Centro político y principios

En el centro de la diana. / PIxabay
En el centro de la diana. / PIxabay

El espacio de centro se nos presenta como un espacio en el que hay principios, fundamentalmente los del Estado social y democrático de Derecho.

Centro político y principios

La tendencia a la radicalidad, a los extremos, la polarización de la vida política y social que se observa en tantas partes del mundo, también entre nosotros, demuestra tristemente el éxito de los planteamientos bipolares, cainitas, maniqueos. Unos planteamientos en los que las ideologías cerradas amenazan las libertades y la vida democrática.

En este contexto, justo cuando en tiempo electoral, vuelve al candelero la cuestión del centro, de la moderación, de las políticas centradas, de la sensibilidad social, del espacio del entendimiento, del espacio del pensamiento abierto, del espacio de la racionalidad, del espacio de la realidad. Se habla mucho de táctica, estrategia, encuestas, sondeos, de que las elecciones se ganan desde el centro, pero se debate poco acerca de lo que es el espacio del centro: el espacio en el que las políticas tienen como centro y raíz la dignidad del ser humana y sus derechos fundamentales, no los cálculos para conservar la posición como sea, hoy, por cierto, tan de moda.

En este contexto el espacio de centro se nos presenta como un espacio en el que los principios, fundamentalmente los del Estado social y democrático de Derecho: juridicidad, separación de los poderes, reconocimiento de los derechos fundamentales de la persona, solidaridad y participación, han de aplicarse permanentemente sobre la realidad.

El pensamiento centrista es un pensamiento complejo, profundo, rico en análisis, matizaciones, supuestos, aproximaciones a la real realidad. Por eso mismo el desarrollo de este discurso lleva a un enriquecimiento del discurso democrático. La apertura del pensamiento político a la realidad reclama un notorio esfuerzo de transmisión, de clarificación, de matización, de información, un esfuerzo que puede calificarse de auténtico ejercicio de pedagogía política que, por cuanto abre campos al pensamiento, los abre asimismo a la libertad. El reto no es pequeño cuando el contexto cultural en el que esa acción se enmarca es el de una sociedad de comunicación masiva con un grado de manipulación sin precedente.

Pues bien, lejos de presunciones simplistas, las políticas de centro se asientan en principios que se aplican sobre la realidad desde una mentalidad abierta, desde la búsqueda de entendimiento, asumiendo una creciente sensibilidad social. Sólo minorías asociales podrían negar hoy la validez de principios universales referentes a los derechos humanos, a la justicia social o a la democracia que parte de la participación política. Pero si para los principios más elevados se puede solicitar el consenso universal, impuesto por la misma realidad de las cosas, la concreción o aplicación de los principios a las situaciones concretas queda sujeta a márgenes de variación notables.

Por eso, es hora de retomar la lección del maestro Aristóteles cuando afirmaba que de la conducta humana es difícil hablar con precisión. Más que reglas fijas, el que actúa debe considerar lo que es oportuno en cada caso, como ocurre también con el piloto de un barco. La verdad, la dignidad del ser humano, no necesita cambiar, de hecho no cambia, pero la prudencia cambia constantemente, pues se refiere a lo conveniente en cada caso y para cada uno. Prudente es el que delibera bien y busca el mayor bien práctico. No delibera sólo sobre lo que es general, sino también sobre lo particular, porque la acción es siempre particular.

Pensar que mantener un criterio es mantener para siempre y en todo lugar una fórmula única de conducta es ingresar, salvo que se trate de la defensa de la dignidad del ser humano, a posiciones rígidas y reencontrarse con ese pensamiento dogmático que no admite matices, que desprecia a los que no comparten los mismos puntos de vista, y que estimula ese ambiente de prepotencia y altanería, tan actual, que exhiben tantos y tantas que aspiran al poder para presumir y mirar por encima del hombro a los demás.

Si bien los principios son las bases de la conducta, las circunstancias, cuándo se estudian y se trabaja sobre ellas, suelen aconsejar, en el marco del pensamiento plural, diferentes posibilidades que la prudencia será capaz de priorizar de acuerdo con la mejora de las condiciones integrales de vida de los ciudadanos. Los principios son necesarios y, también, su aplicación inteligente y prudencial. Algo que, en este tiempo de radicalización y polarización política, en vísperas de elecciones, debemos tener presente. @jrodriguezarana en @mundiario

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