Los censores del “off the record”

No es cosa del imaginario colectivo, pero la censura campa a sus anchas. A menudo se viste con el sello de confidencial (off the record) para censurar un dato, una actuación o una política determinadas.
Qué bonita palabra censora: Off the record. Es un término valiente, animado, de mucho colorido y sobre todo arbitrario. Para quitarse un muerto de encima se recurre al “off-the-record”. Como le pasó al ministro de Asuntos Exteriores preguntado estos días por si Rabat había informado con antelación a Madrid la cancelación del monarca marroquí a la reciente cumbre bilateral, y sólo quiso responder fuera de micrófono (off the record), sin delatar sus palabras. Abenámar, Abenámar, moro de la morería…
Hay tantos off the récords en la política española como en las alcobas alfombradas. Y si no, miren los perfiles de Tinder. Pero la censura no deja de dar órdenes de mutilar la transparencia democrática y de provocar el gatillazo con el micro en la mano. Una de las excepciones es el bodrio Vargas Llosa-Preysler que se airea para hacer caja y alimentar el insistente morbo del secreto conyugal.
No fue en Off the record pero como si lo fuera, aquel adagio de cierta alta figura de la política española que con relación al desprecio de Mohamed VI a Pedro Sánchez en la cumbre hispano-marroquí, se apresuró a calificar de: “política masculina de relaciones tormentosas”. Y uno se pregunta, y no es la primera vez, qué quiso decir?. Resuelvan la siguiente operación matemática y obtendrán pronto la respuesta: 3+2x0= ?
Cuántos off the récords, o sea secretos, estamos tragando en esta legislatura batiendo todas las marcas y acercándonos a las ya exhumadas prácticas franquistas: la hospitalización truculenta del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en La Rioja que provocó la crisis más grave con Rabat, los espionajes del caso Pegasus y el giro unilateral de España sobre el Sahara Occidental, los pactos sin revelar con los golpìstas para gobernar, los asaltos sangrientos a las vallas de Ceuta y Melilla, el rescate de Plus Ultra, los trapicheos del ex ministro José Luis Abalos en Barajas con Delcy Rodriguez (la VP del dictador venezolano Maduro), las estadísticas sospechosas del paro, las encuestas llenas de tongo del CIS, el rescate a la banca durante la crisis aún sin recuperar, el ofusco atasco de los fondos europeos Next Generation, la falta de transparencia en la Casa Real -en especial con las cuentas del Emérito, las listas impuestas de los partidos pese a las primarias, las discrepancias reiteradas dentro de las filas de la coalición o la lista de hechos consumados anticonstitucionales de los indepes en Cataluña sin más consencuencias.
No menos grave son los ocultados casos de pederastia por parte de la Iglesia católica o el robo de bebés a muchas madres de este país en el pasado sin esclarecer aún sobre los que recae el manto del off-the-record perpetuo desde hace generaciones.
También se dan casos pintorescos más cercanos como el del policía infiltrado en una comuna anarquista en Cataluña tras mantener relaciones sexo-afectivas con varias de sus integrantes con la porra puesta. Aquí no vale aplicar el “Sí es Sí” porque fueron cópulas consentidas escondiendo oficio. Pero nada que ver con el ex comisario Villarejo, otro generador de historiales off the record en este país según nos cuentan de tanto en tanto.
EL TOP SECRET DE LOS SINDICATOS
Off the record es también la transmutada política económica a la que estamos acostumbrados desde los últimos años. Sistemáticamente uno adquiere la impresión de que sus medidas favorecen a las grandes empresas mientras las pymes/micropymes salen casi siempre malparadas como si no existiesen ni siquiera en el off the record.
Si ya van ahogadas, esquivando el cierre a fin de mes, las cargamos con nuevas mochilas fiscales, salariales y administrativas, en ocasiones caprichosas y mal planificadas, para aquietar a los síndicos y justificar el cínico “Primero la gente”. La última, la subida de cotizaciones a los autónomos y el del SMI sin contar con los propios empresarios que son los que dan de comer a la clase trabajadora.
Es curioso y más de una vez lo hemos contado desde aquí, que la institución pública y agente social más Off the record, sean los sindicatos mayoritarios: UGT y CCOO. Llevan años pregonando la transparencia y reinciden de ser los únicos que se niegan a revelar la remuneración de toda su cúpula a cargo del erario público. Vamos, que es materia reservada y con el sello de TOP SECRET. Off the record e inconfesable.
Off the record ya ha dejado de ser la insistencia de imponer el bable en Asturias como lengua co-oficial en los bandos de algunos consistorios o el llionés en el Ayuntamiento de León, por parte de retrógrados morados. Sólo falta que declaren el cheli de Madriz otro idioma co-oficial a traducir a toda la corte de Su Majestad con pinganillos en el Senado. Se nota que los de siempre espantan los problemas reales de las personas y cuando se aburren agitan el rabo para atraer las moscas.
Lo que ya no es secreto y merece tratarse incluso con el micrófono abierto es que los jóvenes en España declaren que su sueño es aspirar a una nueva profesión según la última encuesta en Europa: “influencer”. No está mal, querer hacerse millonario sin dar un palo al agua a base de selfies en las redes sociales. Hemos mejorado, no se crean, porque hace unos años antes el sueño de la juventud era ser funcionario.
No hay que ser calvinista ni luterano para sostener que con tantos off the records, causantes de no pocos gatillazos, degradamos la democracia y la reputación del país. Mucho decíamos de los tiempos de la dictadura. Pero alarmantemente estamos emulando sus censoras prácticas por un oscuro fin político que creíamos denostado. Todo sea por el “oro de Moscú” de tiempos de la República que duerme a pierna suelta bajo los sótanos de Putín a buen recaudo, pese a que se dispare la demanda global. @mundiario