Si hay suficiente dinero, habrá fusión en Galicia

Vayan por delante las disculpas, porque el margen de error es ahora mismo alto. Pero a veces hay que tirarse a la piscin
Si hay suficiente dinero, habrá fusión en Galicia

Vayan por delante las disculpas, porque el margen de error es ahora mismo alto. Pero a veces hay que tirarse a la piscina sin saber si hay agua. Confiemos en que sí la haya. Agua y dinero, porque en Galicia habrá fusión si hay recursos para financiarla y si la entidad resultante es viable para devolver los préstamos o las aportaciones de otro tipo que sea menester gestionar con la ayuda y, en su caso, el visto bueno del Banco de España, que es quien manda aquí.

Cuando se habla de dinero se habla de mucho dinero, y desde luego de más millones de los que calculó KPMG, que, por si acaso, ya se llevó lo suyo a costa de todos los gallegos. Y cuando se habla de despidos se habla de muchos despidos, también de más de los que estimó KPMG. Del mismo modo que cuando se habla de cierre de oficinas se habla de muchas sucursales y de apagar la luz en la mitad de los servicios centrales de una de las cajas. De eso se habla y de eso se seguirá hablando la semana que viene entre los expertos reunidos en torno a José Luis Pego, de Caixanova, y Javier García de Paredes, de Caixa Galicia, los dos personajes emergentes de las caixas. La fusión, por tanto, puede ser deseable para el futuro de Galicia pero supondrá todo un hachazo para el presente de las caixas. No estamos ante un divertimento político o periodístico, como a veces algunos creyeron, sino ante una delicada situación que solo podrán gestionar manos muy expertas.

Adelgazar la entidad resultante hasta conseguir que sea viable es un primer objetivo, que debe ser también compatible con disponer previamente de los recursos necesarios. Se intuye, pues, fácilmente qué es lo primero que quiere el Banco de España: una entidad solvente, que no se le caiga a corto plazo, y una inyección de dinero que pueda asumir el FROB y que no genere agravios comparativos.

Pongamos, por ejemplo, que hablamos de inyectar 1.500 millones de euros, y que son capaces de vender 230 oficinas al Banco Santander, dejando en el camino activos por valor de 10.000 millones, y también de cerrar 400 sucursales, laminando servicios centrales. Es un suponer, claro, pero aunque lo parezca no es por desgracia tanto suponer.

Si todo esto va adelante, que puede ir, es previsible reacciones sindicales inesperadas que sus cúpulas no supieron prever, del mismo modo que lamentos de muchos alcaldes cuyos pueblos se quedarán sin su caja. Una fusión es algo muy serio, casi siempre traumático a corto plazo, que se complica aún más cuando se trata de una operación en crisis.

Ojalá el problema se redujese a si manda Julio o manda José Luis y a si la sede está en Vigo o está en A Coruña, o a si ambas ciudades se reparten los servicios centrales. Visto con perspectiva, el problema es laboral, social y financiero. Puede que también político, por la suerte que corran los tres partidos implicados, y puede que también territorial, debido al reparto de sedes. Ahora bien, sin pasta estamos muertos.

Un país que se precie debe tener un sistema financiero propio pero también debe saber cuánto le cuesta. Por mucho que parezca que se ha debatido aquí sobre la fusión de las caixas, no es cierto. Seguimos sin hablar de lo que hay que hablar: del dinero que falta y del que hay que poner. Y mientras no lo hagamos es poco menos que imposible decidir.

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