El paro es cosa de Zapatero y de Feijóo

España es un estado muy descentralizado, casi de corte federal, en el que hay un amplio reparto de competencias,
El paro es cosa de Zapatero y de Feijóo

España es un estado muy descentralizado, casi de corte federal, en el que hay un amplio reparto de competencias, pero donde no siempre todos sabemos qué depende de cada administración, con la complicación añadida de que hay asuntos que, a su vez, están en manos de la Comisión Europea –el ejecutivo de la UE– o del Banco Central, que gestiona los tipos de interés y, en definitiva, todo lo que pasa con el euro. Electoralmente, cuando la suma de todo este laberinto político-administrativo funciona bien, el principal beneficiario suele ser el partido del Gobierno central, en este caso el PSOE, pero cuando las cosas pintan mal, como sucede ahora, la gente se revuelve contra el Ejecutivo de Zapatero. Simplificando mucho las cosas, el español medio le echa enseguida la culpa del paro a ZP, mira a su alcalde cuando se siente incómodo en su pueblo o en su ciudad, pero ya le cuesta más apuntar a Bruselas o a la capital de su comunidad autónoma, que quizá asocia más con la coordinación que con la ejecución.

¿Quiere eso decir que Zapatero no es responsable del paro en España? No, pero sí quiere decir que Zapatero no es el único responsable. Lo explicó bien el economista Guillermo de la Dehesa, autor del libro La primera gran crisis financiera del siglo XXI, cuando señaló en el Café de Redacción de Xornal de Galicia que la mayoría de las reformas estructurales que tienen relación con la microeconomía deben ser afrontadas por los gobiernos autónomos, que son los únicos competentes en esas materias. Parece evidente que éste no es el mejor momento para este tipo de pedagogía política, ya que si ZP asume y propaga el discurso de De la Dehesa puede sonar a disculpa, pero el hecho de que las percepciones no sean las correctas aconseja un trabajo político en ese sentido por parte de todas las fuerzas políticas que se van alternando en el poder.

Zapatero también tiene su parte de culpa en que se sepa poco lo que observa Guillermo de la Dehesa. Primero, porque tardó en reconocer la dimensión y el alcance de la crisis, y segundo, porque no quiso ni supo implicar a los presidentes autonómicos en la salida de la recesión, ante la que hasta cierto punto miraron para otro lado, viendo lo que se les venía encima. Pero el problema sigue estando ahí, con independencia de quien pague en las urnas los platos rotos. Si unos y otros no afrontan reformas estructurales y los consiguientes costes políticos, en la medida en que puedan darse nuevos costes sociales, el paro no desaparecerá, por mucho que la inercia lo vaya conteniendo.

Más allá de los excesos de las campañas electorales, como aquel de Feijóo cuando dijo que iba a terminar con la crisis en 45 días, lo cierto es que del presidente gallego podía esperarse más. Siendo el número uno de los populares gallegos presentó su programa electoral como un contrato donde su partido situaba la crisis como prioridad de gobierno. A día de hoy, entre el gallego, las cajas y los líos del PP de Ourense no parece que sea eso muy cierto.

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