Kiruna, una ciudad móvil

Kiruna, Suecia. / Sitio web de Cooperación Nórdica (norden.org),
Kiruna, Suecia. / Sitio web de Cooperación Nórdica (norden.org).
Hay que conocer Kiruna antes de que literalmente desaparezca pues la ciudad esta siendo trasladada a tres kilómetros de distancia.
Kiruna, una ciudad móvil

Cuando se llega a Kiruna hace doscientos kilómetros que se ha cruzado el círculo polar ártico. Un poco mas arriba se encuentra el punto que los suecos denominan Trekiksgränsen o frontera de los tres países, donde la propia Suecia se junta con Noruega y Finlandia. Se encuentra a casi setenta grados norte. En América, a esa latitud, hace ya casi diez grados que no hay asentamientos humanos.

A Kiruna hay que ir en tren desde Estocolmo, unas trece horas, para apreciar como la Europa superpoblada se transforma en un inmenso espacio despoblado similar al que también existe en la España vaciada. En ningún otro sitio del viejo continente hay tanto espacio para tan pocas personas. Hay que conocer Kiruna antes de que literalmente desaparezca pues la ciudad esta siendo trasladada a tres kilómetros de distancia. Y si está buscando alojamiento vacacional para su viaje, puede visitar cosycozy.

El cambio se debe al riesgo de que la ciudad, de unos 20.000 habitantes, sea engullida por el agujero, que llega hasta los dos kilómetros de profundidad, que ha provocado la extracción, durante dos siglos, de mineral de hierro. La mina es la mayor del mundo que se visita turísticamente. La visita es una exhibición de la eficacia y la pulcritud sueca, pero los amantes de la historia recordaran que, durante la segunda guerra mundial, su función fue proveer de hierro, que se convertiría en magnifico acero, al ejército nazi. La exportación se hacía a través del puerto de Narvik, en la ocupada Noruega.

 Para comunicar Kiruna con Narvik se construyó un ferrocarril a finales del siglo XIX, que no está conectado con la red noruega. Hoy día es un extraordinario activo turístico. Los quinientos metros de desnivel bordeando el fiordo nos regalan vistas inolvidables. Para muchos turistas Narvik es el punto de partida para ir en autobús al Cabo Norte, mítico lugar para contemplar el sol de medianoche desde mediados de mayo a mediados de julio.

Algunos técnicos involucrados en el proceso de traslado indican que está bien que se vaya aprendiendo a mover ciudades puesto que, con el cambio climático, en un par de decenios algunas localidades costeras en diversas partes del mundo serán invadidas por las aguas. La empresa estatal propietaria de la mina se hace cargo de este gasto, pero ¿quién pagara las futuras mudanzas?

Por supuesto a lo largo de la historia muchas ciudades fueron abandonadas por sus habitantes, que se trasladaron a la ciudad nueva, pero aquí es al revés; primero se trasladan los edificios y después los habitantes, que es lo más difícil -según los organizadores-por el miedo a perder el sentimiento de comunidad que tan importantes es en Suecia, y a dejar de gozar de la vista de los abedules plateados.

Estamos en el corazón de la Laponia sueca habitada también por unos millares de “samis” la población nativa, que con dificultades intentan mantener su forma de vida trashumante adaptándose a la necesidad de escolarizar  a sus hijos de manera estable en los pueblos de la zona. Pelean por el mantenimiento del hábitat, pero tienen poca fuerza política.

La mejora de la conectividad en los últimos años y el ansia infinita de nuevas experiencias han convertido  Laponia en un impensable destino turístico.

Los turistas llegan no solo en verano sino también en otoño y comienzos del invierno para ver las auroras boreales, la “luces del norte”. Antes de la pandemia había incluso algunos vuelos directos charteados desde Tokio y Shanghái, que trasladan a ansiosos habitantes de inmensas ciudades al espacio infinito. Cuando han tenido el la suerte de observar el fascinante y silencioso concierto de los troncos de luz que van dejando caer maravillosas notas musicales, que se deshacen en el cercano horizonte, piensan que ha sido un dinero bien gustado.

Los esquiadores sofisticados también pueden encontrar su propia experiencia. En la zona de Riksgränsen,  solo 25kilometros de Narvik, se esquía entre abril y junio disfrutando en la nieve del día eterno. Aunque l estación es pequeña y el desnivel de solo 500 metros dispone de unos soberbios fuera pista, que atraen a aquellos esquiadores que buscan siempre algo más.

La primavera es también la estación de las excursiones a pie. La nieve permanece produciendo reflejos intensos. La luz te incita a disfrutar del aire libre. Loa lagos todavía no se han deshelado permitiendo patinar en ellos y los famosos mosquitos del verano todavía no han llegado. @mundiario

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