Alabanza al funcionamiento de la Seguridad Social, crítica al conflicto en la sanidad madrileña

Un médico.
Un médico.
Cuando las virtudes del sistema sanitario se confirman a raíz de una experiencia personal, menos se entiende que la Comunidad de Madrid y los representantes de los médicos de primaria se enzarcen en una lucha sin cuartel.
Alabanza al funcionamiento de la Seguridad Social, crítica al conflicto en la sanidad madrileña

Una cosa es leer en los periódicos, ver en las televisiones y escuchar en las radios el gran prestigio que tiene la Seguridad Social en España. Ganado a pulso, antes de la aparición del virus de la covid-, durante la pandemia y después, una vez superada. En junio de 2020 escribía en MUNDIARIO: “Si hay un premio que en este año es indiscutible, es el Príncipe de Asturias de la Concordia para los sanitarios, concedido el miércoles, 3 de junio. El jurado destaca de los profesionales de la medicina, la enfermería, los auxiliares y el resto del personal su 'heroico espíritu de sacrificio', asumiendo ´graves riesgos y costes personales ´en su lucha contra la enfermedad del coronavirus”.   

Otra cosa es vivir en primera persona la excelencia de sistema sanitario, por un cáncer detectado a mi mujer en octubre de este año. Fue inicialmente tratada en un hospital privado, porque nuestra médico de cabecera, que ha cuidado de la salud de ambos durante más de una década y por lo tanto tiene nuestra confianza total, ejerce de internista en ese centro. Mi mujer fue ingresada durante el tratamiento de radioterapia que recibió en primer lugar. Desde los celadores hasta las enfermeras, desde los oncólogos hasta el resto del personal médico – todos se comportaron no solo muy profesionalmente, también con mucha empatía, transmitiendo ánimos y optimismo. Recordamos con especial cariño a la enfermera Gemma y por supuesto a nuestro ángel de guarda medicinal, la doctora Paula.

En la segunda fase del tratamiento pasó a un hospital público, para recibir quimio e inmunoterapia. La experiencia en el hospital de día notable: el personal siempre amable y dispuesto a ayudar de todos los aspectos, la organización tan eficaz que casi se cumplen los horarios previstos – nada fácil en un sistema que tiene como consumidores a personas, cada una de ellas con problemas muy individualizados –, las instalaciones bien equipadas. La experiencia en Urgencias y Planta, por un problema puntual de salud, todavía más impresionante. Tomándose los profesionales el tiempo necesario para contestar preguntas, disipar dudas, intentar que la paciente se encuentre cómoda, atendiéndola todo el tiempo con buenas formas y mejores ánimos. Los esfuerzos del enfermero Manuel, la enfermera Yolanda, así como las doctoras Isabel y María siempre quedarán recordados con gratitud. Y la experiencia en casa también muy buena, por el apoyo de nuestro amigo, el doctor Carlos, una fisio magnífica, un enfermero y nuestra estupenda empleada de hogar. 

Una amiga, que perdió a su marido en los primeros meses de la pandemia, escuchaba con envidia las alabanzas sobre nuestras experiencias. Desde el momento que le recogió una ambulancia de casa para llevárselo al hospital, a ella solo le quedó la posibilidad de hablar por móvil con su esposo, gran empresario, padre de familia y amigo de sus amigos. Ni cuando estaba a punto de morir pudo su mujer despedirse de él. Ni cuando finalmente falleció, pudieron sus allegados recibir personalmente su cadáver: fue enviado a Valencia para su incineración, porque no había capacidades disponibles en Madrid. ¡Qué duro debió ser para todos el momento en el cual recibieron la urna!

Una conocida, enfermera de una residencia de ancianos, contaba la tragedia vivida en aquellos lugares durante la pandemia. Con los mayores sin la posibilidad de contactar con sus familiares, con la falta de personal para llevar a cabo todos los cuidados necesarios. En mi artículo de junio 2020 en MUNDIARIO ya citado hacía referencia a una carta publicada en el British Medical Journal por Antonio Zapatero, ex viceconsejero de Salud Pública de la Comunidad de Madrid, así como dos colegas suyos, en la cual resaltaban que España tuvo el “dudoso honor de ser el país con más trabajadores sanitarios infectados”. Con un agravante adicional que en las residencias se registraron casi la mitad de los más de 27.000 fallecidos (en esos momentos) por la covid-19.

El texto concluía: “Se necesitarán más intentos para explicar por qué la pandemia afectó tan negativamente a España…No tanto para buscar culpables, más bien para asegurar que en el futuro no se repita el colapso del sistema sanitario. Y no convirtiendo el tema en un nuevo campo de batalla político, sino en un debate de expertos con disposición al diálogo y a consensos. En estos momentos, lo que menos necesita el mundo son pirómanos que hagan arder todavía más las llamas de cualquier crisis”.

Cuento todo esto, porque la huelga de medicina familiar en Madrid lleva ya casi un mes, sin que aparezcan en el horizonte señales de humo que hagan presagiar un fin del conflicto. Lo que llevó a médicos de Atención Primaria a encerrarse por 36 horas en la Consejería de Sanidad. Hasta hoy, no parece haberse abierto un diálogo serio entre la Comunidad y el sindicato médico Amyts. Este no acepta “las migajas” que, según su secretaria general Ángela Hernández, es lo que ha ofrecido hasta el momento Sanidad. Por el contrario, la Comunidad argumenta que ha llegado al límite de lo que puede ofrecer, dadas las imposiciones de Europa o del Estado, habiendo puesto sobre la mesa la renovación de los 2.000 sanitarios eventuales que acaban contrato el 31 de diciembre 2022, con la promesa de hacerlos interinos, además de bajar la temporalidad de interinos y eventuales e incentivar económicamente las plazas de difícil cobertura, así como a los médicos que atienden a más pacientes.

Aunque en un momento dado la presidenta Isabel Díaz Ayuso mostró su convencimiento en la Asamblea de Madrid de que pronto habría un acuerdo, los sanitarios siguen en pie de guerra. Con el argumento de que, si hay restricciones europeas y nacionales, pues que las cambien. Una muestra de lo enconado que está el conflicto son las declaraciones de Ana Calín al diario El País: la médico de 47 años trabaja en el Hospital Gregorio Marañón desde hace 14 años “y todavía de interina”. Para seguir quejándose que la “Atención Primaria es una parte fundamental de la medicina, la primera línea, lo que sostiene a todas las personas. Estamos en lucha. Seguiremos y seguiremos”.

Un recuerdo con nostalgia

Hay protestas del sector sanitario en toda España. Y una huelga general de la Sanidad en el Reino Unido. Además de una insatisfacción profunda de los profesionales del sector en muchos otros países miembros de la Unión Europea por sus condiciones de trabajo. La loa expresada por la Fundación Princesa de Asturias al conceder el premio de la Concordia a los sanitarios parece haber caído en el olvido: “Expuestos a una alta y agresiva carga vital, su entrega incondicional, haciendo frente a largas jornadas de trabajo, sin contar, en ocasiones, con el equipamiento y los medios materiales adecuados, según quejas de organizaciones profesionales y sindicatos del sector, representa un ejercicio de vocación de servicio y de ejemplaridad ciudadana.” 

Después de nuestra experiencia personal, suscribo cien por cien estas palabras. Recuerdo con nostalgia las noches durante la pandemia en las que sonaban en todas las esquinas de España los aplausos para los profesionales sanitarios. Y también con tristeza, por la poca memoria de nuestra sociedad. @mundiario

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