sabe, cada vez hay más mujeres ejecutivas y eso hace que se pase de una compra Racional a una Dependiente (con precursores necesidad y pertenencia a colectivo).

Aun así, los datos nos dicen que a nivel individual sí existen las diferencias naturales de las cargas neurotransmisoras entre todas las personas (tengan el género que sea)… pero insisto, son diferencias individuales. Cuando vamos “mezclando” individuos, los datos se “achatan” y se van igualando o mejor dicho, armonizando.

De hecho, la Evolución es el resultado de la terquedad de la actividad epigenética. Se trata de un modelo de adaptación profunda que no olvida su origen pero que consolida el cambio. Así, la relación entre el ambiente y la persona se mantiene equilibrada de por vida, mientras dure la vida. Ya lo dijo el Nobel en medicina F. Jacob… “Es más bricolaje que ingeniería”.

En definitiva… La especie humana, actualmente posee unos estilos de compra dominantes como el Racional y el Romántico. Después están los estilos Dependiente y Exigente para ya perderse en el resto. La compra de características Snob es el que menos incidencia posee.

Por ello, si cogiésemos un cerebro humano (resultado de los cerebros de una amplia muestra de personas) y lo segmentáramos en estos estilos de compra, podríamos decir que el peso de la racionalidad sería del 17% y del snobismo, del 7%. Mientras, los 6 estilos de compra restantes obtendrían un 12,60% cada uno.

Entonces, ¿nos atrevemos a decir que los cerebros de los hombres y mujeres son iguales y funcionan igual?

¡Nooooo! No existen 2 tipos de cerebros (uno de mujer y otro de hombre). Mire, un coche posee ruedas, chasis y propulsión. Si modificamos su configuración estructural (por ejemplo, le ponemos alas al cacharro) hablaríamos de aviones y no de coches.

Por ello, el comportamiento humano es variable en relación con el rol que ocupa la persona, estando dicha variabilidad individual acotada sinápticamente. Digamos que el comportamiento se asemeja a un muelle que una vez se estira y se contrae, vuelve a su estado original sin perder su condición elástica.

Por ello le comento que una Evolución requiere de millones de años, mientras que una expresión génica (apagado/encendido de genes - expresión) es dependiente del ambiente (estímulos diversos), manifestándose de inmediato. El caso es cada individuo posee una sensibilidad en esos “interruptores”. @mundiario

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