El BCE no tiene al frente unas mentes tan preclaras como dicen

Es un clásico -tal vez un anticuado método- el de subir los tipos de interés para hacer frente a la inflación. Sobre todo, porque previamente a adoptar medidas habría que analizar el verdadero origen de esa inflación.
La lógica de subir tipos de interés puede tener sentido cuando la inflación está producida por una economía muy expansiva, en la que la ley de la oferta y la demanda lleva a que un exceso de la demanda genera una subida de precios. Y aun así, habría que tener mucho cuidado con los efectos colaterales que puede producir.
Pero la actual coyuntura no es expansiva. Es una momento en la que la economía europea trata de recuperar su pulso y su crecimiento, tras dos crisis: la casi pasada del covid, que dejó maltrechas las economías, y que motivó que la Unión Europea haya tenido que aportar fondos adicionales, llamados precisamente de recuperación, para ayudar a las economías de los países miembros a que recuperen un ritmo aceptable, y para conseguir que muchas de las deficiencias que el covid puso en evidencia -como la falta de industrialización y la excesiva dependencia del exterior- se puedan subsanar. Y la crisis actual, provocada por la invasión de Ucrania por parte de Putin, que lo que genera es una falta de suministros de primera necesidad (gas, cereales, fertilizantes), cuya escasez eleva el precio.
Los dirigentes del BCE no han estado finos, porque la subida de precios no procede de un exceso de demanda, que haga que suban los precios. Lamento decir que la señora Legard, el señor De Guindos, y otros dirigentes de nuestro Banco Central no han sabido interpretar la situación, y han leído muy equivocadamente su credo de la ley de la oferta y la demanda: los precios han subido porque la oferta se ha contraído, o ha subido como arma de guerra: una oferta de bienes de primera necesidad, sobre los que es prácticamente imposible que descienda la demanda, que sería la que podría regular los precios. Porque es una demanda necesaria para comer o para generar alimentos, y necesaria para el imprescindible uso de la energía, tanto para las empresas como para las familias. Y más aún en el otoño y en el invierno.
Los mismos transportes se han encarecido, tanto por la subida de los combustibles como por la obligada demanda para conseguir esos bienes en nuevos mercados, casi siempre más lejanos. No a causa de una demanda expansiva.
La subida de tipos del BCE -haciendo seguidismo de la Reserva Federal americana- es como si le aplicaran quimioterapia a alguien con una insuficiencia cardíaca: si no lo matan lo van a dejar debilitado en extremo. Y mal plantel de analistas tiene el BCE si deducen que la bajada de la inflación en Europa tiene que ver con los falsos remedios de subir los tipos: hoy ya los han puesto en el 3%, que finalmente se terminan traduciendo, cuando llegan al consumidor final de créditos, en el 3,5 o en el 4% como mínimo. Porque en realidad, la bajada de la inflación empezó por la bajada de los costes de la energía con la aplicación de la excepción ibérica, y por la aplicación de ese modelo al tope de los precios del gas en el resto de Europa.
Más eficaz hubiera sido el BCE si hubiera abierto unos créditos extraordinarios para empresas que se pusieran a fabricar fertilizantes, por ejemplo.
Sin ser economista me atrevo a diagnosticar -desde la pura lógica- que el BCE ni ha diagnosticado correctamente, ni ha recetado el tratamiento adecuado. Y lo que ha generado ha sido unos indeseables efectos secundarios, que van desde la subida de las hipotecas que se habían acogido al interés variable, y que ahora han de ser revisadas, hasta dificultar la vida de las propias empresas, que al tener que tomar el dinero más caro, van a repercutir ese encarecimiento en los precios de los productos. Productos que, insistimos, no son en su mayoría de capricho, sino de necesidad.
Acabamos de conocer la explosiva subida de beneficios de los principales bancos. Y esa subida de beneficios se produce en parte por la subida de tipos, pero también por la no disminución de los créditos que las empresas necesitan para seguir produciendo lo que la sociedad demanda: porque la mayor parte son productos de primera necesidad. Una prueba más de que la subida de tipos no es disuasoria, precisamente porque la demanda no es la causante de la inflación.
Es más, tal política ha restado eficacia a los fondos europeos de recuperación, porque hacen que el precio del dinero para las aportaciones financieras que tienen que hacer sus contrapartes privadas, se haya encarecido, generando disuasiones, u obligando a tener que alargar los plazos de las inversiones que tienen que realizar. Como ha ocurrido en varios casos en nuestro país con acuerdos con diversas industrias del automóvil.
El BCE ha errado en el diagnóstico. Y la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y el Consejo Europeo, no han sido capaces de plantarle cara al BCE para decirle que se está equivocando. Tal como la anonadada familia del paciente con insuficiencia cardiaca al que ven que lo están envenenando al aplicarle erróneamente quimioterapia, pero no se atreve a contradecir a los médicos. @mundiario