Alcaldes que se eternizan

Senén Pousa, alcalde de Beade (Ourense). CONCELLO DE BEADE
Senén Pousa, alcalde de Beade (Ourense). / CONCELLO DE BEADE
En el caso gallego como en el resto de España, los regidores más veteranos, que suelen ejercer en pequeños municipios, en su mayoría son del PP, o lo fueron en algún momento.
Alcaldes que se eternizan

Perpetuos no podrán ser, porque algún día se morirán, pero vitalicios probablemente, porque piensan morirse con el cargo puesto. Hay no pocos alcaldes en Galicia que, con o i sin interrupción, llevan treinta y tantos o casi cuarenta años en el poder. El más veterano y longevo, el de Beade, en Ourense, sobrepasará el medio siglo si sus vecinos lo reeligen el próximo mes mayo y recunca, que es lo más probable. En nuestro sistema electoral no hay limitación legal de mandatos. Ni jubilación política. Los principales partidos políticos, a izquierda y derecha, tampoco la contemplan en sus estatutos internos, del mismo modo que no establecen -o más bien no se atreven a establecer- una edad tope a partir de la cual el alcalde, concejal, diputado, senador, ministro o presidente del gobierno debería irse a su casa, o no poder presentarse a unas nuevas elecciones.

Seguramente no saben qué es eso del edadismo y no padecen las consecuencias de la edadofobia. Desde luego, no tendrán la misma ilusión ni la motivación que tenían en sus primeros mandatos. Sin embargo, saben que cuentan con apoyo popular más que suficiente -normalmente mayorías absolutas holgadas- para mantenerse en el puesto aunque sea de una forma casi testimonial. Además están seguros de que sus partidos no les van a plantear la posibilidad de un relevo hasta que ellos mismos muevan ficha, con la garantía añadida de que nadie "de fuera" se entrometerá en el proceso sucesorio, que suele estar debidamente previsto por el interesado y las más de las veces se produce por la vía familiar, de proximidad o de confianza. Todo suele quedar en casa.   

En el caso gallego como en el resto de España, los regidores más veteranos, que suelen ejercer en pequeños municipios, en su mayoría son del PP, o lo fueron en algún momento. Los hay que revalidaron la alcaldía bajo siglas, no ya diferentes, sino antitéticas, pasando con la mayor naturalidad de un partido a otro, o a presentarse como independientes. Porque, ya se sabe, en la política local, las etiquetas ideológicas cuentan más bien poco. Tampoco aportan casi nada. Apenas funciona el voto partidista. No siendo en las ciudades y en los grandes núcleos urbanos, en las elecciones municipales se vota sobre todo a la persona, a la que el convecino conoce de cerca, con la que tiene trato directo y a la que puede fiscalizar y fiscaliza en su día a día. En ese ámbito el voto es de lo más fiel. Pero también muy exigente.

Esta vez son varios los alcaldes gallegos casi eternos que por propia voluntad o por fuerza mayor renuncian a la reelección. Tiene su mérito, porque al parecer a ninguno lo han obligado ni sus superiores orgánicos ni su entorno. Ha sido por iniciativa propia y "para tener vida propia" (alguno, eso sí, ante el temor a ser desalojado por las urnas). Otros ya advierten -para que le conste a su electorado y se lo tenga en cuenta- que están de salida y que esta será la última vez que se presenten. Más de un caso se va a dar de alcalde que, de ser reelegido, aunque no lo reconozca en público, piensa renunciar al cargo sin concluir el mandato, para así dejar paso a su sucesor a tiempo de darse a conocer y ganarse a la parroquia. Por lo visto, el de saber irse, o simplemente dejarlo a tiempo, es un arte que en la vida pública se cultiva poco. Y en la política local, aún menos. @mundiario

  

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